Las elecciones en Guatemala dejaron resultados para todos los gustos y, también, para todas las interpretaciones. Aquellos que gusten resaltar lo inesperado del resultado y la gran sorpresa de la elección podrán hacerlo, al igual que aquellos que opten por subrayar que todo, o casi todo, fue como se esperaba, business as usual.
Lo mismo se puede decir en relación con las predicciones respecto a la segunda vuelta, donde las cosas se resolverán entre los dos polos de la dicotomía formada por la posibilidad de la continuidad o de la ruptura. Pero, más allá de las tomas de posición de cada uno, o de sus afinidades interpretativas, lo más lógico es incorporar el mayor número de variables posibles a la ecuación, a fin de disponer de un panorama lo más completo posible.
Comencemos, entonces, por la gran sorpresa de los comicios, el paso a la segunda vuelta de Bernardo Arévalo, el candidato del Movimiento Semilla, y la consiguiente derrota de los otros dos aspirantes que pugnaban por un lugar en el balotaje: el diplomático Edmond Mulet y Zury Ríos, la hija del general Ríos Montt, que contra todo pronóstico acabaron quinto y sexta. Lo interesante del caso es que Arévalo, que prácticamente no contaba en las encuestas, se convirtió en el gran vencedor de la jornada electoral, pese a situarse por detrás de Sandra Torres (15,78% del voto). Arévalo obtuvo el 11,80% de los sufragios, cuando su intención de voto apenas era del 2,8% y estaba en el octavo lugar de las preferencias demoscópicas.
La sorpresa se repitió en las elecciones parlamentarias, ya que Semilla obtuvo 23/24 diputados en lugar de los cinco previstos, si bien la fragmentación de la representación volvió a hacerse presente. En esta oportunidad, al menos 18 partidos tendrán representación parlamentaria. Sin embargo, pese al avance del Movimiento Semilla, éste no tendrá, en ningún caso, el control del Parlamento. El grupo mayoritario lo formarán los diputados de Vamos, el partido oficialista, con 39/40 escaños, seguido de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), el partido de Sandra Torres, con 28 escaños, seguido por los 23 del Movimiento Semilla.
Lo que sí fue aplastante fue el peso de las certezas. Poco antes de la elección, junto con Rogelio Núñez, publicamos el Análisis “Elecciones en Guatemala: el sistema se resiste pese al ascenso del voto de castigo y anti-élite”, y si bien la resistencia del sistema fue algo menor de la esperada muchas de las constantes mencionadas se vieron plenamente ratificadas. Nadie se impuso en la primera vuelta, no ganó (ni podrá ganar) el candidato del partido de gobierno, se produjo una gran fragmentación del voto y el voto de castigo y anti-élite funcionó de forma eficaz, especialmente en las grandes ciudades.
Con una participación del 60,51% (menor en un 1,3% a la de cuatro años atrás), la abstención tuvo un gran protagonismo. Sin embargo, el peso del voto nulo y del voto en blanco, la opción promovida por algunos de los candidatos imposibilitados de votar fue determinante y provocó que se cumpliera otra de las constantes anunciadas, el fracaso de las encuestas o su escasa fiabilidad. En esta ocasión, la suma del voto nulo (17,3%) y del voto en blanco (7%) alcanzó un porcentaje destacado, lo que supone que prácticamente la cuarta parte de los votantes no se haya decantado por ningún candidato.
Toca ahora indagar en torno a las opciones de los dos candidatos a la segunda vuelta y a los problemas de gobernabilidad que una y otro deberán afrontar en caso de ganar la elección. Sobre el balotaje, por un lado, tenemos a Sandra Torres, ubicada en el centroderecha del espectro político. Torres, fue primera dama y desde que gobernaba su exmarido, Álvaro Colom, aspira a presidir su país. En estos momentos ella encarna, más claramente que Arévalo, los intereses del establishment. Por el otro, está Bernardo Arévalo, de centroizquierda, moderadamente reformista, a quién muchos definen como socialdemócrata. Pese a estos atributos ya ha comenzado una dura campaña de desprestigio en su contra, acusándolo de proabortista o de querer desmantelar el Poder Judicial guatemalteco o de, sencillamente, amenazar el futuro de la democracia guatemalteca.
En este contexto, a falta de que se vaya conociendo el resultado de las primeras encuestas de cara a la segunda vuelta, pese a su escasa fiabilidad, una cuestión central es cuáles son las expectativas y las posibilidades de cada candidato de ganar la elección.
Obviamente se conformarán dos grandes coaliciones, que podrán estructurarse en función del rechazo de cada uno, más que por las cualidades de los programas respectivos.
Así tendremos la coalición “todos contra Arévalo”, aglutinada por el miedo al cambio de las élites tradicionales y de todos aquellos que de una u otra manera se benefician de la corrupción y de la existencia de un Poder Judicial sumiso al Ejecutivo, y la otra coalición, “todos contra Torres”, asentada en el profundo rechazo que genera esta política, hoy declarada admiradora de Bukele, pese a contar con importantes apoyos en el mundo rural, debido a las políticas clientelares que implementó cuando su exmarido presidía Guatemala.
Tras la elección tocará gobernar y ni Torres ni Arévalo lo tendrán fácil. Será complicado avanzar en un proceso sistemático de reformas, aunque un triunfo del segundo, especialmente si es por un amplio margen, lo habilitaría para tomar ciertas iniciativas de mayor calado, como el restablecimiento del orden legal dentro del Poder Judicial o avances de peso en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado. Habrá también que armar amplias coaliciones parlamentarias y, si bien a Torres le resultará más sencillo recabar nuevos apoyos, la tarea será ardua para aquel de los dos que logre imponerse en el balotaje del próximo 20 de agosto.