“Se acabó, la señora ha ganado”, dijo Ivo Josipovic, presidente de Croacia, cuando vio que la candidata de la Unión Democrática Croata (HDZ), Kolinda Grabar Kitarovic, le había superado en votos por un escaso margen. En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas el pasado 11 de enero, Josipovic, del Partido Socialdemócrata (SPD) sumó el 49,26% de los votos, mientras Grabar, contra todos los pronósticos y encuestas, le vencía con el 50, 74%, convirtiéndose así en la primera presidenta de Croacia.
El resultado electoral refleja el descontento de la población con el actual gobierno del SPD, cuyas medidas no han conseguido paliar la crisis económica más dura que ha sufrido el país desde su independencia (1991), aunque no hay que subestimar las cualidades de la candidata ganadora ni su imagen pública, su programa electoral y la capacidad política demostrada al hacerse con el control del HDZ.
Kolinda Grabar es valorada como el mejor diplomático croata (fue ministra de Asuntos Exteriores y embajadora en los EEUU), y admirada tanto por sus orígenes humildes (nació en una aldea de Istria, cerca de Rijeka, en 1968) como por su poliglotismo (es licenciada en Filología inglesa y española). Durante la campaña electoral, a la que concurrió con el eslogan Predsednica za bolju Hrvatsku (“La Presidenta para la mejor Croacia”), se presentó como una conservadora moderada y prometió empezar a trabajar inmediatamente, si ganaba, para mejorar la situación económica. Declaró que quiere ser presidenta para salvar a su patria y se ganó el apoyo de la derecha radical del partido, visitando al general Ante Gotovina (acusado por crímenes de guerra contra los serbios, condenado a 24 años de cárcel por el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, que luego lo absolvió) a quién considera un héroe. Al promover la legalización del matrimonio homosexual, del consumo de marihuana y del aborto, se atrajo duras críticas de los obispos, pero también a muchos votantes del SPD.
La victoria de Grabar no supone cambio alguno en la política exterior del miembro más joven de la Unión Europea, pero sí una cohabitación incómoda con el gobierno del SPD y de su primer ministro Zoran Milanovic hasta las próximas elecciones parlamentarias previstas para finales de 2015. Su labor, por muy prometedora que sea, tendrá pocos efectos si su triunfo no se convierte en el preludio del retorno del HDZ al gobierno.