Uno de los aspectos que determinarán el éxito de la COP 25 en Madrid, y de la implementación del Acuerdo de París, será la actitud de China. Toda vez que Estados Unidos está en la rampa de salida del Acuerdo de París, el esfuerzo de la Unión Europea para garantizar una materialización de dicho acuerdo que permita mantener el calentamiento global por debajo de los dos grados centígrados será con seguridad insuficiente si China no se compromete a coliderar esta tarea.
Oficialmente, las autoridades chinas han manifestado en múltiples foros nacionales e internacionales su voluntad de jugar un papel destacado en la lucha global contra el cambio climático. Especial eco tuvieron las palabras de Xi Jinping en el Foro de Davos de 2017 como contrapunto al unilateralismo de la administración Trump. De esta forma, China continuaría con la línea de compromiso y cooperación con la lucha global contra el cambio climático que fue fundamental para impulsar el Acuerdo de París y que se refleja en su vigente plan quinquenal (2016-2020).
Sin embargo, no está tan claro que hoy sigan vigentes las condiciones externas e internas que facilitaron desde 2013 un papel proactivo de China en el régimen internacional del cambio climático. Desde una perspectiva internacional, la excelente sintonía en materia de cambio climático entre Obama y Xi se truncó con la llegada de Trump a la Casa Blanca. Sin embargo, este no ha sido un factor determinante ya que las autoridades chinas son conscientes de los réditos diplomáticos que les brindaría seguir mostrándose como un actor responsable y multilateralista, desempeñando un papel proactivo en la lucha contra el cambio climático. Por el contrario, mucho más problemático parece el cambio de la coyuntura económica en China.
Aunque las autoridades chinas consideran deseable alcanzar un modelo de desarrollo más sostenible y descarbonizado, su prioridad es mantener un ritmo de crecimiento económico suficientemente alto para asegurar la estabilidad social dentro de su país. La desaceleración de la economía china está haciendo que desde finales de 2017 este país no esté desarrollando una actuación nacional más ambiciosa contra el cambio climático ni iniciativas diplomáticas conducentes a garantizar el cumplimiento de los objetivos climáticos establecidos en el Acuerdo de París.
Es más, se han observado algunos retrocesos en materia climática en China en los dos últimos años. Por ejemplo, el consumo de carbón de China disminuyó entre 2013 y 2016, pero se mantuvo estable en 2017 y aumentó un 0,8% en 2018. También en 2018, el gobierno chino redujo los subsidios a la energía solar y comenzó la construcción de 28 GW de nuevas centrales eléctricas de carbón después de una moratoria de dos años. En abril de 2019, la Administración Nacional de Energía permitió a 11 provincias y regiones reanudar la construcción de plantas de energía de carbón que pueden servir a grandes usuarios industriales. Asimismo, una de las políticas de cambio climático más esperadas del 13 Plan Quinquenal, la implementación de un esquema nacional de comercio de emisiones de carbono, se ha pospuesto de 2017 a 2020.
Por otro lado, aunque es muy positiva la participación de China en la Plataforma Internacional de Finanzas Sostenibles, por el momento, Pekín no sólo lidera la inversión en energías renovables, también en centrales térmicas de carbón al estar financiando dentro y fuera de China proyectos que suponen más de la mitad de la capacidad mundial en construcción de este tipo de energía.
La COP 25 en Madrid nos va a dar una imagen más precisa de si China está realmente dispuesta a coliderar del régimen climático junto a la Unión Europea o si, por el contrario, no quiere asumir tanta responsabilidad apelando a su condición de país en vías de desarrollo. Esta cumbre va a ser clave para llegar a 2020 con compromisos más ambiciosos en la segunda entrega de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) y en la presentación estrategias de descarbonización a largo plazo.
China está en camino de cumplir su Contribución Determinada a Nivel Nacional para 2030, pero esta es, según el Climate Action Tracker, “muy insuficiente” para mantener el calentamiento global por debajo de los dos grados centígrados, si otros países hicieran un esfuerzo similar al de China. Además, aún no está claro si China cumplirá con el objetivo de presentar una Contribución Determinada a Nivel Nacional ligeramente más ambiciosa o si por el contrario apostará definitivamente por un liderazgo climático, compartido con la UE, que se materializarían en una Contribución Determinada a Nivel Nacional y una estrategia de descarbonización a largo plazo compatibles con el Acuerdo de París. Sería altamente deseable que China, como mayor emisor del planeta en términos absolutos, presente objetivos de reducción de emisiones significativamente más ambiciosos y, como segunda economía del mundo, muestre mayor solidaridad aumentando sus compromisos de financiación sostenible para apuntalar la acción climática de países más desfavorecidos. De no ser así, la Unión Europea puede quedarse demasiado sola y hay mucho en juego.