A días del comienzo de los sondeos entre los partidos políticos alemanes para formar un nuevo gobierno, tanto el Partido Socialdemócrata (SPD) como la Unión Demócrata-Cristiana (CDU) evalúan sus prioridades para negociar la tercera gran coalición de la historia alemana.
El triunfo de Merkel en términos exclusivamente electorales ha sido claro. Sin embargo su deseo de continuar con la coalición actual se ha truncado ya que el Partido Liberal (FDP) no alcanzó el porcentaje mínimo necesario para ingresar al Bundestag. Esta constelación obliga a una nueva interpretación de los resultados. El prestigioso Magazine de cultura política alemán Cícero sintetiza esta segunda lectura de las elecciones de la siguiente manera: “El triunfo que es una derrota” (Der Triumpf, der eine Niederlage ist). Desde el punto de vista político, Angela Merkel solo tendría oportunidad de formar una coalición con partidos ubicados en la vereda ideológica de opuesta. No obstante, si tenemos en cuenta la cintura política que ha demostrado Merkel en los últimos ocho años de ejercicio del poder, el análisis no sería tan negativo para la líder conservadora. De hecho una de sus grandes fortalezas ha sido su capacidad para ampliar a su Unión Demócrata-Cristiana (CDU) hacia el centro y con ello obtener grandes réditos políticos. Así como sucedió durante su primer período de gobierno 2005-2009 una gran coalición con el Partido Socialdemócrtata (SPD) podría significar una nueva oportunidad para la CDU para continuar ganando terreno hacia el centro y asegurarse su condición de partido de mayorías con amplia ventaja respecto de sus rivales socialdemócratas.
Esta expansión de Merkel hacia el centro es justamente lo que en el SPD se ve como un peligro latente en caso de una gran coalición. La heridas de las elecciones de 2009, en las cuales los socialdemócratas obtuvieron el peor resultado de su historia con un 23% de los sufragios, siguen abiertas y es por ello que gran cantidad de los Genossen und Genossinnen (camaradas miembros del SPD) rechazan de plano una nueva alianza con Merkel. Este grupo prefiere luchar desde la oposición y reconstruir el partido evitando los posibles lastres propios de ejercer el gobierno. En su mayoría forman parte de las bases del partido y se identifican con el ala izquierda del mismo. Esta rechazo hacia un nuevo pacto con la Canciller se contrapone con las preferencias de la cúpula del SPD. Los dirigentes socialdemócratas parecieran estar convencidos de que una gran coalición sería una plataforma ideal para que en 2017 el SPD vuelva a ser Volkspartei (Partido del Pueblo).
Esta discusión orgánica que enfrenta al partido verticalmente podría complicar la posición del SPD en la mesa de negociaciones. Es por ello que los socialdemócratas se plantean una decisión democrática dentro del partido que apruebe o no el acuerdo que se negocie con la CDU. Ante las dudas que levantó esta propuesta el líder del partido, Sigmar Gabriel, intenta mostrar unido al SPD sea cual sea el resultado de la consulta: “no tenemos que tener miedo. Ni de una gran coalición, ni de Schwarz-Grün, ni de nuevas eleccciones”. De todas formas, las suspicacias no se desvanecen y muchos piensan que esta jugada de Gabriel no es más que una estrategia para calmar las aguas en este momento de decisiones y construir algo de legitimidad.
Varios medios de comunicación han esbozado que las bases para una gran coalición sería la política impositiva. Pese a basar su campaña electoral en el rechazo a una suba de impuestos, tanto Merkel como su ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble se habrían mostrado abiertos a discutir el tema.
En el marco internacional y más precisamente europeo, una gran coalición podría significar una oportunidad para volver a generar confianza en Europa y en el Euro por parte de la población alemana. El resultado electoral del partido euroescéptico nacionalista Alternativa para Alemania (AfD) no debe confundir a los líderes alemanes: Si bien es cierto que no ingresaron al Bundestag, también lo es que una porción importante de la población alemana (4,7%, es decir más de dos millones de votantes) mostró preocupación sobre la situación de los países europeos en crisis y sus posibles efectos en la economía germana. Este voto de protesta no desaparecerá con la AfD y de cara a las próximas elecciones europeas podría acentuarse aún más. No obstante, una gran coalición sería capaz revertir esta situación si logra devolver la confianza hacia el proyecto europeo. Así, por intermedio de la amplia mayoría parlamentaria de CDU y SPD, las medidas a tomar serían fruto de un consenso mucho más fuerte. Esto no asegura un cambio de rumbo automático hacia una política más solidaria para con aquellos países en crisis, pero al menos sienta las bases para que el futuro gobierno tenga el valor de comunicar a su población la necesidad de nuevos rescates, una mutualización de la deuda, u otras medidas que actualmente solo causan miedo e incertidumbre en el alemán promedio.
La gran interrogante en este aspecto es el lugar que ocupa el tema Europa en la mesa de negociaciones de una gran coalición. ¿Estará la propuesta de un cambio de rumbo en la lista de banderas irrenunciables de la SPD? ¿O preferirán prescindir de este punto a cambio de más influencia en decisiones relacionadas con la política interna alemana? En otras palabras, ¿la prioridad de la socialdemocracia alemana se fijará en ser el partido que rescate a Europa y le devuelva su estabilidad y bienestar económico? ¿O dejarán que las decisiones europeas sean responsabilidad de Merkel especulando con una posible erosión de su figura en vistas de las próximas elecciones de 2017?
Las declaraciones del presidente del Parlamento Europeo, el socialdemócrata alemán Martin Schulz han sido claras: “Merkel no puede continuar con esta política debe enfocarse en las emergencias sociales de la gente”. Los socialdemócratas apuntan a temas como el desempleo juvenil y las políticas de austeridad. Sin embargo, desde la Willy-Brandt-Haus en Berlin, donde los dirigentes del SPD discuten su estrategia de negociación, solo se han filtrado rumores referidos a la política interna y los posibles ministerios a exigir. El tema europeo todavía está fuera de la lista de prioridades iniciales.
Mientras tanto, Merkel sigue esperando para dar el primer paso y no descarta otras opciones. Por ejemplo, la de una coalición con el partido verde, pese a la negativa del jefe bávaro de la Unión Social-Cristiana (CSU), Horst Seehofer. La renuncia masiva de sus líderes enciende la esperanza ya que su lugar podría ser ocupado por nuevos dirigentes más pragmáticos y moderados. Por otra parte, varias voces verdes han esbozado la idea de ocupar el lugar libre dejado por el Partido Liberal y tomar la posta del liberalismo en la próxima legislatura. Ambos factores favorecerían un acercamiento de posiciones entre conservadores y verdes.
De todas formas el debate y las especulaciones se centran casi exclusivamente en una gran coalición entre la CDU y el SPD. Un gobierno entre la CDU y el partido ecologista, así como la posibilidad de un tripartito entre socialdemócratas, el partido de la Izquierda (die Linke) y los verdes pareciera no estar en la consideración de la opinión pública alemana. Dos de cada tres alemanes piensa que la CDU debería formar una gran coalición con el SPD. Este no es un detalle menor ya que en caso de un fracaso en las negociaciones y un posterior llamado a nuevos comicios, los partidos pagarían el costo en las urnas.