Son los candidatos más rechazados en términos de popularidad y, sin embargo, los más vistos, con la mayor audiencia registrada en la historia de EEUU para un debate presidencial: una media de 84 millones de telespectadores a los que hay que sumar 2,5 millones de personas que lo siguieron en internet.
Este primer “round” nos ha dejado a un Donald Trump más a la defensiva que a su oponente a la ofensiva. Quizás las tácticas de Hillary Clinton para abordar el debate surtieron efecto. Primero, Clinton se refirió a su oponente simplemente como “Donald” –él se refirió a ella como “secretaria”– en vez de Mr. Trump como le gusta y exige que se dirijan a él. En segundo lugar, Clinton raramente interrumpió a su oponente y, por el contrario, dejó que él la interrumpiera constantemente. Por último, otro factor que jugó en su favor fue la limitada reacción del público, mientras que en los debates de las primarias las audiencias por lo general vitoreaban y aplaudían las salidas de tono de Trump.
Así que Trump salió peor parado de la Universidad de Hofstra que Clinton, y no sólo porque las estadísticas así lo confirmen. Basta ver lo rápido que salió del auditorio, con un gesto visiblemente enfadado, mientras que su rival permaneció en el estrado dando la mano a sus colaboradores . Y eso que él tenía todas las de ganar, según las estadísticas. Desde 1976, 8 de cada 10 candidatos del partido que no estaba en el gobierno –en este caso Donald Trump– ganaron el primer debate. Pero como su aparición en la escena política ha roto todos los moldes, esta vez también lo ha vuelto a hacer. Que el debate estuviera más centrado en quién era que en lo que decía tampoco le ayudó porque se mostró más errático y a la defensiva, en particular en el tema de sus impuestos y sus negocios. Además, Trump debe saber que grandes presidentes como Reagan, Kennedy, Obama, Roosevelt, eran grandes optimistas, mientras que él trasmitió una y otra vez un mensaje excesivamente negativo.
Clinton, por su parte, demostró que sigue siendo la primera de la clase con sus amplios conocimientos en temas de política nacional e internacional, dando una información fáctica. Aunque en ocasiones esa actitud le aleja precisamente de transmitir un claro mensaje a los votantes. En una ocasión, por ejemplo, hizo hincapié en nombrar al líder del autodenominado Estado Islámico (EI), Abu Omar al-Baghdadi, y al pueblo sirio de Raqqa, quizás para poner en evidencia precisamente sus diferencias con Trump. Pero tal alarde no es necesario para demostrar sus buenos conocimientos de política exterior y, en cualquier caso, pueden no favorecer sus esfuerzos por mostrarse más amable, afable y humana. Esfuerzos que se vieron cuando mencionó a su nieta e hizo referencia a su padre en varias ocasiones.
Precisamente la política exterior tuvo un protagonismo inusitado para este tipo de debates. El terrorismo, la política nuclear de EEUU, la ciberseguridad, el acuerdo con Irán, Oriente Medio, la OTAN…son algunos los temas que se tocaron de pasada, aunque el protagonismo se lo llevó el EI: ella ha publicado un plan para derrotarlo, y se ha comprometido a intensificar los ataques aéreos y a lanzar un “intelligence surge” para localizar a los líderes e identificar a los individuos radicalizados en Occidente, si llega a la Casa Blanca; él dice que tiene un plan secreto que no quiere desvelar para que no lo conozcan los enemigos, y se lamenta de que Washington no se haya “guardado el petróleo” después de la invasión de Irak en 2003. Sí, eso dijo. Imagino que la audiencia global –porque el resultado de las elecciones norteamericanas interesa y mucho a gran parte del mundo– habrá tomado buena nota de lo que allí se dijo y, en alguna ocasión, también se habrá echado las manos a la cabeza, sobre todo algún país aliado. Y seguro que alguno que otro también se habrá dado cuenta de notables ausencias en el debate como la guerra en Siria– ni una mención a lo que está ocurriendo en estos momentos en Alepo– y Afganistán, durante años una de las grandes protagonistas y donde EEUU aún mantiene 7.000 tropas en el terreno.
No obstante, aún queda mucho por ver y escuchar en los siguientes dos debates presidenciales y, sobre todo, quedan por salir las encuestas que recojan el resultado de Hofstra. Se dice que quien lidera los sondeos después del primer debate suele liderar las encuestas finales y, por lo tanto, ser el potencial ganador.