A pesar de los malos augurios que traían consigo los continuos datos de desafección ciudadana con respecto al proyecto comunitario y los miedos existentes al crecimiento de las opciones eurófobas en la UE, 2014 se ha consolidado finalmente como un año en el que se ha cerrado el nuevo ciclo institucional de la UE con bastante normalidad, llevándose a cabo las elecciones y (gracias a un acuerdo entre las grandes fuerzas europeístas) los cambios pertinentes en el Parlamento Europeo, en la Comisión Europa y en los puestos de presidente del Consejo Europeo y alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.
Para este año, y en lo que se refiere al plano institucional, no se prevén más relevos que el de la sustitución del neerlandés Jeroen Dijsselbloem al frente del Eurogrupo, probablemente por Luis de Guindos, quien en principio continuará compatibilizando su labor en el ejecutivo español con este nuevo papel, al menos hasta la celebración de elecciones generales en España, tal y como ha estado haciendo el propio Dijsselbloem.
Sin embargo, donde sí hay que esperar novedades de calado es en el apartado electoral, y no porque 2015 sea un año en el que se celebren muchos más comicios que en otros años, sino porque existen algunas elecciones que marcarán la agenda de los próximos meses. Tal es el caso de Grecia, el Reino Unido, España y, quizá en menor medida, Finlandia o Polonia. El 25-E ha confirmado los pronósticos que anunciaban una victoria holgada –aunque sin mayoría absoluta– de Syriza en Grecia. El partido de Tsipras tiene una posición abiertamente eurocrítica y plantea la necesidad de una renegociación de los acuerdos con la Troika y una eventual quita de la deuda griega, cuestión que ha sido recibida por elites y medios de comunicación europeos con mucho recelo. Lo más probable en cualquier caso es que esta victoria electoral no suponga ninguna catástrofe para la eurozona, sino más bien la búsqueda de una fórmula de compromiso entre las partes para conseguir un acuerdo que, si bien no contentará al 100% a ninguna de ellas, pueda ser aceptable para las distintas opiniones públicas y logre uno de los objetivos prioritarios desde que estalló la crisis: que ningún país abandone el euro.
En mayo es el turno del Reino Unido, donde tras esquivarse un riesgo de secesión, que es un asunto que la UE no podrá seguir considerando interno y tal vez se vea forzada a ir un paso más allá en su actual rechazo pasivo, se debate hoy abiertamente sobre la posibilidad de abandonar el club comunitario. De hecho, y ante la presión de los eurófobos del UKIP, David Cameron ya ha anunciado en varias ocasiones que si los electores renuevan su confianza en él, en 2017 se celebrará un referéndum en el que se dará a elegir entre mantenerse en una UE renovada –sea lo que sea lo que esto signifique y, claro está, siempre que desde Bruselas atiendan las peticiones del Premier de negociar– o dar un portazo a una relación que se retrotrae a 1973.
En términos económicos, y más allá de lo que puede significar la victoria de Syriza en las elecciones griegas, 2015 trae una buena noticia para empezar el año: la incorporación de un nuevo socio a la eurozona, el último de los países bálticos en hacerlo, Lituania. No obstante, la amenaza de deflación ya plenamente visible en 2014 sigue totalmente presente y el crecimiento en la Unión es muy bajo. Esta cuestión, como las estimaciones presumían, ha acabado provocando la actuación del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, con un plan de expansión cuantitativa, muy a pesar de la oposición germana. Al mismo tiempo, 2015 es el año en el que se debería poner en marcha el plan de inversiones de 315.000 millones de euros de Jean-Claude Juncker, con el objetivo de incentivar a la deprimida economía europea.
En materia exterior, para 2015 había un objetivo muy claro: la firma de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés). Sin embargo, y a pesar de que 2016 es año electoral en EEUU (razón por la cual se quería firmar antes de entonces), no parece factible a fecha de hoy pensar que a lo largo del presente año se vaya a cerrar la firma de un acuerdo entre estadounidenses y europeos que, recordemos, está sometido a una abierta oposición de parte de la opinión pública y a la propia dificultad intrínseca de una negociación entre dos gigantes que pretenden imponer sus estándares al otro.
Asimismo, destaca en el ámbito de la política exterior el conflicto ahora latente con Rusia tras los acontecimientos ocurridos a lo largo de todo 2014 en Ucrania. Las sanciones parecen estar dando sus frutos y no se descarta una escalada de las mismas si se producen nuevos movimientos desde Moscú. Esto, además, tiene graves implicaciones con respecto el sector energético y ha sido, por tanto, una de las claves fundamentales para que hoy se esté hablando de una vez por todas del establecimiento de una Unión de la Energía en el seno de la UE. De hecho, el propio Juncker considera ésta una de sus prioridades fundamentales y para ello ha decidido crear una vicepresidencia de la Comisión con dichas competencias (junto a otra cartera supeditada a la misma, que en este caso ostenta el comisario español, Miguel Arias Cañete).
Además de lo ya expuesto, es muy importante señalar que los atentados contra el semanario satírico Charlie Hebdo que tuvieron lugar el 7 de enero pasado, aparte de provocar la repulsa generalizada de líderes y opinión pública europea, están generando un amplio debate sobre cómo afrontar un asunto tan complejo como es el terrorismo yihadista y, en particular, la radicalización de ciudadanos que son nacionales europeos. Varios países han anunciado ya sus intenciones, estando en estos momentos en el aire incluso la posible modificación de una seña de identidad de la UE como es la desaparición de fronteras mediante el Acuerdo de Schengen.
Por todo esto, 2015 volverá a ser sin duda un año complejo para Europa. En él, las elecciones griegas y británicas marcarán la agenda comunitaria, pero también tendrán un peso específico muy importante la situación económica y la capacidad del presidente Juncker de llevar a cabo sus objetivos prioritarios. Junto a ello, las crisis coyunturales que se produzcan, como la actual a causa de los atentados en París o la que ocasionó la posición de Putin ante Ucrania, serán cuestiones a tener en cuenta durante los próximos meses.