Las características definitorias de la presidencia del Consejo de la UE están cambiando. Antes era –y en cierta medida sigue siendo– un trabajo para una persona honrada y neutral con el objetivo principal de tender puentes entre los Estados miembros y crear consenso. Para tener éxito, la presidencia ideal debe dejar de lado sus propios intereses nacionales con el fin de no despertar sospechas sobre posibles intereses ocultos. De hecho, para ser vistas como socios de confianza, muchas presidencias se abstienen de decantarse por ninguna posición política prominente incluso dos meses antes de asumir la tarea.
Este planteamiento se aplica también a los expedientes técnicos sobre los que se llevan a cabo negociaciones diplomáticas en los 133 grupos de trabajo del Consejo. No obstante, la impronta general de una presidencia rotatoria no depende de una única negociación, ya sea en el seno del Consejo o entre el propio Consejo y el Parlamento, sino que se basa en los principales objetivos políticos y en los propios resultados políticos obtenidos a lo largo del semestre.
‘’La presidencia rotatoria del Consejo de la UE implica ejercer de mediador imparcial, pero Polonia parece dispuesta a mediar con la vista puesta en sus líneas nacionales (cuando se correspondan con las de la Comisión Europea) con el consiguiente fortalecimiento de su posición en el seno de la UE’’.
Con ese contexto de fondo, Polonia presidirá por segunda vez el Consejo de la UE en el primer semestre de 2025. Los diplomáticos y políticos polacos recogen el testigo de una Hungría de la que se desconfía sobremanera por sus singulares posiciones políticas antiliberales (la propia presidenta von der Leyen llegó a decir en diciembre de 2024 que Hungría había conseguido “muchos logros durante este mandato” sin tildarlos de “buenos”). Las desavenencias con Budapest empezaron en julio por una serie de decisiones desafortunadas de Viktor Orbán en el plano internacional y terminaron en diciembre de 2024 cuando Hungría consiguió que no se prorrogaran las sanciones de la UE a Rusia y concedió asilo a un opositor polaco acusado por la fiscalía de su país de haber cometido 11 delitos contra el Estado.
La intención declarada de los polacos es “empezar a arreglar Europa”. El programa oficial no incluye ningún lema con doble sentido o de dudosa pertinencia como el Make Europe Great Again de Hungría, pero exige incrementar la seguridad en el continente. Los polacos desglosan su eslogan Security, Europe! en siete ejes que se podrían agrupar de la siguiente manera: cuatro prioridades de cara al exterior vinculadas a la seguridad y otras tres prioridades más internas y centradas en la competitividad.
Las cuatro prioridades para la seguridad exterior son: (1) la defensa de la UE; (2) la estabilidad de las fronteras europeas con el desarrollo de nuevos proyectos de infraestructuras; (3) la desinformación procedente del extranjero; y (4) el aseguramiento del suministro energético tras el adiós definitivo a las importaciones rusas. En resumen, los polacos plantean más seguridad frente a un mundo exterior cada vez más peligroso.
Las tres prioridades internas para incrementar la competitividad de la UE son: (5) agilizar los trámites burocráticos para las empresas y afianzar el mercado único: (6) dotar a la agricultura de una mayor competitividad y resiliencia; y (7) encargarse de las cuestiones relacionadas con la salud pública de los habitantes de la UE, en particular de la población joven.
De momento no son más que pinceladas que apuntan a las grandes líneas de actuación esperables y permiten anticipar las negociaciones en materia de dinero. Cabe esperar que se celebre el primer debate sobre el futuro del presupuesto de la UE después de 2027. Aquí Polonia podría valerse de su posición para enmarcar el debate de un modo favorable para Varsovia en el futuro. En 2011 siguió un proceso similar a la hora de orientar las conversaciones sobre el presupuesto de la UE para el período 2014-2020. Además, a Polonia le gustaría que el Fondo Europeo de Recuperación se prorrogara hasta, como mínimo, bien entrado 2026, y como el comisario de Defensa Andrius Kubilius puso encima de la mesa un nuevo debate sobre las vías de financiación para aumentar las inversiones de la UE en materia de seguridad, el tema debería ser abordado por el Consejo.
Otra cuestión intersectorial importante será la de limitar las repercusiones negativas inminentes del Pacto Verde Europeo para el coste de la vida de la población y las empresas. “La descarbonización no puede conseguirse a costa de la desindustrialización”, afirmó el viceministro polaco para la UE Ignacy Niemczycki en una reunión previa a la presidencia celebrada en diciembre de 2024. En contraposición a las negociaciones en curso (sobre la reforma farmacéutica o el transporte de animales), el foco legislativo se centrará en las nuevas iniciativas de la Comisión. A diferencia de los ciclos institucionales quinquenales anteriores, la Comisión no hará público su programa de trabajo de 2025 hasta febrero, lo que en la práctica implica que la labor legislativa de Polonia quedará reducida a 4,5 meses.
Cabe esperar un fuerte espaldarazo a las negociaciones de acceso de todas las naciones candidatas de los Balcanes Occidentales y Europa del Este, pero el socio principal seguirá siendo Ucrania. La cuestión ucraniana incluye también las negociaciones comerciales, que continúan complicándose por algunos factores externos de peso (sobre todo, las elecciones presidenciales polacas en mayo de 2025), e incluso por la guerra en curso o el posible final del conflicto.
Otros aspectos (internos y externos) influirán con fuerza en el resultado de la presidencia. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en enero impondrá una nueva perspectiva para las relaciones económicas, políticas y de seguridad a nivel transatlántico. La mayoría de los observadores en Europa prevén algún tipo de ataque económico-diplomático contra la UE (aranceles) o la exigencia de que la Unión asuma mayores responsabilidades (posible retirada del apoyo estadounidense a Ucrania).
El factor político interno más relevante son las elecciones nacionales alemanas de febrero. Otro aspecto importante será el grado de debilidad del gobierno francés y la posible asertividad renovada del gobierno húngaro (sobre todo en el contexto del veto a las decisiones de política exterior).
El último factor que influirá en la eficacia de la presidencia del Consejo de la UE serán las elecciones presidenciales polacas de mayo de 2025. Polonia tiene un régimen parlamentario, pero la presidencia se dirime por votación popular y el presidente tiene poder para vetar leyes y supervisar las cuestiones relacionadas con la seguridad exterior. En un entorno muy polarizado, el principal objetivo político del primer ministro Donald Tusk es conseguir que el nuevo presidente apoye al gobierno. Por ese motivo, la inminencia de la votación presidencial podría afectar a cómo aborde Polonia algunos expedientes muy politizados en su territorio. Podría tratarse de los expedientes relacionados con el Pacto Verde Europeo (decisión sobre los objetivos de descarbonización para 2040) y las negociaciones comerciales con Ucrania (ya que resultan problemáticas para los agricultores y el sector del transporte).
Lo anterior no quiere decir que quepa esperar una presidencia débil, al contrario. El Gobierno ha diseñado una gran presidencia marcada por la “perspectiva de Varsovia” en muchos aspectos. Adam Szłapka, ministro polaco para la UE, ha afirmado que “la Unión ya ha empezado a hablar nuestro idioma” en temas como la competitividad y la seguridad. Estos seis meses le brindarán la oportunidad a Polonia de convencer a los Estados miembros reacios y a la propia Comisión Europea sobre su punto de vista en torno al presupuesto de la UE o para posponer algunas leyes relacionadas con el Pacto Verde Europeo (entre otras cosas, se habla de retrasar la Directiva relativa a la eficiencia energética de los edificios y la reforma del RCDE2).
El primer ministro polaco Donald Tusk, presente en el Consejo Europeo desde 2023, es uno de los líderes más sólidos y experimentados de la Unión. Fue jefe de gobierno en Polonia de 2007 a 2014 y presidente del Consejo Europeo de 2014 a 2019. Durante su mandato, la Comisión Europea respaldó la polémica ley polaca sobre la limitación de los derechos de solicitud de asilo. Por lo que respecta a la migración y la seguridad (con la promoción de los proyectos del Escudo del Este y la Línea de Defensa del Báltico), Polonia lleva más de un año a la ofensiva. Asimismo, los polacos han estado algunos meses en contacto con la Comisión para impulsar un enfoque más orientado a la competitividad y la reducción de los obstáculos. De ahí el anuncio en 2024 del “Pacto Industrial del Pacto Verde” por parte de von der Leyen para responder a las inquietudes de Polonia (y de otros países).
Como se destacó al principio, la presidencia rotatoria del Consejo de la UE implica ejercer de mediador imparcial, pero Polonia parece dispuesta a mediar con la vista puesta en sus líneas nacionales (cuando se correspondan con las de la Comisión Europea) con el consiguiente fortalecimiento de su posición en el seno de la UE.