Las relaciones bilaterales entre España y Venezuela llevan bastantes años de complicaciones y turbulencias. Después del reconocimiento exprés del gobierno de Pedro Carmona por José María Aznar, el 12 de abril de 2002, que significó el desplazamiento momentáneo de Hugo Chávez del poder, las cosas se torcieron definitivamente y nunca volvieron a la total normalidad, ni siquiera tras los esfuerzos desplegados en su momento por el entonces ministro de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos.
El más que publicitado episodio del “por qué no te callas”, protagonizado por el rey D. Juan Carlos y Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile (10 de noviembre de 2007), marcó otro punto álgido en la relación, que pudo ser reconducido después de diversas gestiones diplomáticas. Sin embargo, mientras Chávez estuvo al frente de su país, y pese a momentos de evidente tirantez, la relación se mantenía en una especie de status quo consentido por ambas partes.
Con la llegada de Nicolás Maduro al poder las cosas comenzaron a cambiar. No es que Chávez no dirigiera abundantes dardos dialécticos contra España, de lo que queda testimonio en muchos de sus “Aló presidente”, sino que sabía dosificar sus mensajes y tenía siempre bastante claro el límite que no se debía traspasar a fin de evitar problemas innecesarios. La mayor parte de los principales problemas de la agenda bilateral, como la difícil presencia de las empresas españolas en Venezuela, la protección a la colonia española y sus bienes o el amparo otorgado a los refugiados de ETA ya estaban presentes en aquellos años.
Sin embargo, Maduro carece de la prudencia de Chávez en el tratamiento de estos temas, y de cualquier otro. Ya hace prácticamente dos años atrás escribía en el Blog sobre las turbulencias que afectaban la relación bilateral hispano – venezolana y desde entonces poco ha cambiado en lo esencial. Esto no quiere decir que el ruido ambiental no haya aumentado. La utilización de las empresas españolas presentes en Venezuela como una especie de rehenes así lo testifica.
Los continuos ataques de Nicolás Maduro contra el Parlamento español, contra dos ex presidentes de Gobierno (Felipe González y José María Aznar) y contra el actual presidente, Mariano Rajoy, han llevado al ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, a tomar la extrema decisión de llamar a consultas al embajador en Caracas. Pese a ello, el gobierno ha proclamado que no desea la ruptura de relaciones con Venezuela y a la primera indicación de Maduro de que un diálogo era posible bajo condiciones de mutuo respeto, se mostró partidario de retornar a la situación anterior. Con todo, la experiencia demuestra que el sentido de las declaraciones del gobierno venezolano pueden cambiar rápidamente. Las palabras de apoyo al ex portavoz de Herri Batasuna Arnaldo Otegui son otra prueba de ello.
Es evidente que en el cambio de actitud de Maduro han intervenido diversas cuestiones. La primera, como pudo constatar personalmente en la Cumbre de las Américas recientemente celebrada en Panamá, que el grado de influencia de la diplomacia bolivariana ya no es el que era. No sólo Maduro carece del liderazgo que tenía Chávez, sino también ha aumentado la distancia que muchos gobiernos comienzan a tomar con Caracas. A esto se agrega, obviamente, las negociaciones en marcha entre Estados Unidos y Cuba para reabrir sus embajadas.
La segunda cuestión se relaciona directamente con la próxima celebración de la Cumbre UE (Unión Europea) – CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), en Bruselas. En esta ocasión, a diferencia de Panamá, tendrá enfrente a los 28 gobiernos de la Unión más los representantes de la Comisión, todos ellos muy sensibilizados por la situación de derechos humanos en Venezuela.
El regreso del embajador español no significará el retorno de la normalidad sino la vigencia de una cierta tregua que, con toda seguridad se podrá ver amenazada con algún próximo episodio similar a los ya conocidos. De todas formas hace bien el gobierno español en actuar como hace, no tensando la cuerda ni cayendo en provocaciones, lo que sería hacerle el juego al gobierno venezolano, que es precisamente lo que éste está buscando.