El pasado domingo 25 de noviembre, Rusia disparó contra tres buques de la marina ucraniana en el mar de Azov, capturó sus tripulaciones (y buques) y bloqueó temporalmente el paso por el estrecho de Kerch, la puerta de entrada de Azov. El incidente es la culminación de las tensiones que comenzaron en 2016 con la construcción del puente de Crimea que une, a través del estrecho de Kerch, la península ilegalmente anexionada con Rusia.
El bloqueo naval que está llevando a cabo Rusia tiene tres objetivos principales:
- generar pérdidas económicas en Ucrania,
- continuar la agresión militar contra Kiev, y
- asegurar el control de mar de Azov, como parte de su estrategia de proyección del poder militar en mar Negro y en la anexionada Crimea.
El estrecho de Kerch tiene una extraordinaria importancia estratégica para Ucrania al ser el único acceso marítimo que tiene para acceder a Mariúpol y Berdyansk, dos principales puertos de exportación de grano y acero desde dicho país, que además albergan cientos de compañías pesqueras privadas que emplean a más de 20.000 personas. Los puertos en ambas ciudades han experimentado un 30% de pérdidas de ingresos desde la construcción del puente de Crimea, debido a la reducción de la libre navegación de los barcos pesqueros y porque el puente tiene una altura de solo de 33 metros sobre el nivel de mar, lo que impide el paso de los grandes cargueros.
Mariúpol fue conquistada brevemente por los rebeldes prorrusos en primavera de 2014, pero el Ejercito de Ucrania y los batallones de los voluntarios nacionalistas les desalojaron, y se convirtió en el símbolo de la resistencia contra Rusia. El bloqueo naval demuestra que Rusia sigue aspirando a controlar Mariúpol, aunque por otros medios. Para Moscú es necesario asegurar el control de mar de Azov como parte de su estrategia en el mar Negro, clave de su intervención militar en Siria y su presencia en el Oriente Medio. Afianzando la fuerte proyección del poder militar en el mar Negro, el Kremlin aspira disuadir la ampliación de la OTAN más allá de la frontera que une mar Báltico y el mar Negro.
Para Ucrania, conservar el control de los 300 kilómetros de la costa de mar de Azov es imprescindible para conservar lo que queda de su independencia económica y estratégica de Rusia. Si no lo consigue, Rusia penetrará aún más en su territorio.
El bloqueo naval ruso representa una peligrosa escalada en las relaciones entre Kiev y Moscú. Sin embargo, los países occidentales no reaccionarán más allá de la condena verbal de las acciones rusas e intensificarán los “esfuerzos diplomáticos” para rebajar las tensiones, lo que obviamente es conveniente. Cabe preguntarse si es suficiente para contener a Rusia.