Durante mucho tiempo ha sido normal considerar que la exportación española estaba estrechamente vinculada con la evolución del mercado doméstico. Cuando la economía se desaceleraba o contraía, las empresas salían a los mercados exteriores para compensar la caída de las ventas en el mercado nacional. Cuando éste se recuperaba, las empresas reducían sus esfuerzos en los mercados exteriores.
La evolución de estos últimos años apunta a que esto está cambiando: la economía nacional se ha recuperado de forma notable, pero las exportaciones han mantenido un fuerte dinamismo. Las empresas españolas, cada vez más, consideran a la exportación como una actividad con vocación de permanencia, no como una actividad subsidiaria para compensar los vaivenes del mercado nacional. Es de esperar que esta tendencia se confirme.
¿De qué depende la exportación? Los dos factores que han sido tradicionalmente citados como más relevantes son la demanda exterior –que se puede medir a través de la evolución de las importaciones en los mercados exteriores– y la competitividad-precio de las exportaciones, que depende a su vez de los precios –para estimarlos se pueden emplear varios indicadores: IPC, costes laborales unitarios, valores unitarios de las exportaciones (IVU)– y el tipo de cambio de la moneda.
La demanda interna como condicionante de las exportaciones
A los dos factores anteriores se ha incorporado también la demanda interna. Efectivamente, se considera que existe un efecto sustitución entre ventas en el mercado nacional y ventas en los mercados exteriores: cuando las ventas domésticas se debilitan, las empresas aumentan sus esfuerzos para vender en los mercados exteriores.
La relación entre demanda interna y exportaciones es objeto de estudio de un documento de trabajo publicado hace pocos meses, “On domestic demand and export performance in the euro area countries: does export concentration matter?”, de Paulo Soares (del Banco de Portugal) y Elvira Prades (del Banco de España).
La conclusión del trabajo de Soares y Prades es clara:
“Durante las crisis económicas, la debilidad de la demanda doméstica se ha mostrado como un determinante adicional para explicar la evolución de las exportaciones. Las empresas, con el fin de compensar la debilidad del mercado doméstico, optan por llevar a cabo un mayor esfuerzo para aumentar las ventas en el extranjero”.
Soares y Prades señalan dos importantes características de esta relación entre demanda interior y exportaciones. Por un lado, la relación es asimétrica: el efecto es mayor en desaceleraciones económicas que en etapas de expansión. Por otro, el grado de concentración de las exportaciones tiene una influencia: cuanto mayor es el grado de concentración en ciertos productos, menor es el efecto sustitución entre ventas domésticas y ventas exteriores.
¿Qué puede explicar la asimetría de la relación? En una época de contracción del mercado doméstico una empresa está más dispuesta a incurrir en costes para promover sus exportaciones, reasignando recursos hacia su actividad internacional. Parte de estos costes se corresponden con lo que los economistas denominan “costes hundidos”. Por ejemplo, una empresa puede gastar dinero en formar a su personal para operar en mercados internacionales, en crear una página web en inglés, en establecer una presencia en redes sociales, en realizar o comprar un estudio de mercado. Se trata de gastos difícilmente recuperables cuando cesa la actividad para la que fueron realizados. Cuando la economía nacional se recupera y aumentan las ventas domésticas, la empresa tiene un incentivo para seguir en los mercados internacionales y rentabilizar esos costes en los que ha incurrido. Normalmente la fase inicial es la más costosa y difícil en la actividad internacional. Si una empresa ya ha superado con éxito esta fase inicial, es razonable pensar que la actividad exterior le seguirá resultando rentable.
Por tanto, en épocas de contracción del mercado doméstico, las empresas salen al exterior en busca de mercados con los que compensar la caída de éste. La caída de la demanda interior tiene un efecto positivo sobre la exportación. Cuando el mercado nacional se recupera, habrá un efecto negativo sobre la exportación pero de menor intensidad que en el caso anterior, porque las empresas tienen un incentivo para mantenerse en los mercados exteriores, en los que ya han realizado el esfuerzo más duro y costoso.
Una evolución favorable, por el momento
Con la debida prudencia, se puede decir que la evolución reciente de la economía española respalda el optimismo en lo que se refiere a la relación entre demanda interna y exportación.
En el segundo trimestre del año la economía española ha crecido a una tasa anual superior al 3%. Por su parte, las exportaciones han crecido en el primer semestre de 2017 un 10%. En estos últimos años se ha asistido a una progresiva recuperación del dinamismo económico, pero ello no ha tenido una repercusión negativa sobre la exportación, que mantiene su dinamismo, avalando en principio la existencia de asimetría en la relación entre demanda interior y exportaciones.
Otro dato, menos conocido, que avala el optimismo es la evolución de los exportadores regulares (que son aquellos que han exportado durante los últimos cuatro años de forma consecutiva). El número de exportadores regulares ha crecido de forma regular y apreciable durante los últimos años, en paralelo a la recuperación económica, desde 38.373 en 2012 a 49.792 en 2016 (es decir, han crecido un 30% en cuatro años, frente a un crecimiento del 8,2% en el número total de exportadores).
De esta forma, los exportadores regulares han pasado de representar el 27,9% del total de empresas exportadoras en 2012 al 33,5% en 2016.
Hay que ser prudentes, y esperar a que la evolución futura confirme las tendencias, pero los datos parecen indicar que poco a poco se consolida entre las empresas españolas la idea de que la exportación ha dejado de ser una actividad subsidiaria a la que se presta atención en épocas de crisis para convertirse en una actividad permanente y necesaria.