¿Está Kosovo al borde de un conflicto armado?

Manifestación "Kosovo je Srbija" en Belgrado en 2008

Desde el pasado mes de junio, las tensiones entre Kosovo y Serbia han ido en aumento, aparentemente por la cuestión de las matrículas de los coches. El gobierno de Kosovo había tomado la decisión de no reconocer las matrículas “KM” de Kosovska Mitrovica, la región poblada por la minoría serbia en el norte de Kosovo, obligando a la población a aceptar las matrículas de coche de Kosovo. Tras las presiones de la UE y de EEUU, el gobierno kosovar, formado en 2021 con Albin Kurti (del partido “Autodeterminación”) como primer ministro, prolongó el plazo de cambio de matrículas hasta el 20 de noviembre. Kurti anunció que a partir de esa fecha las multas por no cambiarlas serían en primer lugar de 150 euros, posteriormente la expropiación de las matrículas serbias y, finalmente, la expropiación de los vehículos[1].

Durante las últimas semanas se ha producido otro hecho que ha agravado seriamente la hostilidad interétnica que se arrastra desde la guerra de finales de los años 90, el bombardeo de la OTAN y la proclamación de la independencia unilateral por los albano-kosovares en 2008. Al problema de las matrículas, que es una mera cuestión de símbolos pero que refleja el no reconocimiento del Estado kosovar por los serbios que viven en Kosovo, hay que añadir la destitución del serbio Nenad Djuric, jefe de la Policía en Kosovska Mitrovica, ya que tal decisión del gobierno de Albin Kurti va directamente en contra del Acuerdo de Bruselas, firmado el 13 de abril de 2013, por representantes de Serbia, Kosovo y la entonces Alta Representante de la Política Exterior de la UE, Catherine Ashton, y refrendado por sus sucesores, Federica Mogherini y Josep Borrell. El Acuerdo de Bruselas es un documento que pretende crear un marco para la normalización de las relaciones entre Belgrado y Pristina. Dicho acuerdo contempla una amplia autonomía y autogobierno para la población serbia de Kosovo y, más importante aún, la creación de una Comunidad de Municipios Serbios (ZSO, por sus siglas serbias) en la región de Kosovska Mitrovica (norte de Kosovo). El objetivo final de este Acuerdo era el reconocimiento mutuo, con el propósito de la entrada simultánea de Serbia y Kosovo en la UE.

La situación es dramática ya que los representantes serbios han salido de todas las instituciones kosovares (unas 300 personas), incluidos los 10 diputados del Parlamento de Kosovo (que consta de 120 diputados en total), personal de la Policía y los cargos serbios del Ministerio del Interior y Justicia. Los policías que se han solidarizado con Durjic, su jefe destituido, se han quitado sus uniformes y unos 10.000 ciudadanos han salido a las calles en protesta contra las decisiones del gobierno y en apoyo de sus propios representantes. La seguridad del norte de Kosovo es responsabilidad de la Policía serbia, supervisada por la misión de la KFOR (Kosovo Force, una fuerza militar multilateral de 3.770 soldados dirigida por la OTAN). La retirada de la Policía de las calles crea inseguridad y sensación de desprotección entre la población.

La salida de los serbios de las instituciones kosovares inicia una escalada peligrosa, pero su regreso a las mismas está condicionado al cumplimiento de la creación de las ZSO y de otras partes del mencionado Acuerdo de Bruselas firmado por los líderes kosovares hace ya casi 10 años. La actitud de los serbios no va a solucionar los problemas que padecen, por lo que su objetivo principal parece ser conseguir que la comunidad internacional, y sobre todo la UE y EEUU, presionen al gobierno de Kosovo para que cumpla el Acuerdo de Bruselas. Ahora todo depende de la flexibilidad del gobierno albano-kosovar que, como ha demostrado con decisiones anteriores, anda más bien escaso de esta virtud. La credibilidad de la UE y EEUU está en juego: la de la UE por ser firmante del Acuerdo de Bruselas y la de EEUU por ser el país que ha iniciado la creación de Kosovo como un Estado independiente.

La situación en Kosovo es más preocupante de lo habitual. El comportamiento de los serbios parece imitar el de los albano-kosovares cuando abandonaron las instituciones serbias en los años 90. Entonces, como ahora, se interrumpió toda comunicación entre serbios y albano-kosovares. Intentar volver a las soluciones de la década de los 90 sería dar pasos hacia atrás. A nadie le interesa que estalle la violencia interétnica en Kosovo y la forma de impedirlo sería la mayor involucración de instituciones y líderes internacionales. La única manera de salir del actual callejón es que el gobierno de Pristina cumpla el Acuerdo que firmó en 2013; para ello, necesitará cambios legales en la Constitución y el apoyo de la comunidad internacional.


[1] B92, Vučić: Ovo su tektonske promene, ne žele da vide sa kakvim problemima se Srbi suočavaju.


Imagen: Manifestación «Kosovo je Srbija» en Belgrado en 2008. Foto: White Writer (Wikimedia Commons / CC BY-SA 3.0).