La reciente visita de los Reyes de España a Marruecos ha sido importante por varios motivos que reflejan la intensidad y la complejidad de las relaciones entre los dos países. En su primera gira internacional tras su proclamación como rey, Felipe VI ha visitado el Vaticano, Portugal, Marruecos y Francia acompañado de la Reina Letizia. De esas visitas, con marcado carácter protocolario pero también con contenido político, la más larga ha sido la realizada a Rabat, donde los monarcas estuvieron dos días –uno más que en el resto de etapas– invitados por el rey Mohamed VI.
La relación entre las Jefaturas del Estado de ambos países ha sido una constante que ha resistido a las diferentes coyunturas y numerosos momentos de tensión en la relación bilateral. Esa proximidad es lo que ambas Casas Reales quisieron escenificar durante la visita del rey Juan Carlos a Marruecos en julio de 2013 y en el reciente viaje de presentación de los nuevos Reyes de España. Es significativo que ambos desplazamientos se realizaran durante el mes de ramadán, un periodo del año en el que es excepcional recibir visitas de Estado en muchos países musulmanes, incluido Marruecos. Este hecho se ha visto como una muestra de cercanía y familiaridad hecha por parte de los anfitriones marroquíes.
Marruecos y el conjunto del Magreb son un área prioritaria de interés para España por muchos motivos que afectan a la seguridad de los españoles, pero también por las oportunidades que esa región puede ofrecer. La opinión pública española parece haber tomado conciencia de ello, tal como refleja un reciente Barómetro del Real Instituto Elcano (BRIE). En opinión de los entrevistados, las áreas prioritarias de interés para la política exterior española deben ser: la Unión Europea (37%), seguida de Marruecos y el norte de África (23%), que quedan por delante de Estados Unidos (16%) y América Latina (11%). A esa atención especial responde la reciente visita de los Reyes al vecino magrebí más cercano, con el que España mantiene unas relaciones cada vez más densas, pero al mismo tiempo complejas.
De unos años para acá se ha constatado una mejora en el clima de las relaciones bilaterales hispano-marroquíes tras periodos cíclicos de tensiones y fuerte crispación. Eso se ha debido, en parte, a la voluntad de ambos gobiernos de emplear un enfoque práctico y realista que ha permitido intensificar la cooperación en ámbitos económicos, migratorios y de seguridad. No obstante, esa “luna de miel” parece ser el resultado de que no se aborden aspectos de fondo que han enturbiado la relación en el pasado y que, con mucha probabilidad, lo volverán a hacer en el futuro.
Marruecos es un vecino que está a 14 kilómetros de la Península, pero sólo a pocos metros del territorio español, con el que tiene frontera en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Esta proximidad geográfica, sumada a la presencia de una importante comunidad marroquí en España (cercana a las 800.000 personas), al diferencial de renta per cápita (21.000 euros frente a 2.155 euros en 2012, según el Banco Mundial) y a las diferencias políticas, demográficas y culturales, suponen un terreno abonado para las divergencias y fricciones. Sin embargo, esas mismas realidades hacen que también existan motivos para cooperar más y buscar fórmulas de complementariedad beneficiosas para ambos países, máxime cuando se solapan múltiples crisis económicas, sociales y políticas a ambos lados del Estrecho de Gibraltar.
Las lecturas más optimistas del momento que atraviesan las relaciones hispano-marroquíes hacen hincapié en el importante crecimiento de la dimensión económica. En la actualidad, España y Francia se sitúan casi a la par como principales socios comerciales de Marruecos (eso sin sumar el voluminoso “comercio atípico” –o contrabando– a través de Ceuta y Melilla). De hecho, Marruecos es ya el segundo cliente de España fuera de la Unión Europa, sólo por detrás de Estados Unidos. Eso está permitiendo a empresas y a profesionales españoles de distintos sectores buscar oportunidades en ese país ante las dificultades que encuentran en el mercado español. Asimismo, la mejor relación se refleja en una mayor colaboración por parte marroquí en el control de la emigración irregular desde su territorio hacia España, así como en la colaboración en temas de seguridad.
A pesar del buen momento –tal vez coyuntural– a nivel político y económico entre ambos países, aún falta mucho por hacer en el plano social y humano. Entre las poblaciones de los dos vecinos existen grandes niveles de desconocimiento mutuo, que se extiende a sus élites y dirigentes. Si se quiere consolidar la buena relación actual, hace falta dedicar más atención y esfuerzo a construir puentes entre las dos sociedades. Los malentendidos y la desconfianza se nutren de la falta de conocimiento del “otro”, algo que no se resuelve únicamente mediante mayores contactos a nivel de las élites. Tejer más relaciones humanas y profesionales pasa por la creación de nuevos espacios, el fomento de los intercambios, la revisión de la política de concesión de visados y una presencia cultural y comunicativa más eficaz y proactiva.
Marruecos es para España un socio clave, y viceversa. Teniendo en cuenta los seis objetivos estratégicos identificados en el Informe Elcano Hacia una renovación estratégica de la política exterior española, así como los instrumentos de acción exterior que existen para alcanzar esos objetivos, Marruecos está ligado a todos ellos de una forma u otra. Los asuntos espinosos entre ambos países siguen ahí: reclamaciones territoriales, problemas fronterizos, delimitación de aguas, insuficientes garantías jurídicas, desacuerdos en la solución definitiva del conflicto del Sáhara Occidental y la lucha contra tráficos ilícitos, entre otros. La buena disposición mostrada por los dirigentes de ambos países debería servir para entablar una comunicación franca y constructiva sobre cómo resolver esos asuntos espinosos de forma aceptable y gradual, en lugar de postergar la reaparición de situaciones de conflicto y crispación.
En su discurso de proclamación ante las Cortes Generales el pasado 19 de junio, Felipe VI destacó que “nuestros vínculos antiguos de cultura y de sensibilidad tan próximos con el Mediterráneo, Oriente Medio y los países árabes, nos ofrecen una capacidad de interlocución privilegiada […] en una zona de tanta relevancia estratégica, política y económica”. La sociedad española tiene mucho que ganar si Marruecos se convierte en un espacio privilegiado de inversión y desarrollo común, al igual que la sociedad marroquí. Para que eso sea una realidad, es necesario aprovechar las complementariedades entre ambos países, fortalecer los lazos entre sus sociedades, intensificar el contacto entre sus instituciones, abordar los asuntos delicados y mantener un diálogo fluido y crítico cuando sea necesario. Si a ello contribuye la buena sintonía entre dos monarcas de la misma generación, mejor le irá a los vecinos de un lado y de otro.