El 29 de noviembre, camino a la Cumbre del G-20 a celebrarse en Buenos Aires, el consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos John Bolton hará una escala en Rio de Janeiro para reunirse con el presidente electo Jair Bolsonaro. Este encuentro entre el JB estadounidense y el JB brasileño marca de alguna manera los nuevos vientos que soplan en América Latina y, sobre todo, lo que de momento se percibe como un fuerte e intenso acercamiento entre Brasil y Estados Unidos.
No en vano muchos han insistido en denominar a Bolsonaro el “Trump brasileño”, o inclusive el “Trump tropical”, según el periódico chino Global Times. Sin embargo, como ya he señalado en otra parte, ni Bolsonaro es Trump ni Brasil es Estados Unidos. Pero, más allá de las comparaciones vale la pena preguntarse cómo será la relación entre Brasil y Estados Unidos y qué repercusiones tendrá, tanto en la política hemisférica de la Administración Trump como en las alianzas regionales en América Latina.
Después de casi dos años de abandono, Trump ha decidido mirar a América Latina y ya cuenta con altos cargos que han comenzado a posicionarse sobre lo que ocurre en el Hemisferio Occidental. Es el caso del secretario de Estado Mike Pompeo y del propio Bolton. Este giro también lo refleja el nombramiento de Kimberly Breier, secretaria de Estado adjunta para el Hemisferio Occidental, y de Juan Cruz, responsable de América Latina en el Consejo de Seguridad Nacional.
Estas designaciones han inaugurado una línea de mayor dureza, concentrada en Cuba, Venezuela y Nicaragua, calificadas por Bolton como “la troika de la tiranía”. Nuevas exigencias y sanciones caracterizarán la nueva etapa, aunque para poder llevarlas a cabo con cierto éxito se requiere buena sintonía con al menos los principales países de la región.
Esto es lo que quiere apuntalar Bolton con su visita a Bolsonaro, a quien calificó de “aliado de ideas afines”. Por eso, como señaló en un tuit, al aludir a su visita a Brasil: “Compartimos muchos intereses bilaterales y trabajaremos estrechamente para expandir la libertad y la prosperidad por todo el continente americano“.
La duda sobre el encuentro girará en torno a cuán receptivo será Bolsonaro a las propuestas de Bolton, especialmente sobre Venezuela y la resolución de su grave crisis, y si exigirá o no contraprestaciones a cambio de su apoyo a la política de Washington. La relativa inexperiencia política, tanto de Bolsonaro como de su nuevo ministro de Exteriores Ernesto Araújo podrán ser un factor que favorezca a Bolton.
Tampoco se puede olvidar la existencia de distintas fuerzas que pugnan por controlar y condicionar la política exterior brasileña. Aquí destacan la posición de Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, que quiere dar un giro radical a la inserción internacional de su país y un mayor liderazgo continental para su padre; la de los militares, que tendrán una fuerte opinión en lo relativo a las cuestiones de seguridad y defensa, incluyendo el combate contra el crimen organizado, y el del equipo económico encabezado por Paulo Guedes, partidario de una total apertura comercial y de una mayor inserción en el mundo globalizado.
Otro punto, muy relacionado con el anterior y sobre el cual con casi toda seguridad girará el encuentro, es el de la evolución de la relación sino-brasileña. De alguna manera esta ha sido puesta en cuestión por las declaraciones de Bolsonaro durante la campaña electoral (“China no está comprando en Brasil, China está comprando Brasil”) y por su previa visita a Taiwán. Con el ánimo de restablecer el buen clima, Pekín ha invitado a una delegación de 10 altos cargos del Partido Social Liberal (PSL), el partido de Bolsonaro, a visitar China y tener reuniones de alto nivel.
De ahí la relevancia de unas recientes declaraciones de Thomas A. Shannon Jr., embajador de Estados Unidos en Brasil entre 2010 y 2013: “Creo que el presidente electo y su equipo entienden que, si bien es importante vender materias primas a China, el tipo de relación económica que el país puede tener con Estados Unidos ofrece mucho más para el futuro de Brasil”. El exdiplomático norteamericano está intentando influir en el rumbo de Itamaraty en una cuestión tan delicada.
Respecto a las declaraciones más arriba mencionadas de Bolsonaro sobre China, el vicepresidente electo, el general Hamilton Mourão, dijo que las palabras del presidente fueron “exageradas”, ya que China no está comprando Brasil porque nadie puede comprar Brasil. Es más, también apuntó que “A veces el presidente tiene una retórica que no se combina con la realidad”. Es una prueba más de las contradicciones existentes en el equipo de transición y de las dificultades que tendrán para gobernar de forma armónica una vez que se junten todas las piezas del nuevo gobierno.
La disyuntiva entre China y Estados Unidos o la posibilidad de compaginar ambos mundos va resultar clave en el desenlace de la entrevista entre Bolton y Bolsonaro. No en vano China es el principal socio comercial de Brasil, uno de los principales inversores directos y un importante prestamista. ¿Qué hará al respecto el nuevo gobierno? Bolsonaro quiere restar protagonismo a la presencia china, pero al mismo tiempo sabe que la necesita para la reactivación de la economía de su país, y no solo para la construcción de infraestructuras.