Gracias, Robin, por su amable introducción. Es maravilloso ver aquí a tantos amigos –amigos personales, amigos de los EEUU, amigos de España, amigos de la democracia, del desarrollo humano y de la justicia–.
Y es un honor para mí hablar para una audiencia tan distinguida como ésta. No nací en el seno de una familia diplomática. Ya había cumplido los quince cuando viajé por primera vez al extranjero, y aquel viaje consistió en adentrarme unas cien millas al interior de Canadá para ir a esquiar… En fin, hasta ese momento, ningún miembro de mi familia había viajado mucho al extranjero, ni tampoco esperaba hacerlo. Yo fui la excepción, optando por ser estudiante de intercambio en Suecia, después estudiando en Francia y al final dedicándome a la política exterior para ganarme la vida.
Al igual que muchos norteamericanos no hispanos, la primera lengua extranjera que estudié fue el español. Mi familia decía que era “más fácil que el francés” y que “podía resultar útil” para viajar a sitios lejanos como Miami. A pesar de que puedo mantener conversaciones cortas y de que aún leo los periódicos, nunca he conseguido hablar con fluidez. Sin embargo, aprendí francés, sueco y húngaro –vaya con elegir el camino fácil!
Mi primer viaje a España, hace unos doce años, fue a Barcelona. Mi mujer había estudiado allí en la Universidad una docena de años antes y fuimos a ver a antiguos amigos suyos y a recorrer la ciudad –sobre todo por la noche, algo que creo que es típico de Barcelona–. Recuerdo muy bien la arquitectura de Gaudí, los cuadros de Dalí, la cafetería Quatro Gatos, muy frecuentada por Hemingway. He vuelto a España muchas veces, aunque en la actualidad voy generalmente a Madrid.
Los vínculos entre Norteamérica y España son excepcionalmente profundos. Comenzaron a forjarse bien pronto: todos los escolares de primaria estadounidenses estudian a Cristóbal Colón y aprenden cómo navegó al servicio de la Corona española y descubrió América. En las familias con hijos pequeños los nombres de Isabel y Fernando son bien conocidos.
Y continúa a partir de ahí. España ha jugado un papel primordial en nuestra historia durante más de cinco siglos. Los topónimos españoles, desde Florida hasta California, dan testimonio de ello.
La semana pasada estaba en San Francisco, conocida por su barrio chino y sus barrios italianos, así como por su famoso Mission District. La “Misión” en cuestión es la Misión de San Francisco de Asís, uno de los asentamientos más septentrionales en la costa del Pacífico de la colonización española, primero, y de la mejicana, después.
La cultura española sigue reflejándose en nuestra arquitectura, nuestras tradiciones y nuestra gastronomía –y no sólo en los estados del Sur y del Oeste. Forma parte integrante de nuestra vida diaria –no sólo por nuestros lazos históricos, sino también debido a nuestros vínculos directos con España y con millones de hispanoamericanos e inmigrantes hispanos de 17 países latinoamericanos, que también comparten nuestro legado español–. Cuarenta millones de norteamericanos aseguran tener ascendencia hispana –una cifra que equivale a la población total de España–. Unos 30 millones de norteamericanos hablan español, y la lengua española es la más estudiada en las escuelas estadounidenses.
El voto hispano se ha convertido en un factor crítico en la política estadounidense, especialmente en las elecciones presidenciales. Los hispanos se concentran en nueve estados que juntos controlan el 75% de los votos electorales que requiere un candidato para hacerse con la presidencia. Esta influencia tiende a incrementarse, ya que los hispanos constituyen hoy en día la minoría étnica más grande de los EEUU y el número de hispanos que obtienen la nacionalidad estadounidense continúa en rápido aumento.
Es increíble la abundancia de relaciones personales que existe entre la población norteamericana y la española. Además de la inmensa cantidad de viajes de negocios y turísticos, más de 20.000 estudiantes norteamericanos estudiaron en España en el curso 2004-2005, y más de 3.500 estudiantes españoles estudiaron en los EEUU. Aparte de la Unión Europea, EEUU es el mayor mercado de España, con ventas de bienes y servicios por valor de casi 16.900 millones de dólares el año pasado. Las importaciones de productos estadounidenses alcanzaron los 8.600 millones de dólares, con lo que es evidente a favor de quien está la balanza comercial.
Más de 600 empresas estadounidenses tienen unos 200.000 empleados en España, habiéndolas atraído el éxito del Gobierno español en reducir los impuestos, privatizar empresas estatales y liberalizar los principales sectores de la economía. Más de 200 empresas españolas tienen filiales en los EEUU, especialmente en las industrias de la construcción y la banca.
El objeto de exponer estas estadísticas es mostrar que la relación entre nuestros países –entre España y los EEUU– no es un goteo esporádico, sino que es un torrente imparable. Es lógico que, como democracias de libre mercado con una historia, cultura y relaciones personales comunes, nuestros contactos directos sean enormes y que crezcan exponencialmente.
Me han pedido que en el día de hoy exponga a grandes rasgos cómo vemos desde nuestro Gobierno las relaciones entre EEUU y España. Y la primera observación es la que acabo de hacer –la unión entre nuestros países, así como entre nuestros pueblos, está tan entrelazada que escapa cualquier descripción–.
Pero, además, me alegró comprobar que la agenda para el día de hoy está incluye a Afganistán, la democracia en Oriente Medio, y Latinoamérica.
Y ahí han dado en el clavo, ya que una relación –especialmente entre democracias maduras en la época de la globalización– no se mide por los contactos entre nuestros pueblos. Tales contactos tienen tanta vitalidad y son tan fluidos, que es más acertado considerarnos parte de una única comunidad que socios distintos e independientes.
La verdadera medida de una relación reside en el grado de eficacia que conseguimos al trabajar juntos en el desarrollo de los valores que compartimos: la libertad, la democracia, la economía de mercado, el imperio de la ley y los derechos humanos, en el mundo en general.
En este sentido, también me complace destacar las acciones positivas que están haciendo conjuntamente EEUU y España en el mundo.
Puede que les sorprenda, pero yo creo que el lugar más importante en el que están trabajando juntos los EEUU y España es Afganistán. En este país, lejos de España y aún más lejos de América, EEUU y España están trabajando juntos para fortalecer una democracia en ciernes, para sustentar a una población que ha padecido los desastres de la guerra durante más de dos décadas; para llevar la educación a las mujeres y a las niñas; y para llevar la tolerancia y el desarrollo a una sociedad dividida. España lidera un Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT) y cuenta con una Base de Apoyo Avanzada en Afganistán, y –junto con los EEUU, Alemania e Italia– es uno de los países que más contribuyen con sus fuerzas armadas al esfuerzo común en Afganistán.
El PRT español ha dedicado importantes recursos de desarrollo y ha acogido a un funcionario del servicio exterior de EEUU para trabajar conjuntamente con sus homólogos españoles en sus instalaciones en Qala-ye Now, al oeste de Afganistán.
En la lucha por ayudar a la población afgana, ha habido que lamentar muertes, tanto de estadounidenses como de españoles: 17 soldados españoles murieron en un accidente de helicóptero el verano pasado, y 62 perdieron la vida al estrellarse el avión de transporte en el que viajaban de vuelta a España en 2003. No obstante, el compromiso de ayuda a la población afgana por parte de España no ha flaqueado.
El otro área que yo citaría, en el que España ha sido un líder mundial, es en la lucha contra el terrorismo, tanto a nivel nacional como globalmente. Tenemos grandes esperanzas depositadas en que el grupo terrorista ETA tome medidas decisivas para poner fin a campaña de atentados, secuestros y matanzas. No existe excusa alguna que justifique tales actos de cobardía, y el perdón no es fácilmente alcanzable; pero la única reacción que cabe es dar la bienvenida al final permanente de dichos actos.
España ha luchado contra el terrorismo nacional durante cuatro décadas y comparte con los EEUU la experiencia de los ataques de al-Qaeda en su propio territorio. España fue el primer país en condenar a un terrorista vinculado con los ataques terroristas del 11-S en este país, y ha ayudado a desarticular redes que envían extremistas a Irak como terroristas suicidas. Y España, por supuesto, ha investigado y procesado enérgicamente a los terroristas del 11-M.
Esto fue lo que impulsó a las fuerzas armadas españolas a sumarse a las de EEUU y a otras fuerzas aliadas en Irak. España fue uno de los cuatro países, junto con EEUU, el Reino Unido y Portugal, que participó en la Cumbre Atlántica de 2003, en la que se plasmó nuestra visión positiva acerca de Irak –un Irak anclado en la democracia, con seguridad en sus fronteras y libre de la tiranía–. España cooperó desde el principio con el envío de fuerzas armadas destinadas a aportar seguridad y estabilidad a la población iraquí.
Agradecemos esta importante contribución de España. Y al mismo tiempo, reconocemos las repercusiones que tuvieron la opinión pública y las promesas electorales, y aceptamos la decisión de España de retirar las tropas españolas, aunque nos gustaría que se hubiera coordinado mejor. Soy consciente de que la opinión generalizada no es ésta, pero yo creo que la cuestión de Irak no fue per se una gran causa de división entre EEUU y España.
De hecho, incluso después de haber retirado España sus tropas de Irak, nuestra cooperación militar ha continuado siendo excelente. EEUU continúa utilizando bases aéreas españolas, que proporcionan un apoyo fundamental para el transporte aéreo en las operaciones en Afganistán y en Oriente Medio, y España sigue jugando un papel importante en Afganistán, instruyendo a las fuerzas de seguridad iraquíes en técnicas de desminado y contribuyendo económicamente a la reconstrucción de Irak.
Y España no sólo ha sido un aliado en la lucha militar contra la tiranía, tanto en Afganistán como en Irak, sino que también ha cooperado en el esfuerzo por construir la democracia, las oportunidades económicas y el desarrollo social en el Gran Oriente Medio.
España es, por supuesto, el lugar donde nació el “Proceso de Barcelona”, la iniciativa de la UE cuyo fin es apoyar la reforma democrática y económica de Oriente Medio que celebró su décimo aniversario en Barcelona el pasado mes de noviembre. Además, España coopera también en el esfuerzo conjunto de EEUU y Europa de apoyar el cambio democrático a través de la iniciativa para el Gran Oriente Medio.
El pasado mes de noviembre, el ministro de Exteriores Moratinos asistió al Foro para el Futuro en Bahrain, y España participa en la Fundación para el Futuro –una iniciativa que apoya a las ONG en la zona a través de una fundación no gubernamental–. Y España ha apoyado activamente la reforma democrática más cerca de sus fronteras, en Marruecos, Túnez y Argelia.
Hace mucho tiempo que España ha mostrado un interés especial por la cuestión palestino-israelí, siendo el primer país europeo que apoyó el acuerdo sobre el paso fronterizo de Rafah.
España también ha copatrocinado con Turquía el proyecto de la Alianza de Civilizaciones, que promueve un mayor entendimiento mutuo entre el islam moderno y la cristiandad moderna.
Por último, EEUU y España comparten un legado y destino únicos en Latinoamérica –España, por su legado histórico y cultural y sus recientes vínculos culturales y comerciales, y EEUU por su proximidad y sus importantísimos nexos políticos, económicos, comerciales y en materia de seguridad–.
En este aspecto, vuelven a coincidir los objetivos estadounidenses y españoles: deseamos vislumbrar un hemisferio occidental libre, democrático, próspero, con economías de mercado, en el que la riqueza alcance a toda la población, y libre de amenazas –ya sean internas, como el narcotráfico, o externas–.
El éxito de la transición a la democracia en España tras la muerte de Franco ha sido fuente de inspiración para los amantes de la libertad en todo el hemisferio. El rápido desarrollo económico de España, especialmente desde que se adhirió a la Unión Europea en 1986, ha permitido que muchas de sus empresas líderes buscaran oportunidades comerciales y de inversión en Latinoamérica.
Todos nosotros hemos tenido un gran interés en el desarrollo de Latinoamérica. Durante la década de los 90, España destinó casi el 44% de sus ayudas globales a Latinoamérica y el Caribe, lo que constituye el mayor porcentaje de ayuda de todos los países donantes de la UE.
Sólo en los dos últimos años, España ha incrementado su ayuda externa a Latinoamérica de 400 millones de dólares en 2004 a más de 600 millones en 2005. El día 1 de febrero, el secretario de Estado de Economía anunció que España condonará la deuda bilateral de Bolivia, Perú y Guatemala, a cambio de que implementen proyectos educativos. Y sólo hace unas semanas, España anunció sus planes de crear un servicio voluntario, similar al Peace Corps, para promover el desarrollo en Latinoamérica.
En lo que concierne a los EEUU, hemos concluido acuerdos de la Cuenta del Desafío del Milenio con Honduras y Nicaragua, por un importe total de 380 millones de dólares, y esperamos que Bolivia y El Salvador suscriban estos acuerdos a lo largo de este año.
La Cuenta del Desafío del Milenio difiere de las ayudas tradicionales en que permite a los países beneficiarios decidir cómo, e incluso cuánto, quieren invertir en su desarrollo, pero exige que los proyectos escogidos produzcan resultados mesurables. Únicamente está destinada a países que hayan adoptado una reforma política y económica y hayan invertido en su población. Esto se debe a que se considera que las ayudas son eficaces cuando respaldan políticas económicas fuertes ya que, a menudo, de lo contrario se desperdician.
Para países que están cerca de cumplir los requisitos necesarios para recibir las ayudas, disponemos también del programa “Países en el Umbral” de la Cuenta de Desafío del Milenio con el fin de ayudarles a implantar reformas en los ámbitos en los que son deficitarios. En febrero se aprobó un “Programa Umbral” de la Cuenta Desafío del Milenio para Paraguay, valorado en 35 millones de dólares, con el objetivo de mejorar la situación comercial y luchar contra la corrupción. Guyana también puede optar por el “Programa Umbral”, que esperamos se aprobará a lo largo de este año. El importe total de las ayudas estadounidenses a Latinoamérica el año pasado ascendió a los 1.700 millones de dólares –importe que se ha visto duplicado bajo el Gobierno de Bush–.
EEUU ha suscrito Acuerdos de Libre Comercio con 11 países que suponen aproximadamente un 85% de nuestras transacciones en el hemisferio occidental. Estamos negociando con dos países más. El importe total de la inversión externa directa efectuada por EEUU en Latinoamérica y el Caribe fue de unos 326.000 millones de dólares a finales de 2004, año en el que aumentó la inversión en 25.000 millones de dólares.
En el panorama que les he presentado, España y los EEUU disfrutan de una profunda unión bilateral, mientras colaboran en cuestiones clave, desde Afganistán hasta Irak, así como en la promoción de la democracia en Latinoamérica. Se trata, sin duda, de una relación sólida y eficaz.
Pero faltaría a la verdad si no señalara que también hemos tenido nuestras diferencias.
Con diferencia, el problema más perturbador reside en un sentimiento de antiamericanismo generalizado entre la población española –o, al menos, de un sentimiento de reticencia ante la política norteamericana–. Este sentimiento se ve plasmado en los graffitis, en las manifestaciones, en sondeos de opinión pública, en los medios de comunicación o en comentarios públicos y, en ocasiones, de partidos políticos acerca de los EEUU. No es el punto de vista dominante, pero se presenta como un trasfondo permanente. Y debería añadir que este sentimiento no sólo se da en España, sino que es un fenómeno generalizado en gran parte de Europa.
Lo que ese antiamericanismo no tiene en cuenta es todo lo que acabo de comentar. Que América y España –y, claro está, América y Europa– forman parte de una única civilización democrática. Que cooperamos en todo el mundo. Que estamos unidos por vínculos históricos y culturales, así como por nuestros valores.
América nunca podría ser antiespañola, ya que si lo fuera, iría en contra de sí misma. Así que es triste ver claras muestras de antiamericanismo en España.
Cargamos con nuestra parte de culpa en el sentido de que la política exterior estadounidense es a menudo malinterpretada como contrapuesta a nuestros valores fundamentales, como la democracia. Debemos mejorar la manera de presentar nuestras políticas, vinculándolas claramente a los valores que compartimos.
También hay otros ámbitos en los que –a pesar de que los EEUU y España compartan objetivos comunes– nuestras tácticas para alcanzarlos pueden colocarnos en bandos enfrentados.
El ejemplo más evidente lo encontramos en Cuba. Todos sabemos que Cuba necesita la democracia. Todos apoyamos las aspiraciones del pueblo cubano. Pero Cuba es un país en el que nuestras políticas a menudo han entrado en conflicto, ya sea en relación con los derechos de aquéllos a los que les confiscó sus bienes el régimen comunista, en relación con la eficacia de las sanciones económicas, o en relación con el mejor modo de apoyar a los disidentes demócratas, en cuyas manos se encuentra legítimamente el futuro de Cuba.
Dado que compartimos historia, cultura, valores y nuestros respectivos papeles únicos en Latinoamérica, creo que existe un enorme potencial de unidad entre EEUU y España en Latinoamérica, y estoy deseando que llegue el día en el que las políticas de EEUU y España en Cuba sean una sola.
Venezuela es otro ejemplo. Cada vez más, los EEUU y España se mantienen unidos a favor de los activistas de la Asociación Civil Súmate, defensora de los derechos humanos. Insistimos en que la inversión de la democracia en Venezuela debe detenerse y en que la verdadera democracia, la transparencia, la tolerancia y las relaciones pacíficas con los países vecinos deben reinstaurarse como norma.
Por ello vemos tan perturbadora la decisión de España de vender embarcaciones y aeronaves militares a Venezuela, desarmada pero con capacidad para armarse. A lo largo de muchos meses nos opusimos firmemente a dicha venta, basándonos en que nos preocupaba que el presidente Hugo Chávez se propusiera efectuar una concentración masiva de armas que representara una amenaza para la estabilidad regional. Señalamos que nuestra política sobre la venta de armas a Venezuela podría impedirnos autorizar la transferencia de componentes fabricados en EEUU como parte de dichas unidades de defensa. A pesar de todo ello, España continuó adelante con la venta.
Este incidente resultó especialmente decepcionante, ya que ofrece a Chávez la oportunidad de explotar una clara discordia entre los puntos de vista español y norteamericano acerca de su régimen cada vez más antidemocrático.
En calidad de líderes internacionales en Latinoamérica, y como auténticas democracias de mercado con valores humanos comunes, EEUU y España disponen de un gran potencial para actuar como la verdadera voz de la conciencia en Venezuela. Sin embargo, hasta ahora, dicho potencial no se ha materializado.
Las relaciones nunca son estáticas, y siempre, aún entre los amigos más cercanos, surgen diferencias. De hecho, las relaciones entre países no se miden por lo que son, sino por lo que hacen.
Nuestra relación con España no es un adorno de cristal para colocar en la estantería y dejar que acumule polvo, sino que es una verdadera asociación con un gran potencial para conseguir grandes cosas. Creo firmemente que existe un gran potencial ahí fuera que todavía está por explotar.
Cuando trabajamos juntos basándonos en los valores que compartimos para enfrentarnos a desafíos comunes, no hay límites a lo que podemos lograr. Este es el tipo de asociación que los EEUU desea establecer con España, y nosotros continuaremos haciendo lo que esté en nuestras manos con el fin de que esa asociación más enérgica se convierta en realidad.
Muchas gracias. Atenderé con sumo gusto sus comentarios y preguntas.