Comienza a escucharse un número creciente de voces alertando del efecto negativo que podría tener el “factor Trump” sobre la política latinoamericana, especialmente a la hora de producir una importante reactivación del populismo bolivariano y de los sentimientos nacionalistas y antiimperialistas más radicales. El razonamiento es muy simple: en la medida en que el nuevo presidente de los Estados Unidos recurre a los viejos métodos imperialistas del pasado y refuerza el binomio dominación/explotación sobre los países de América Latina, la respuesta popular se decantará por un respaldo masivo a las posiciones más enfrentadas con todo aquello que recuerde al gran vecino del norte.
Para comenzar habría que señalar algo evidente y es que Donald Trump no genera en las opiniones públicas latinoamericanas la misma corriente de simpatía que sí logró movilizar Barack Obama una vez que conquistó la presidencia de Estados Unidos. Tras el hundimiento de la imagen estadounidense como consecuencia de la Guerra de Irak, la llegada de Obama a la Casa Blanca fue un soplo de aire fresco que redujo considerablemente la ola de antinorteamericanismo presente en la región. Hoy las cosas han cambiado y los viejos resentimientos contra los “yanquis” han vuelto a emerger, y esta es la idea central que gira en torno a las mencionadas especulaciones y las alimenta de forma constante.
De ahí que la pregunta decisiva es si esa ola antiimperialista tendrá una influencia favorable a las opciones populistas, y se hará visible en las próximas elecciones que se disputen en América Latina. En este sentido, un terreno apto para la especulación es México, donde se celebrarán elecciones presidenciales el próximo 3 de junio de 2018. Una de las figuras más destacadas de cara a los próximos comicios es Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que encabeza buena parte de las encuestas realizadas. Sin embargo, hay que reconocer que hasta la fecha es el único candidato confirmado y que los otros partidos importantes, tanto el PAN (Partido Acción Nacional) como el PRI (Partido de la Revolución Institucional), aún no han designado oficialmente a sus cabezas de lista. Por su parte, en el PRD (Partido de la Revolución Democrática) se observa un creciente éxodo de apoyos desde sus filas al partido de AMLO, MORENA (Movimiento Regeneración Nacional).
Es cierto que México se convirtió durante la campaña electoral de Estados Unidos en un arma arrojadiza en manos de Trump. Y también que el estribillo (“el muro lo pagarán México y los mexicanos”) siguió sonando al comienzo de su mandato. Ahora bien, también es verdad que en los últimos días un mayor silencio y una cierta prudencia se han instalado en torno a esta cuestión y hoy por hoy, al igual que en otras áreas de las políticas públicas implementadas por Trump, predomina la incertidumbre. De ahí la necesidad de esperar para poder valorar en su justa medida el resultado de algunas iniciativas de Trump y su impacto en la sociedad mexicana, como la renegociación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), la expulsión de inmigrantes indocumentados o la existencia de mayores barreras a la hora de valorar las condiciones requeridas para girar dinero al exterior (remesas).
Si Trump endurece su discurso una vez más y se centra en “el enemigo” mexicano renacerán, sin duda alguna, el nacionalismo y el antiyanquismo en México. Pero si, por el contrario, hay margen de maniobra para algún tipo de salida negociada, las circunstancias podrán ser muy distintas. Y esto es lo que habrá que observar.
Hasta ahora la nueva Administración no se ha caracterizado por un exceso de imaginación en torno a sus posturas sobre América Latina. Tampoco se ha afanado en nombrar a muchos de los responsables de los distintos departamentos encargados de la relación con la región. Por eso, hay numerosos interrogantes que pueden decantar la balanza en un sentido o el otro, pero que de momento siguen sin despejarse. ¿Cómo será la relación con Cuba? ¿Qué actitud se adoptará respecto al gobierno de Nicolás Maduro? ¿Qué pasará con la política antinarcóticos y la cooperación policial/militar en este campo, especialmente notable en algunos países como Colombia? ¿Cómo será la política comercial con todos y cada uno de sus vecinos sureños? De la respuesta de estas preguntas y de otras más o menos similares en un futuro inmediato dependerá la reacción de los latinoamericanos y su mayor o menor apoyo a los populismos bolivarianos.