El 12 de marzo de 2025, el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España, José Manuel Albares, compareció en la Sesión Plenaria del Congreso de los Diputados, donde repasó las claves de un orden internacional en transformación, cuyos retos interpelan de manera directa a España y Europa.
El regreso de la guerra como forma de resolver diferencias, el cuestionamiento de las organizaciones multilaterales y la deriva de las relaciones transatlánticas, entre otros desafíos, exigen una respuesta firme y unida desde España y Europa.
Por su interés, consideramos oportuno poner a disposición del público una adaptación de dicha comparecencia. Agradecemos al ministro la deferencia de autorizar la publicación de su visión sobre el nuevo escenario internacional en el Real Instituto Elcano.
Este es un momento trascendental para nuestro país, para Europa y para el orden internacional basado en reglas e instituciones multilaterales. El orden mundial que ha regido nuestras vidas hasta ahora no desaparece, pero ya no está plenamente presente y uno totalmente nuevo no termina de perfilarse.
Es vital que España y Europa seamos actores y no meros espectadores y estoy seguro de que todos somos conscientes hoy de la importancia que tiene cada posición y cada decisión que tomemos. Estamos ante una nueva era que requiere de España y de Europa unidad, determinación y acción. Y cada uno de nosotros debemos estar a la altura de este momento. Tenemos que garantizar los proyectos de vida de nuestros ciudadanos. De lo que hagamos en las próximas semanas va a depender en buena medida nuestro destino y nuestro futuro. Hoy más que nunca, nuestra política exterior sólo puede ser política de Estado. Nuestras decisiones sólo pueden proceder de la responsabilidad, de la unidad de los europeístas y los demócratas.
La guerra ha vuelto como forma de resolver disputas en Oriente Medio, pero también en Europa. Y está provocando un número de víctimas que no se había registrado hace más de tres décadas. Lo estamos viendo en la catástrofe humanitaria en Gaza, en la injustificable agresión de Rusia a Ucrania, y en conflictos como los de Sudán y la República Democrática del Congo. Se está ignorando el derecho internacional y el derecho internacional humanitario de manera sistemática; también la más elemental humanidad. Y precisamente en este momento de enorme tensión, el multilateralismo y el orden internacional basado en reglas es abiertamente cuestionado, cuando no atacado.
Estamos entrando en una nueva era; sin embargo, tenemos certezas que nos orientan y aconsejan. La primera, la más segura, es que si lo que está amenazado es la estabilidad y la seguridad de Europa, la única respuesta eficaz y viable tiene que ser a escala europea.
Ante esta nueva realidad, la tentación del repliegue nacional y el mirar hacia adentro, como pretenden algunas voces euroescépticas, es una opción peligrosa para nuestros ciudadanos, para sus vidas y destinada al fracaso. En el tablero global, la división o la vuelta al nacionalismo estrecho sólo nos hace más pequeños y por ello más débiles ante los grandes poderes económicos y las grandes potencias políticas del planeta.
Lo que necesitamos es estrechar lazos entre europeos y con nuestros amigos y socios más fiables. Ante la incertidumbre, lo que necesitamos es invertir en confianza y lazos duraderos. Vamos a necesitar más unidad. Vamos a necesitar más integración. Vamos a necesitar una Europa más fuerte. Esta debe ser la hora de Europa.
Es la hora de que Europa alce unida su voz en favor del derecho internacional; de los principios de la Carta de las Naciones Unidas; de la prohibición de la guerra como forma de resolver disputas entre países, a favor de la cooperación internacional y del sistema multilateral. Es la hora de que Europa asuma en primera persona su propia seguridad. Llevamos muchos años hablando de ello, es el momento de hacerlo realidad. Es la hora de que Europa –la mayor unión política y económica del mundo, y la más exitosa– actúe con decisión y se convierta, por derecho propio, en un actor global promoviendo los valores y principios de la democracia, de la justicia social, del multilateralismo y de la paz que le hicieron nacer, le dieron sentido y ya son parte de nuestra identidad. Es la hora de que Europa proteja su mercado único y proyecte la competitividad de nuestras empresas.
Porque cualquier guerra comercial no tiene ganadores y sólo termina empobreciendo a todo el mundo. España y la Unión Europea (UE) queremos unas relaciones comerciales de cooperación con nuestros socios, mutuamente beneficiosas, como las que han existido hasta ahora, pero también vamos a defender con firmeza el mercado único y los intereses de las empresas europeas. La UE tiene instrumentos para ello y ha actuado con rapidez siempre que la imposición de medidas unilaterales ha afectado a los intereses económicos europeos.
Una guerra de agresión no puede acabar recompensando al agresor, el alto el fuego no puede ser un mero paréntesis seguido de otra guerra. Unidos con determinación trabajaremos por una paz justa, global y duradera. Europa ha demostrado su compromiso constante con la defensa por parte de Ucrania de su soberanía, independencia e integridad territorial. Europeos y ucranianos queremos la paz, pero que esa paz sea justa, sea global y sea duradera. Para ello debe estar rodeada de las debidas garantías de seguridad. Y para ello todos debemos asumir nuestra responsabilidad.
El Consejo Europeo ha dado prueba de unidad adoptando las primeras decisiones para que Europa pueda asumir más responsabilidad sobre su propia defensa y tomar en nuestras propias manos nuestra seguridad. Se van a movilizar préstamos y facilidades para dotarnos de las capacidades que necesitamos, desarrollando progresivamente la industria europea, lo que además tendrá efectos positivos en el empleo, en el desarrollo de las regiones y en la investigación y el desarrollo. Además, el Consejo Europeo ha adoptado el principio fundamental que ha venido defendiendo España a lo largo de este debate: que se debe movilizar financiación adicional a nivel europeo. En efecto, la seguridad beneficia a todos los ciudadanos a escala europea, es lógico que se financie también con recursos europeos. Estamos sentando bases de una defensa común europea para la que tenemos que movilizar recursos de la UE junto a los de los Estados miembros. Y esos recursos europeos deben incluir también una parte de mutualización e ir más allá.
Ese es nuestro compromiso, el compromiso con Europa, con el multilateralismo y un orden internacional basado en reglas. Lo que ahora se decide y está en juego es cómo será ese sistema internacional al que nos dirigimos. Lo que se decide es si nos regimos por el orden multilateral o por la ley de la jungla. Por nuestro sistema internacional y nuestro proyecto europeo, que penaliza la agresión, o por uno que recompensa la violencia del agresor.
Ningún demócrata puede resignarse a un mundo que permite la injusticia y recompensa la violencia. Es el momento de que todos los demócratas, todos los europeístas, nos unamos para defender el proyecto europeo que se basa exactamente en esos valores. El verdadero patriotismo hoy está en defender Europa. Defender la democracia hoy es también defender Europa. Defender la paz contra la violencia y la justicia contra la arbitrariedad es defender Europa. Este es un momento decisivo, es el momento de decidir y lo es para todos: o se está con Europa, con su democracia, con la sociedad abierta y tolerante, con la justicia y la paz social que Europa defiende y representa o se está con quienes atacan la democracia y el proyecto europeo.
La mayor amenaza que sufre en este momento Europa es la existencia de una guerra en el propio suelo europeo, en Ucrania. Una guerra que no es exclusivamente europea ya que lo que está en juego no es sólo el destino de un país, sino el del propio orden internacional y los valores que lo sustentan. Ucrania está sufriendo una guerra de agresión injusta e injustificable. Cuando empezó la invasión, todos los aliados prometimos a Ucrania que estaríamos a su lado todo el tiempo que fuera necesario, para defender su independencia, su soberanía y su integridad territorial, y también para defender los valores y los principios democráticos por los que el pueblo ucraniano está luchando. Los ucranianos y todos los europeos queremos que haya pronto una paz, pero ha de ser una paz justa, duradera y global.
Ese fue nuestro compromiso y España sí va a cumplir y hacer honor a su palabra. Hasta que llegue una paz justa, seguiremos apoyando a Ucrania. Así lo manifesté en mi viaje a Ucrania el pasado mes de enero. Así lo manifestó también el presidente del Gobierno durante su viaje a Kyiv el 24 de febrero, donde comprometió otros 1.000 millones de ayuda para este año, y así lo hemos reiterado en las reuniones de las últimas semanas ante el propio presidente Zelenski.
Saludamos cualquier iniciativa de paz que pueda poner fin a la agresión rusa y a la guerra. Pero debe ser una paz que no recompense al agresor, que esté basada en los principios de la Carta de las Naciones Unidas, que no sea un mero alto el fuego y un paréntesis entre dos guerras. No se puede hablar de paz en Ucrania sin Ucrania, como tampoco se puede hablar de la seguridad en Europa sin Europa. Los socios europeos estamos firmemente unidos en torno a esta apuesta por una paz justa y duradera, estos valores democráticos y este apoyo a Ucrania. Lo que pido a los grupos parlamentarios es esa misma unión y ese mismo apoyo entorno a los valores europeos y democráticos.
Mientras llega la paz, debemos seguir unidos en ese apoyo a Ucrania hasta que recupere íntegramente su libertad y su independencia, hasta que su democracia sea respetada. Esta es la posición del Gobierno de España que estoy trasladando en todas las reuniones en la UE y en las del grupo más restringido de socios europeos, el G5+ que incluye también al Reino Unido, en el que vamos a seguir teniendo una voz y un papel muy activos en defensa de la paz, la independencia y la libertad de Ucrania. España se sienta hoy en todas las mesas donde se diseña y se decide el futuro de Europa, porque todos saben que somos un país que siempre trabaja por el futuro de una Europa fuerte y unida.
Ni el pueblo de Ucrania ni el pueblo de Palestina pueden ser monedas de cambio en un tablero global de intereses nacionales. Si la Historia de Europa es una historia de éxito lo es porque, sobre las cenizas y las ruinas de la guerra más atroz que haya conocido la humanidad, supimos construir una unión de paz, justicia social y progreso compartido. Esos son los valores que nos han llevado a las mejores décadas de nuestra Historia y los valores que proyectamos al mundo, sea en Kyiv o en Gaza.
Hoy esos valores de nuestra UE son un modelo y un horizonte de esperanza para la humanidad entera. No debemos abandonarlos. Hoy atacan Europa quienes siempre han atacado los valores de justicia social, paz y democracia que la Unión representa. También la atacan porque en la política de bloques a la que pretenden abocarnos, Europa, una Europa unida y fuerte, puede y debe ser una potencia para la paz, el multilateralismo y el diálogo. Quienes quieren una Europa dividida, quieren una Europa débil. Porque temen la fuerza de los valores que representamos.
Por eso nuestra tarea esencial es la unidad. El desafío es vital para Europa. Está en juego no solamente la seguridad de Europa, sino el modo de vida europeo y nuestros propios valores. Frente a los intentos de dividirnos y debilitarnos desde dentro, vamos a reaccionar con la misma determinación y con la misma firmeza que frente a las amenazas e injerencias externas: vamos a responder con todas las herramientas para defender nuestro proyecto europeo.
También contamos con otros socios y aliados que van a estar con nosotros en la defensa de nuestros valores: el Reino Unido, Turquía, Canadá, Noruega. Claramente, Europa toma la iniciativa y lo hace en la dirección correcta. Y debemos mirar más allá de Europa. No se trata de levantar un bloque frente a otros o contra otros, porque esto no es algo que interese solamente a Europa o a Occidente. Durante años, hemos hablado de potencias emergentes, cuando en realidad ya han emergido: son, por ejemplo, muchos países de América Latina con los que España insistió durante su Presidencia europea en mantener la primera cumbre con la UE en más de ocho años. Es el nuevo acuerdo entre la UE y México, que va a acercarnos aún más a un socio fundamental de la Unión. O el Acuerdo UE-Mercosur. Es la relación entre la UE y África, que España se ha marcado como un objetivo central de su nueva estrategia de partenariado con los países del continente. Es también, por supuesto, la relación de la UE con la India y con China, con los países de Asia y el Pacífico, que son fundamentales para la estabilidad y la prosperidad del planeta.
Ninguno de nosotros podremos estar seguros si las normas universales de convivencia entre los pueblos son cuestionadas, si los organismos de las Naciones Unidas y el derecho internacional que surgieron del dolor y la destrucción de la última guerra mundial son deslegitimados. Si se pone en el mismo plano al agresor y al agredido o, peor aún, si se recompensa al agresor y se humilla al agredido.
La relación transatlántica en torno a unos valores democráticos compartidos ha sido mutuamente beneficiosa, para Estados Unidos (EEUU) y para Europa. Queremos que siga siendo así, pero tenemos claro que Europa tiene que asumir más responsabilidad sobre su propia seguridad. Europa debe continuar unida en torno a esos valores democráticos, sin permitir que nadie se interponga en la necesaria unidad y la necesaria acción para defenderlos.
La nueva Administración estadounidense tiene nuevos postulados en relación con Europa y con el multilateralismo. Nosotros deseamos que esa alianza natural que tenemos los europeos y los estadounidenses de manera histórica, y que ha sido tan beneficiosa para ambos, europeos y norteamericanos, se mantenga. Pero Europa también tiene la capacidad y la voluntad de tomar su destino en sus manos. Europa tiene que reflexionar, pero sobre todo tiene que actuar ya, a escala mundial y en Bruselas.
En primer lugar, tenemos una convergencia estratégica entre socios y aliados, y un consenso sólido sobre las amenazas y riesgos a los que nos enfrentamos. Tenemos nuestra visión común de nuestro entorno estratégico.
En segundo lugar, tenemos que articular un concepto integral de la seguridad, que incluye por supuesto la defensa –incluso una defensa común de la UE, un paso que ya está contemplado en los Tratados–. Pero que va más allá de la defensa: tenemos que garantizar también la competitividad de nuestras empresas, los flujos energéticos, los suministros de alimentos y de medicinas, y proteger nuestro mercado único frente a cualquier ataque arancelario o de otro tipo.
En tercer lugar, trabajamos para identificar qué capacidades son necesarias para garantizar todo ello. Capacidades militares, por supuesto, pero también tenemos que incluir aspectos como la protección civil, la protección de nuestras infraestructuras y protegernos frente a desastres naturales. La ciberseguridad y muchos otros aspectos de la seguridad digital y de la seguridad económica están íntimamente relacionados en este concepto integral de la seguridad. La industria y las empresas españolas tienen mucho que aportar en este esfuerzo común, que además contribuirá a la creación de empleo y a la competitividad de nuestra economía.
En cuarto lugar, las amenazas son contra Europa y no contra un país concreto. Por lo tanto, también aquí la respuesta debe ser europea y, por supuesto, incluir la frontera sur de Europa. Debemos movilizar recursos; también recursos europeos suficientes para atender todas estas necesidades y éste es uno de los aspectos fundamentales para los que solicito el apoyo de esta Cámara al Gobierno.
Cuando los europeos hemos comprendido que nuestra fuerza está en la unidad y hemos actuado en consecuencia, poniendo en común nuestros recursos y nuestro esfuerzo, la UE ha estado a la altura. Cuando los europeos movilizamos una voluntad colectiva, superamos con éxito las crisis verdaderamente existenciales. España, una vez más, contribuye a ese esfuerzo común para garantizar seguridad y construir una Europa más fuerte. Debemos hacerlo en defensa de nuestros valores y de nuestra democracia, frente a los ataques y a la injerencia extranjera en nuestros procesos democráticos, y frente a la desinformación. Debemos hacerlo en defensa de los proyectos de vida de nuestros ciudadanos. Necesitamos unidad, aquí y en Europa. Y necesitamos la acción y la determinación, aquí y en Europa.
España ha contribuido al debate europeo participando activamente en todos los foros de decisión. El presidente del Gobierno reiteró en Kyiv el apoyo de España a Ucrania el día que se cumplía el tercer aniversario de la agresión, estuvo también en París y en Londres con los principales líderes europeos para demostrar que Europa puede tomar la iniciativa y participó el pasado jueves en el Consejo Europeo extraordinario en Bruselas. Yo mismo he mantenido constantes reuniones y contactos con mis homólogos del denominado grupo G5+ que se configura como un verdadero grupo de contacto europeo capaz de liderar y tomar la iniciativa para la paz y la seguridad en el continente. España ha aportado a este debate europeo un documento con propuestas ambiciosas para el Libro Blanco de la Defensa. Fieles a nuestra trayectoria firmemente comprometida con el proyecto de la construcción europea, España considera que ha llegado el momento de dar un paso decisivo hacia una defensa común.
Hace tiempo que sabemos que Europa debía asumir su responsabilidad en un mundo crecientemente fragmentado e inestable. Cada vez más, tenemos que defender nuestros valores. Eso supone trabajar con nuestros socios y amigos, y estar preparados para tomar en nuestras manos nuestra seguridad. Podemos hacerlo: somos la mayor unión política y económica del planeta. Y sobre todo, tenemos la fuerza de nuestros valores, que son universales, de nuestra democracia, del derecho y de la razón.
Ya no podemos esperar más. Es el momento de cumplir la promesa de Europa a sus ciudadanos. Una promesa de democracia, paz y justicia social. La sombra de la división europea es la de la imposición de poderes ajenos a nuestros valores y a nuestros intereses. Juntos, podemos garantizar a nuestros ciudadanos estabilidad, paz y prosperidad para que cumplan sus proyectos de vida.
Por eso, es necesaria la unidad de todas las fuerzas políticas para tomar las decisiones vitales que requiere el cambio en el orden mundial y la seguridad y la estabilidad de nuestro país y de Europa.