Ella baja en las encuestas, él sube; ella sube el tono, él lo suaviza; él genera entusiasmo entre sus seguidores, ella tiene la mejor infraestructura posible (a finales de agosto, Clinton contabilizaba 291 oficinas sobre el terreno en los estados más disputados frente a 88 de Trump).
La más volátil e impredecible lucha política de la historia de EEUU llegará en breve a uno de sus momentos más esperados: el primer debate entre Hillary Clinton y Donald Trump. Que la carrera esté más reñida que nunca no ha hecho sino avivar la expectación, que puede llevar a una audiencia equiparable a la de la Super Bowl. Y eso que hace escasamente un mes la candidata demócrata lideraba las encuestas con una ventaja que llegó a ser de nueve puntos. ¿Qué ha pasado desde entonces?
Son de sobra conocidos los bajos porcentajes de popularidad de Hillary Clinton pero no es razón suficiente para explicar por qué las cosas han cambiado tan rápidamente. Hay que tener en cuenta una serie de hechos que han ocurrido en el último mes:
- El cambio en el equipo de campaña de Trump, con la entrada de Kellyanne Conway y Stephen Bannon, y de su estrategia de comunicación parecen haber enderezado el barco del candidato republicano. Ahora usa teleprompters, invierte más en publicidad y ha reducido sus ruedas de prensa y entrevistas, tratando de evitar en la medida de lo posible grandes controversias. Aunque a veces se vuelve a salir del camino, como al reactivar la polémica sobre el lugar de nacimiento de Barack Obama. Pero su objetivo ahora es centrarse en el mensaje económico y en su figura como agente de cambio frente al estatus quo que encarna Clinton, que es lo que dio ventaja para hacerse con el título de candidato del partido.
- La candidata demócrata cometió la enorme equivocación de llamar “deplorables” a la mitad de los seguidores de Trump, generalizando al igual que su oponente hace cuando se refiere a los hispanos y a los musulmanes. Un error precedido de un amplio periodo de silencio para hacer fundraising, pero que la candidata no aprovechó para elaborar un buen mensaje positivo sobre lo que significaría la presidencia de Hillary Clinton. Además, continúan sus dificultades para ser firme y no titubear cuando le preguntan sobre las controversias con el Departamento de Estado y la Fundación Clinton, sin olvidar la omisión pública de su neumonía que refuerza esa imagen pública de persona hermética y poco fiable.
- Un número inusitado de votantes sigue indeciso y los candidatos de los terceros partidos están teniendo un tirón y un apoyo que no han tenido en décadas, lo que parece perjudicar más a la candidata demócrata que al republicano. Gary Johnson, el candidato del Partido Libertario, y Jill Stein, del Partido Verde, suman el apoyo de al menos un cuarto de los votantes por debajo de los 35 años, una franja de edad que apoyó incondicionalmente a Barack Obama. No obstante, ni Johnson ni Stein participarán en el debate el próximo lunes por no cumplir con los criterios de la Comisión de Debates Presidenciales para su inclusión en el mismo.
Puede ser una contradicción pero justo cuando Barack Obama alcanza unos niveles de aprobación máximos, parece que el país va en sentido contrario. Y es que a pesar del ferviente apoyo que el presidente de EEUU recibe de los afroamericanos, hispanos y votantes jóvenes, éstos no muestran el mismo entusiasmo por Clinton. De ahí el temor del Partido Demócrata a que se queden en casa el día de la votación. La candidata debe darles una razón para que le voten, más allá de ir contra Trump, y así tratar de estimular a aquella base demócrata que apoyó en dos ocasiones a Obama. Pero contará con él y con Michelle, además de Bernie Sanders y Elizabeth Warren, que están ya haciendo campaña ahí donde Trump sube en las encuestas.
Los seguidores de Trump son mucho más entusiastas, pero tampoco hay que olvidar que sus porcentajes de popularidad son incluso más bajos que los de Clinton, y que grandes franjas del electorado no le ven como presidencialista. Su problema fundamental, al margen de las minorías, reside en mantener el apoyo de aquellos conservadores blancos y con un elevado nivel de estudios que se le resiste. La noticia de que George Bush (padre) votará a su rival no le ayuda.
Con este panorama el próximo lunes 26 de septiembre asistiremos a noventa minutos de debate en la Universidad de Hofstra en Long Island, experiencia y preparación frente a empuje e imprevisibilidad. ¿Quién ganará?