Las noticias sobre la caída de Gadaffi y la entrada de los rebeldes en Trípoli se reflejaron a finales de agosto en una caída del precio del crudo tipo Brent, que cayó hasta los 108 dólares por barril para luego recuperarse conforme los mercados interiorizaron que la producción libia no podría recuperarse con la misma rapidez con que se paralizó. El barril de Brent se situaba a principios de 2011 en los alrededores de los 90$ y el inicio de la crisis libia llevó su precio a los 126$. Desde entonces, la producción de la OPEP ha vuelto casi al nivel previo a la guerra en Libia (debido sobre todo al esfuerzo de Arabia Saudita y otras monarquías del Golfo para aumentar su producción y compensar la caída de la libia) y la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha liberado 60 millones de barriles de sus reservas estratégicas. Pese a ello, sólo las tensiones en los mercados europeos de deuda de principios de agosto y luego los malos datos de empleo en Estados Unidos presionaron a la baja a los precios hasta los 112 dólares con que cerró el barril de Brent el 2 de septiembre.
Libia posee las mayores reservas de petróleo de África y en 2010 fue el 12º exportador mundial de crudo, con unos 1,5 millones de barriles/día-mbd. Pero tras más de seis meses de guerra civil su producción prácticamente ha desaparecido y no se han realizado las tareas más básicas de mantenimiento. Los intentos del CNT de exportar crudo se vieron frustrados por los ataques de las fuerzas de Gadaffi a las instalaciones bajo su control, mientras que la producción controlada por Gadaffi cesó prácticamente en julio con la toma por los rebeldes de la refinería de Zawiya. El CNT y varias compañías energéticas internacionales presentes en el país han declarado que la producción podría restaurarse en apenas tres semanas; de hecho, el CNT lleva afirmándolo desde el inicio de la guerra. Pero ello no parece viable, al menos no para todos los campos ni todas sus infraestructuras complementarias, como las de almacenamiento y transporte, algunas de las cuales sí se sabe que han sido dañadas por los combates.
Las estimaciones acerca del ritmo de recuperación de la producción libia varían mucho y resultan bastante arbitrarias, pues aunque algunas fuentes informan de que la industria no ha sufrido grandes daños falta por realizar una evaluación rigurosa de los mismos. La AIE cree que no volverá a su plena capacidad hasta 2015. En un informe reciente, Goldman Sachs apunta que la producción podría alcanzar casi 600.000 barriles si los campos occidentales, parte de los cuales siguen en disputa en la cuenca de Sirte, pudiesen liberarse, reconstruirse y asegurarse con rapidez, pero ese parece distar de ser el caso como ha reconocido Agoco, la compañía controlada por el CNT. La experiencia de Irak muestra que el ritmo de recuperación de la producción puede ser más lento de lo inicialmente esperado. La propia incapacidad de Libia para aumentar de forma rápida su producción tras el levantamiento de las sanciones de NNUU (1999) y estadounidenses (2004) pone en duda las previsiones más optimistas.
El ritmo de recuperación de la producción dependerá también de en qué medida la situación de seguridad permita el retorno de los trabajadores y la reconstrucción de las instalaciones dañadas y, finalmente pero de gran importancia, del modelo de gobernanza energética que establezca el CNT. Cada uno de esos elementos requiere tiempo, capacidad institucional y legitimidad política. Probablemente la recuperación de la producción libia será lenta y gradual y sólo incidirá de manera relevante en los mercados a medio plazo, pero rebaja la tensión geopolítica. Desde una perspectiva estratégica, más importante que la cuestión de cuándo se recuperará la producción es saber cómo se van a gestionar los hidrocarburos del país y qué empleo se hará de las rentas que procuran. Una gestión transparente e inclusiva de esos recursos parece consustancial a una Libia democrática y próspera, y debería ser uno de los vectores prioritarios de actuación de la comunidad internacional.