Mosul, donde en 2014 Abu Bakr al-Baghdadi proclamó el Estado Islámico (EI, ISIS o Daesh) como califato, prácticamente ha caído tras nueve meses de feroces combates. La reconquista de Raqqa, la capital de EI en Siria, es cuestión de tiempo ante el empuje de las Fuerzas Democráticas Sirias, una coalición de kurdos y árabes, con ayuda internacional. Daesh ha perdido 60% del territorio que tenía controlado en enero de 2015. Ello no significa su desaparición sino en parte una vuelta a su base rural y una reagrupación de lo que queda. Ante su final territorial, que se puede entrever, aunque tardará, un peligro mayor es que mute en un Estado Islámico 2.0 como lo califica el general Stephen Townsend, el comandante militar estadounidense en Irak.
La pérdida de su base territorial es importante para Daesh y para Abu Bakr al-Baghdadi, si éste sigue viviendo, pues diversos informes afirman que ha muerto hace semanas en un bombardeo, aunque EEUU no lo ha confirmado. No se le ha vuelto a ver en directo desde aquel famoso sermón en Mosul. La idea de califato está ligada a un territorio, y sin territorio, puede perder base religiosa, que, sin embargo, no es la más importante. Pero ante la presión sobre el terreno está fracasando una idea, un concepto, y su forma de gobernar. Además de lo que supone la pérdida de territorio en ingresos para el movimiento. Se calcula que se han reducido de 71 millones de euros (81 millones de dólares) en 2015 a 14 millones de euros en la actualidad, es decir, cerca de un 80%.
No se debe dar por acabado a Daesh. No estamos aún ante una “misión cumplida”, pese al triunfal anuncio de “victoria total” del primer ministro iraquí al-Abadi desde Mosul. Como ha indicado el enviado especial estadounidense Brett McGurk, “esto no se ha acabo aún. Queda mucho por recorrer”. Lo decía al término de la reciente reunión en Washington de la Coalición contra el ISIS, una de las mayores de la historia que cuenta ya con 72 integrantes (aunque la crisis entre Arabia Saudí y otros Estados con Qatar la puede debilitar). McGurk considera que están derrotando al Daesh sobre el terreno, y cerrando el flujo de combatientes extranjeros, incluso en Siria, asegurando también que los que están no vuelvan a salir. Pero esto no garantiza aún la seguridad de los países de fuera, como los europeos, bajo la bandera de Estado Islámico.
Daesh en estos tiempos se ha des-territorializado a la vez que globalizado, con una red de afilados del África subsahariana a Extremo Oriente, pasando por el Norte de África y Europa, claro. El frente es global. También se ha asentado más en ese otro espacio, el ciberespacio, que todos los yihadistas saben aprovechar, y de ahí que tanto el G7 como el G20 hayan acordado llevar la lucha contra este terrorismo a las entrañas de la Red. Hay que diferenciar los actos ejecutados por Estado Islámico de los inspirados por él, en cualquier parte del mundo. Y no es el único. El yihadismo se mantiene fuerte. Al-Qaeda, en muy diversas formaciones, está al acecho del debilitamiento de Daesh para reforzarse e incorporar algunos de sus elementos, como opinan diversos expertos, entre ellos Bruce Hoffmann.
Para evitar un resurgimiento de un Daesh derrotado hay que preguntarse por qué surgió en primer lugar. Fue una respuesta radical suní ante la invasión de Irak de 2003, el desmantelamiento del Estado –y el encarcelamiento de muchos de sus mandos militares–, la toma del poder por los chiíes en Irak, con luego la ramificación siria a raíz de la guerra civil, y la creciente autonomía de unos kurdos que han jugado un papel decisivo en estas ofensivas contra Estados Islámico. Éste sólo –si acaso– se desactivará si los suníes recuperan una dignidad y una parte de poder en Irak (y en Siria). Es decir, si hay reconciliación nacional.
Como han señalado Francia y Alemania en una declaración conjunta, “la derrota de Mosul representa una oportunidad única de reconstruir el país [Irak] y trabajar por la consecución de la reconciliación nacional”. “Si queremos impedir que emerjan un ISIS 2.0, el Gobierno iraquí va a tener que hacer algo muy diferente”, ha afirmado el general Townsend. La tarea de reconciliación nacional es sumamente compleja, en Irak (donde mandan los chiíes y, en su territorio, los kurdos) y en Siria donde habría que acabar antes la guerra civil en curso a varias bandas. Ahora bien, la Administración Trump parece poco interesada en la reconstrucción, sólo en la destrucción de Daesh con apoyo de la coalición internacional (y hasta cierto punto de Rusia). Previsiblemente, la reconstrucción le tocará, una vez más, a Europa y los ricos países petroleros de la zona. ¿Y la reconciliación? Irán tendrá bastante que decir y hacer al respecto. La reconciliación no podrá ser sólo nacional. Tendrá que ser también regional.