El control de los flujos migratorios hacia Europa es una tarea imposible. Por un lado, la diferencia de bienestar entre los países de la Unión Europea y de sus vecinos es abrumadora en todas sus dimensiones. La UE es –prácticamente– el único espacio mundial donde se han derribado fronteras, crecido el bienestar y libertades de sus habitantes y donde se aplica –todavía– un derecho internacional de asilo y refugio que se codificó para un mundo muy distinto del que crea la globalización. En un mundo tan convulso como el actual, ese espacio genera un campo gravitatorio tan intenso que hace que todos aquellos que buscan seguridad y prosperidad se vean atraídos hacia ese agujero negro de naturaleza benefactora y de esperanza.
Por otro, no se dispone de instrumentos que permitan un control suficiente de la generación, dirección y asentamiento de los flujos. Entre ellos, la inmigración por vía marítima hacia la UE es muy inferior a la que se registra por vía terrestre y aérea, pero cuenta con un número superior de víctimas que atraen más la atención de los medios de comunicación que otras formas irregulares de inmigración. El foco de atención se ha desplazado del Mediterráneo central al Mar Egeo, a medida que el flujo de demandantes de asilo e inmigrantes económicos ha basculado hacia el este.
Las fuerzas navales europeas se han visto implicadas en la gestión de los flujos migratorios por defecto, porque sus misiones, equipos y doctrinas no se han diseñado para esa función. Su experiencia se limita a prestar auxilio en el mar a embarcaciones y tripulaciones en peligro, al igual que hacen el resto de los buques mercantes, de pesca o de salvamento y rescate que surcan los mares. Pero ya que la mayor parte de los países no tienen suficientes fuerzas de guardacostas, policías marítimas o servicios salvamento y rescate, la necesidad de hacer algo ha facilitado el recurso a las fuerzas navales.
Pero –y aquí empieza su relación con el Trivial Pursuit– en lugar de admitir que se usan para ayudar salvar vidas, algunos jugadores se empeñan en que los buques que se envían sirven para disuadir a los contrabandistas, reducir las salidas de embarcaciones e, incluso, desmantelar las redes y el negocio de la inmigración ilegal.
Las experiencias al respecto son evidentes. El principal resultado de la operación Mare Nostrum de la Armada italiana fue la de recoger del mar entre 100.000 y 150.000 inmigrantes, poniendo a disposición judicial unos 500 contrabandistas y 3 buques nodriza tras un año de actuación. La UE, a regañadientes y bajo la presión de los naufragios masivos, puso en marcha una misión militar EUNAVFOR MED –ahora Sophia– que lleva recogidos del mar a unos 9.000 inmigrantes en 7 meses de operaciones, aunque su misión no es la humanitaria de salvar vidas sino la militar de desmantelar el negocio y las redes de contrabando y tráfico ilícito de inmigrantes (sólo ha detenido 48 patrones en 76 embarcaciones). No se sabe si la misión militar ha reducido el flujo migratorio en el Mediterráneo central, aunque parece que no si lo medimos por el número de entradas ilícitas detectadas por Frontex. Según su última valoración de riesgos disponible (FRAN Q3 de julio-septiembre 2015) se contabilizaron 10.252 detenciones en el primer trimestre de 2015 (la operación se aprobó en febrero), que ascendieron a 60.179 en el segundo y a 61.745 en el tercero, y se prevé un incremento del 3%, –no un descenso– para el cuarto trimestre que, además es el de peor estado de la mar. Por lo tanto, y salvo que los próximos datos de EUNAVFOR MED o Frontex confirmen lo contrario, la presencia militar no parece estar desmantelando el negocio y, como Frontex afirma, la creciente tasa de víctimas en el Mediterráneo central durante 2015 muestra que el incremento del despliegue de barcos implicados en el rescate no garantiza necesariamente una disminución de muertes en el mar (Africa-Frontex Intelligence Community Joint Report 2015, p. 7).
Los datos de Frontex revelan un desplazamiento del flujo migratorio hacia el este que ha disparado las detecciones de cruces ilegales en la frontera de 12.645 en el primer trimestre a 65.996 en el segundo y a 314.289 en el tercero (para el último trimestre de 2015 se espera una cifra en torno a 376.000). Para hacer frente a esa avalancha, la OTAN ha desplegado en el Egeo una Fuerza Naval Permanente de 3 buques. Al igual que en la UE, la OTAN carece de experiencia previa y de un concepto de operaciones de seguridad marítima, pero sus mandos no han podido resistirse a la petición de Alemania, Turquía y Grecia, no se les vaya a acusar de no hacer todo lo que está en su mano. Mientras sus mandos estudian su misión, lo más que pueden hacer es facilitar la inteligencia que recogen sobre la presencia de embarcaciones por sonar o enviando sus helicópteros a los guardacostas turcos, griegos o de Frontex para que les intercepten o rescaten (un “algo” que tiene más de humanitario que de control de flujos migratorios).
Así que en lugar de reforzar los medios civiles de salvamento y rescate, los controladores de los flujos migratorios por vía marítima se ven obligados a admitir “pulpo” (léase fragatas) como medio de represión/contención del contrabando ilegal de emigrantes por vía marítima, aunque saben que en el mejor de los casos sólo podrán prestar ayuda humanitaria y, en el peor, alimentar el efecto llamada.