Oir también: ¿Qué sabemos los españoles de Europa? ¿Estamos preparados para votar? Podcast de la entrevista a Salvador Llaudes en el programa La buena tarde de Radio Principado de Asturias (12/3/2014).
A apenas dos meses de las próximas elecciones al Parlamento Europeo (que se celebrarán en 21 países el 25 de mayo, y en los siete restantes, incluyendo el Reino Unido y los Países Bajos, entre el 22 y el 24) nos encontramos ante una situación paradójica.
Por una parte, existe una sensación entre las elites de que estas elecciones son “diferentes”, “especiales” o “más importantes que nunca”, dado que son los primeros comicios tras la firma del Tratado de Lisboa, lo que lleva aparejado la asunción de más poderes para el Parlamento Europeo y la elección indirecta del presidente de la Comisión Europea, entre otras novedades, y al riesgo de que los euroescépticos logren un poder considerable en la Eurocámara. Por otra parte, según indican los datos del último Eurobarómetro, se está produciendo una importante desconexión con la sociedad; una sociedad que en su inmensa mayoría (81% de los españoles y 69% de los ciudadanos europeos en su conjunto) manifiesta un desconocimiento total o prácticamente absoluto de los asuntos europeos.
El Parlamento Europeo, tras la firma del Tratado de Lisboa, y mediante el proceso legislativo ordinario (también llamado de codecisión), se ha convertido en colegislador junto al Consejo en prácticamente todas las materias. Además, el Parlamento se ha dotado de nuevos poderes en la aprobación del presupuesto de la Unión. De igual forma, el Tratado de Lisboa señala que por vez primera los electores decidirán qué persona liderará la Comisión “teniendo en cuenta el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo” (art. 17.7 TUE).
Las últimas encuestas de PollWatch2014, iniciativa liderada por VoteWatch, indican que se va a producir una mínima victoria de los Socialdemócratas liderados por Martin Schulz, con un único eurodiputado más que los Populares Europeos (214 por 213). ¿Significará esto que Schulz será el presidente de la Comisión? No se trata en absoluto de una pregunta retórica. Ya sean socialdemócratas (o populares) los que logren la victoria en la contienda electoral, le corresponde al Consejo Europeo proponer por mayoría cualificada a un candidato, que luego, eso sí, tendrá que ser refrendado por el Parlamento Europeo.
En caso de una victoria clara en los comicios, la cuestión de la elección del presidente de la Comisión no causaría ningún problema, pero claro, el escenario hacia el que nos encaminamos, según indican las encuestas, no es ese en absoluto. ¿Pero y entonces? ¿Y si no se respeta el resultado electoral y se busca un candidato de compromiso entre las fuerzas políticas mayoritarias? ¿No importará que los partidos políticos a nivel europeo hayan elegido a sus candidatos a presidente de la Comisión Europea? Si se insiste en politizar las elecciones –y de paso, la Comisión– y después se decide en tal sentido, sería difícil escapar a la visión de un fraude democrático (si bien legal) en toda regla.
La participación en las elecciones al Parlamento Europeo no ha hecho sino descender desde las primeras en 1979. Se ha pasado de un máximo del 63% en las de 1979 a un mínimo del 43% en 2009, siendo el descenso constante a lo largo de todo el período. ¿Bajará la participación aún más ahora en 2014? No podemos ser muy optimistas si nos fijamos en un cuadro histórico en el que la conquista de cada vez más poderes por parte de la institución elegida por sufragio universal no se ha visto acompañada de la legitimidad democrática que le proporciona el voto de los ciudadanos.
Ante los niveles anteriormente señalados de eurodesconocimiento por parte de la opinión pública, lo lógico es que cunda la preocupación. Sin embargo, esto no se ha visto acompañado de una apuesta decidida por europeizar las elecciones. Pero es que si nos fijamos en los datos aportados desde Politikon en relación a las elecciones al Parlamento Europeo, tradicionalmente los españoles hemos votado en clave nacional (en torno al 15% de los votantes entre 1994 y 2009 decide su voto por temas relacionados con la UE). ¿Sería posible que hubiese un cambio en este respecto? Pues quizá sí, ya que según se desprende de los propios datos del Eurobarómetro (y como consecuencia de la crisis económica), los españoles piensan que la UE es más capaz de emprender acciones eficaces contra los efectos de la crisis que el propio gobierno nacional.
Sin embargo, hay algo que les preocupa más a nuestros líderes que la desinformación o la baja participación en las elecciones europeas: el euroescepticismo. Existe una llamada al voto útil por parte de los partidos tradicionalmente pro-UE, tanto en España como en el resto de la Unión, para que los eurófobos no logren una alta representación que sirva para hacer tambalear los cimientos de un proyecto europeo del que queda aún mucho por hacer. Si bien es cierto que no es lo mismo el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo que el Frente Nacional de Marine Le Pen, o el United Kingdom Independence Party (UKIP) de Nigel Farage que los neonazis de Amanecer Dorado, todos estos partidos comparten una crítica feroz, incluso destructiva, del proyecto comunitario. Evidentemente, no todos ellos irán después de la mano en el Parlamento Europeo, pero ya se han empezado a dar los primeros pasos para la conformación de un grupo político plenamente euroescéptico o eurófobo.
El panorama dos meses antes de las elecciones al Parlamento Europeo es complicado. Los cambios que se han producido no son menores, pero sólo se verán refrendados con una alta participación que legitime qué rumbo tomar. Eso sí, la participación no aparecerá por arte de magia, sino que tendrá que verse potenciada por una campaña que anime a los ciudadanos a saber lo que se juegan, a elegir entre opciones. Y ahora mismo, no lo saben. El eurodesconocimiento lo impregna todo.