Hoy, 22 de marzo, conmemoramos el Día Mundial del Agua, el cual se celebra anualmente desde 1993 para recordar la relevancia de este recurso esencial para la vida, la economía y el bienestar tanto humano como de nuestros ecosistemas. El objetivo es concienciar acerca de la actual crisis mundial del agua y la necesidad de buscar medidas concretas y efectivas para que alcancemos el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6: Agua y saneamiento para todos antes de 2030.
En la actualidad, muchos países están padeciendo problemas como la sequía, que afecta a España, u otros riesgos como las inundaciones y problemas de calidad del recurso. Estos desafíos, de manera significativa y cada vez más exponencial, pueden contribuir de forma directa o indirecta a la inestabilidad social, política y económica, y al aumento de las tensiones locales y regionales (UNESCO, 2019) sobre todo en Estados frágiles o más vulnerables.
«El reto es crucial ya que, si no se interviene de forma adecuada, no se podrá garantizar la seguridad hídrica de las actividades socioeconómicas y los ecosistemas, abocándose a una crisis estructural por el agua a largo plazo».
En los próximos años, los problemas asociados con los recursos hídricos se agudizarán, principalmente debido a una combinación de factores que podrían desencadenar una tormenta perfecta. Estos factores incluyen el crecimiento demográfico, la contaminación ambiental, la degradación de los ecosistemas y la intensificación de los efectos del cambio climático, que están en gran medida influenciados por el agua, como las sequías, inundaciones, el deshielo de los glaciares y el aumento del nivel del mar, tal y como se reflejó en el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, 2022). Además, se prevé un déficit a escala global entre la oferta y la demanda hídrica de un 56% (WRI, 2020), lo que resalta aún más la importancia de poner en el punto de mira la necesidad de políticas públicas y de iniciativas privadas y de la sociedad civil para afrontar estos retos.
En este 2024, bajo el lema del Día Mundial del Agua, Agua para la Paz, el concepto de seguridad hídrica cobra especial relevancia. La seguridad hídrica puede definirse como la capacidad de una población para garantizar el acceso sostenible a cantidades adecuadas de agua de calidad aceptable para diversos fines, la protección contra la contaminación transmitida por el agua y las catástrofes, y la preservación de los ecosistemas en un clima de paz y estabilidad política (ONU-Agua, 2013; IPCC, 2022).
Esta definición abarca múltiples dimensiones del recurso hídrico, desde su cantidad y calidad, considerando todo el ciclo del agua desde las aguas superficiales hasta las –generalmente invisibles– aguas subterráneas, hasta retos aún pendientes como los experimentados durante el COVID-19, en cuanto a la accesibilidad a los servicios de agua y saneamiento, a pesar de su reconocimiento como derecho humano. También aborda los ya mencionados riesgos hidrometereológicos cada vez más extremos de sequías e inundaciones y los problemas asociados con la falta de gobernanza de este recurso de naturaleza tan compleja. Un recurso crítico para muchos sectores dependientes del agua, que van desde los ecosistemas hasta los usos domésticos, agrícolas, industriales, de servicios y energéticos.
De acuerdo con el informe Global Water Security Assessment 2023, el 72% de la población mundial vive en países con algún problema vinculado a la seguridad hídrica, siendo los más afectados los que se encuentran en regiones como el Sahel, el Cuerno de África y el Sudeste Asiático, como se observa en la Figura 1.
Figura 1. Seguridad hídrica en el mundo*
Europa es la región con mayor seguridad hídrica. Los países más seguros en términos de agua a nivel mundial son: Suecia (90), seguido de Austria (85) y Dinamarca (85). Los altos niveles de seguridad hídrica se respaldan con un alto (aunque no universal) acceso a servicios de agua potable y saneamiento gestionados de manera segura y bajos índices de mortalidad atribuidos a la prioridad a nivel político en temas como son el acceso a agua y saneamiento (conocido como WASH) gracias al tratamiento adecuado de los recursos hídricos, altos niveles de eficiencia en el uso de agua y una buena gobernanza hídrica. No obstante, existe una marcada disparidad entre regiones, como, por ejemplo, en España (77), donde la baja disponibilidad del recurso puede ser un factor de inseguridad hídrica.
Seguridad hídrica en Europa: el desafío de la escasez
En este contexto aparece una nueva amenaza en el horizonte para ciertos países europeos como puede ser la escasez de agua, que se empieza a percibir como uno de los principales desafíos para la seguridad hídrica en Europa.
Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, la escasez de agua afectó al 29% del territorio de la Unión Europea (UE) durante al menos una temporada en 2019. A pesar de que la extracción de agua disminuyó un 15% en la UE entre 2000 y 2019, no se ha reducido la superficie afectada por condiciones de escasez.
La escasez del recurso en el sur de Europa es una realidad ya que aproximadamente el 30% de la población vive en áreas con estrés hídrico permanente y hasta el 70% de su población vive en áreas con estrés hídrico estacional durante el verano (EEA,2021). Las extracciones de agua para la agricultura, el suministro público de agua y el turismo son las presiones más significativas sobre los recursos hídricos de agua dulce.
Sin embargo, en este día del agua empieza a calar la concienciación colectiva de que esta escasez hídrica ya no se limita sólo al sur de Europa, sino que se extiende cada vez más a cuencas fluviales en toda la UE. Particularmente en la Europa occidental, donde la escasez de agua se debe principalmente a la alta densidad de población en áreas urbanas, combinada con altos niveles de extracción para el suministro público de agua, energía e industria. Durante la última década, los eventos de sequía también se han vuelto más frecuentes y severos en estas áreas, con efectos estacionales en la disponibilidad del recurso.
A esta escasez estructural se suma el agravante cada vez más claro del cambio climático que amenaza con reducir aún más la disponibilidad de recursos hídricos dulces, principalmente en el sur, oeste y este de Europa. Esto, de hecho, está acentuando las fluctuaciones naturales en la disponibilidad de agua. Europa, que disfrutaba de uno de los mayores índices a nivel de seguridad hídrica, empieza a mirarse en el espejo de la inseguridad hídrica donde ve cada vez más que ya no está a salvo.
En este contexto, el informe de Evaluación Europea del Riesgos Climáticos (EUCRA, por sus siglas en inglés) publicado recientemente ha identificado los riesgos climáticos para la seguridad hídrica. Estos riesgos, asociados con la disponibilidad limitada del recurso, se muestran en la Figura 2 e incluyen: episodios de caudales bajos que amenazan la calidad del agua y los ecosistemas acuáticos; riesgo para el suministro de agua por escasez y calidad insuficiente; riesgos para la agricultura por escasez temporal del recurso y aumento de la demanda de riego; riesgos para el turismo por disponibilidad insuficiente de nieve en invierno y de agua en verano; y riesgo de interrupción del suministro eléctrico por disminución de la fiabilidad del recurso para las centrales de producción de energía que dependen del agua.
Figura 2. Cadena de efectos para la seguridad hídrica
La evaluación de la gravedad de los principales riesgos y la urgencia para abordarlos se presenta en la Figura 3. A corto plazo, la escasez ya afecta a la sociedad durante períodos de sequía, especialmente en el sur de Europa. A medio plazo, bajo un escenario en el que el aumento de la temperatura global se mantiene por debajo de los 2°C, se proyecta un ligero aumento en el número de personas afectadas por la escasez, pasando de 85 a 94 millones. Por último, a largo plazo, para la región europea del Mediterráneo, se estima que el número de personas afectadas por la escasez de agua aumentará de 85 millones en el clima actual a 104 millones con el cambio climático y el crecimiento poblacional. Esta cifra se eleva a 295 millones de personas si se considera toda la UE y el Reino Unido (EUCRA,2024).
Figura 3. Evaluación del riesgo de escasez hídrica
El reto es crucial ya que, si no se interviene de forma adecuada, no se podrá garantizar la seguridad hídrica de las actividades socioeconómicas y los ecosistemas, abocándose a una crisis estructural por el agua a largo plazo.
En este contexto, las políticas europeas pretenden abordar la seguridad del agua, pero requieren una mejor integración, aplicación y eficacia en relación con los efectos del cambio climático. Es fundamental integrar los objetivos de la buena gestión y gobernanza del agua con otros ámbitos sectoriales como la agricultura, la energía y el turismo. Europa, este año, entra en un ciclo político clave tanto a nivel interno como a nivel externo.
Por lo tanto, 2024 será un momento clave para marcar un rumbo claro con el fin de configurar y afianzar las políticas de la UE de los próximos cinco años y, en consecuencia, para nuestra capacidad de garantizar un sistema hídrico seguro, sostenible y resiliente que ayude a garantizar nuestra seguridad y paz. Como dijo Winston Churchill: “Nunca desperdicies una buena crisis (del agua)”.