El último Congreso de la Lengua Española celebrado en San Juan de Puerto Rico se cerró con polémica. Algunos pasajes de las intervenciones de Felipe VI y del director del Instituto Cervantes no fueron del agrado de los independentistas locales, que terminaron reprochando a España la falta de respaldo a su causa. El monarca comenzó su discurso inaugural compartiendo su “gran alegría por viajar nuevamente a los Estados Unidos de América y por hacerlo poco después de haber visitado La Florida”. Posteriormente, y en distintos pasajes, Felipe VI aludió repetidamente a la condición dual del país: “los puertorriqueños tienen mucho que decir, desde dentro de la comunidad hispánica y desde dentro de la sociedad estadounidense”. Por su parte García de la Concha señaló que era la primera vez en su historia que el congreso de la lengua se celebraba “fuera de la Comunidad Iberoamericana de Naciones”. Sin embargo, como veremos, sus palabras fueron malinterpretadas.
Estas dos intervenciones provocaron un profundo malestar en el novelista portorriqueño Eduardo Lalo, que intervenía al día siguiente en el panel “Las artes del espacio y del tiempo”. Ante lo ocurrido decidió modificar su intervención y comenzó reprochando “las palabras que ayer enunciaron el director Instituto Cervantes y el Rey de España”. Jorge Berástegui del Huffington Post le preguntó qué le había enfadado tanto y su respuesta contundente fue: “Que el director del Cervantes dijera que era el primer congreso que se celebraba fuera de Hispanoamérica”.
Una vez más, las expectativas y las perspectivas con las que se analizan los hechos y los discursos jugaron un papel protagónico. Para comenzar hay que señalar que las palabras del rey no sólo no fueron suficientes, sino también muy frustrantes para quienes buscaban un posicionamiento del Jefe de Estado español sobre el debate nacionalista de Puerto Rico. Algo que evidentemente no se produjo ni podía haberse producido dados los importantes lazos de todo tipo existentes entre España y Estados Unidos. En lo que respecta a las palabras del director del Cervantes, el hecho de confundir una comunidad política (la Comunidad Iberoamericana de Naciones) con una comunidad lingüística (Hispanoamérica), marca un punto de mala fe por quienes lo hicieron.
En este punto colisionaron las posturas de quienes defienden la independencia de Puerto Rico, y que ven en las raíces españolas una importante seña de identidad, con las de aquellos que estiman que el español y los hispanos de Estados Unidos son un activo importante para la conquista del mercado estadounidense. Era evidente que algo de esto podía pasar, y de ahí que se podría haber evaluado mejor la elección de San Juan como lugar de celebración del Congreso.
Por otra parte, los datos del español en Estados Unidos no son tan buenos como frecuentemente se los presenta. La obsesión por leer este fenómeno únicamente en términos demográficos oculta parte de lo que ocurre en ese país en las últimas décadas. Por un lado, las proyecciones de población del Censo estadounidense coinciden en augurar un importante crecimiento a la población hispana. Si hoy podemos hablar de 55,38 millones de hispanos, las proyecciones hacia 2050 hacen pensar en que se podría superar la barrera de los cien millones.
En las dos últimas décadas hemos visto que el principal mecanismo que impulsa el crecimiento de la población hispana no es la vía migratoria, sino los nacimientos ocurridos en el propio país. Es más, recientemente el saldo migratorio entre Estados Unidos y México ha pasado a ser negativo. Este dato es relevante, porque la actitud hacia el idioma de los hispanos migrantes y de los nacidos en Estados Unidos es diferente, junto con la pérdida del idioma que se produce en las segundas y terceras generaciones, un fenómeno muy importante. En resumen: más hispanos no es sinónimo de más español.
Los datos de la oficina del Censo o los estudios del Pew Research Centre muestran que un 72% de los hispanos de tercera generación solo habla inglés y que el 27% de los hispanos no habla español en su hogar (el 32% en el caso de hispanos nacidos en EEUU). Es más llamativo que un estudio de Pew Research de noviembre de 2015 muestra la divergencia entre la identidad hispana y el uso del español. Para un 71% de los hispanos, no es necesario hablar español para ser hispano. Esa cifra baja al 58% entre los hispanos nacidos fuera de EEUU, y sube nada menos que al 87% cuando se trata de hispanos nacidos en territorio estadounidense.
Las reacciones de Puerto Rico y los datos más recientes sobre el español y los hispanos deberían llevarnos a extremar la cautela en lo referente a la presencia de España en Estados Unidos. Un exceso de voluntarismo puede terminar desvirtuando nuestra política en relación con uno de nuestros principales aliados, Estados Unidos.
(Actualizado a 1/4/2016)