¿Cómo está la situación en Siria?
Desde que comenzaron las protestas en Siria en febrero de 2011, el Gobierno de Bashar al-Assad trató de evitar su extensión, repartiendo subsidios entre las familias más pobres, interfiriendo internet y la televisión y anunciando reformas que nunca ha puesto en marcha. A partir de mediados de marzo comenzó a recurrir a la violencia para reprimir las movilizaciones con las fuerzas de seguridad, primero, y sus fuerzas armadas después, pero aquellas se han ido generalizando y han pasado de pedir reformas económicas y sociales a pedir el cambio de régimen. Aunque la oposición está lejos de ser mayoritaria y de estar unida, y el régimen sirio cuenta con apoyos importantes dentro y fuera del país, su problema es que al recurrir a la violencia ha perdido la confianza de sectores que tradicionalmente le apoyaban y alterado el equilibrio de poder que garantizaba la permanencia de una minoría alauita al frente de una mayoría suní. Cuatro meses después, las movilizaciones continúan y el Gobierno no ha adoptado reformas políticas para desmovilizar las protestas de la oposición ni reformas económicas y sociales para mantener el apoyo de sus bases. La oposición crece lentamente y se han registrado algunas deserciones de soldados pero el régimen mantiene el apoyo mayoritario del Partido Baaz y de los cuadros de mando de las fuerzas de seguridad y las fuerzas armadas, con lo que seguirá recurriendo a la fuerza aunque el número de víctimas estimadas de la represión ascienda ya a unas 1.500.
¿Por qué no ha intervenido la comunidad internacional militarmente como lo hizo en Libia?
Si de verdad actuara de acuerdo con la intención moral de proteger a las poblaciones de las agresiones de sus dirigentes, debería haber actuado ya en Siria porque sus niveles de víctimas y de represión superan a los registrados en Libia. Además, y a diferencia de Libia, las movilizaciones se han mantenido pacíficas y no han derivado en un enfrentamiento armado, con lo que se dan todas las condiciones para intervenir siguiendo el principio de la responsabilidad de proteger. En contra de la intervención figuran varios factores. Primero, mientras se prolongue la intervención en Libia parece difícil que se pueda poner en marcha otra intervención en la zona. Segundo, porque el líder libio contaba con menos apoyos internacionales que el sirio y acompañó su represión violenta con altas dosis de incontinencia verbal que dejaba pocas dudas sobre sus intenciones. Por el contrario, el Presidente Bashar al-Assad ha acompañado a su represión de propuesta de reformas y de rechazo de los excesos, lo que ha permitido contar con mayor margen de maniobra que el autócrata libio al que desde el primer momento se le aplicaron sanciones y se le encausó ante la Corte Penal Internacional. Hasta ahora, Rusia ha evitado cualquier condena del Consejo de Seguridad alegando que la situación siria no representa una amenaza para la paz y la seguridad internacional y Estados Unidos y la Unión Europea se han limitado a establecer sanciones tardías y limitadas, esforzándose en diferenciar la responsabilidad de proteger en Libia de la de Siria.
¿Y ahora qué puede pasar?
El régimen de los al-Assad mantiene apoyos suficientes para revertir la situación si aplica reformas pero si continúa recurriendo exclusivamente a la violencia continuarán creciendo su aislamiento externo y disminuyendo sus apoyos internos. El régimen se aprovechará del cierre del país a los medios de comunicación y a las organizaciones internacionales para presentar las movilizaciones como el resultado de injerencias externas, conspiraciones religiosas y de infiltrados terroristas, pero el boca a boca erosiona el relato de la propaganda oficial y ya se conocen casos en los que las fuerzas de seguridad se han negado a emplear la violencia. También continuará tratando de encontrar chivos expiatorios, excitando a sus partidarios para asaltar las representaciones diplomáticas turca, francesa o estadounidense o la valla de separación con Israel. La oposición no ha recurrido a la violencia pero si lo hiciera perdería gran parte de las simpatías y apoyos que despierta su naturaleza pacífica. Si aumentara la presión externa e interna, el Presidente podría distanciarse de quienes han protagonizado la represión –aprovechándose de la creencia de que la represión es obra del sector más duro del régimen- pero al hacerlo perdería la base militar y política de su poder, con lo que aceleraría su caída.
¿Cuál puede ser la repercusión regional de la situación en Siria?
El Gobierno sirio ha tenido un papel regional influyente, particularmente en Líbano, y comparte el interés por mantener el status quo con potencias tan dispares como Irán, Arabia Saudita, Israel, Estados Unidos o Turquía, entre muchos otros. Gracias a ese papel de pivote entre oriente y occidente, entre suníes y chiitas, ninguna potencia regional o extra-regional tiene interés en fomentar la desestabilización en Siria. Además, ninguno de los actores mencionados dispone de la necesaria capacidad de influencia sobre verdadera capacidad de la caída del régimen alauita y su sustitución por un gobierno de mayoría suní pondrían en riesgo la influencia siria sobre Hezbolá en El Líbano o Hamas y la Yihad Islámica Palestina en los territorios palestinos, en beneficio iraní y de los sectores más radicales. Las sanciones impuestas, a las que está acostumbrado el régimen sirio, tendrán menos efecto a largo plazo en su comportamiento que el distanciamiento progresivo de sus valedores tradicionales quienes no desean corresponsabilizarse de los crímenes contra la humanidad que está acumulando el régimen alauita.