El viaje de Marco Rubio a Centroamérica y el Caribe: un juego de estrategias e intereses

El secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio (traje azul marino, camisa blanca y corbata azul marino con puntos blancos), y el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo (traje gris oscuro, camisa blanca y corbata azul cielo), durante una rueda de prensa conjunta en el Palacio Nacional de la Cultura (Ciudad de Guatemala), el 5 de febrero de 2025. Ambos están de pie detrás de podios de madera con el escudo nacional de Guatemala, sobre una tarima elevada con arreglos florales al frente. A sus lados se encuentran las banderas de Estados Unidos y Guatemala sobre soportes. De fondo, se aprecia la decoración del espacio, con arcos ornamentados y vegetación. Marco Rubio
El secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, y el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, durante una rueda de prensa conjunta en el Palacio Nacional de la Cultura (Ciudad de Guatemala), el 5 de febrero de 2025. Foto: Presidencia de Guatemala (Dominio público).

El reciente viaje del secretario de Estado, Marco Rubio, a Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y República Dominicana ha evidenciado algunas de las estrategias de la Administración de Donald Trump con respecto a la región. También ha mostrado que los países latinoamericanos cuentan con un margen de acción para negociar y no son meros comparsas. Tres son las lecciones que ha dejado tras de sí el periplo de Rubio por Centroamérica y el Caribe.

‘’La gira de Marco Rubio por Centroamérica y el Caribe evidencia que la parte más institucional del gobierno estadounidense, la que encarna el secretario de Estado, convive con las estrategias más duras que lidera el propio Trump’’.

En primer lugar, se ha visto que la región va a tener en la Administración Trump un papel mayor de lo que se esperaba. Resulta significativo que el primer viaje oficial del nuevo secretario de Estado haya sido precisamente a Centroamérica y el Caribe. Hacía más de un siglo que América Latina no era el destino del viaje inaugural de un secretario de Estado estadounidense. La última vez fue en 1912, cuando Philander Chase Knox viajó a Panamá con motivo del final de la construcción del Canal.

Esa importancia reside en que la región es vista como política de insumo interno de Estados Unidos (EEUU), más que por su peso específico propio. Es decir, Centroamérica y el Caribe importan y cuentan en la Administración estadounidense en tanto que son funcionales para combatir la presión migratoria y el tráfico de fentanilo, así como la influencia china. Sin embargo, esta situación abre una ventana de oportunidad para que los países de la región eviten convertirse en un convidado de piedra.

En segundo lugar, y en esa línea, el viaje ha revelado que se puede negociar con Washington. Así, parece que la estrategia que ha funcionado frente al método trumpista no es la del enfrentamiento directo (como hizo el colombiano Gustavo Petro), sino la de una diplomacia que combina sanciones y amenazas con negociaciones pragmáticas, cediendo en la parte que interesa a EEUU para obtener resultados en temas que interesan al país latinoamericano. Las reacciones nacionalistas de Petro parecen no servir ante los modos imperativos y unilaterales de Trump. Marco Rubio lo dejó muy claro cuando dijo que EEUU continuará brindando asistencia siempre y cuando cada país esté alineado con “nuestros intereses nacionales”. Es decir, dejó un espacio abierto para la posible negociación y para que los países latinoamericanos obtengan también beneficios. Parece pues que la fórmula que ha sido hasta ahora más eficaz es la de bajar el diapasón, sentarse a negociar y llegar a un quid pro quo.

Y así fue. El Salvador aceptó permitir la entrada “de criminales convictos”, incluso con nacionalidad estadounidense, en la cárcel de máxima seguridad de su país. Y Washington ofreció ayudar a El Salvador en el desarrollo de la energía nuclear y apoyar y legitimar al autoritario y cuestionado internacionalmente gobierno de Bukele. Costa Rica reiteró su alianza con EEUU y su alejamiento de China, y a cambio Washington se comprometió a apoyar las investigaciones contra las redes internacionales de tráfico de drogas y a ampliar la cooperación que ya existe al respecto.

El gobierno de Bernardo Arévalo en Guatemala accedió a aumentar en un 40% los vuelos con deportados, que incluirán migrantes que no son guatemaltecos. A esas concesiones, EEUU respondió con la “disposición para establecer una alianza para el desarrollo de infraestructura prioritaria” y con un claro respaldo a la democracia guatemalteca y al gobierno de Arévalo, un presidente de centroizquierda, alejado ideológicamente de la Administración Trump. Esta estrategia demuestra que sus principios ideológicos no están subordinados a los intereses geopolíticos y geoestratégicos de EEUU. El gobierno guatemalteco, necesitado de apoyo internacional e internamente acosado por fuerzas iliberales que no reconocen su legitimidad, ha aceptado las peticiones de EEUU. A cambio, consiguió que se estudien futuras inversiones en infraestructuras que podrían convertir a este país en una alternativa complementaria al Canal de Panamá comunicando el Pacífico y el Atlántico a través de un canal seco.

La República Dominicana confirmó su alineamiento con la Administración Trump y a cambio Rubio confirmó que EEUU seguirá apoyando la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS) en Haití. Se trata de una excepción a la suspensión de la asistencia extranjera de EEUU decretada por el gobierno de Trump. Y también acordaron explorar el potencial para la explotación de tierras raras. Con Panamá hubo más tensión por la cuestión del Canal. Sin embargo, tras la visita de Marco Rubio, la cercanía entre ambas naciones quedó evidenciada por el papel que cumple Panamá en la contención de los flujos migratorios y por la decisión del gobierno de José Raúl Mulino de abandonar el proyecto capitaneado por China, la Franja y la Ruta.

Y, en tercer lugar, la gira ha evidenciado que la región no solamente es heterogénea, sino que está muy dividida frente a Washington. El nuevo gobierno Trump tiene aliados muy cercanos como lo son Javier Milei en Argentina, Daniel Novoa en Ecuador y, en la zona centroamericana, Nayib Bukele. Cuenta con aliados mucho más ortodoxos y de estilo tradicional como Costa Rica, Panamá, República Dominicana y Guatemala. Y luego hay un núcleo de países claramente situados en las antípodas de Washington como son Nicaragua en Centroamérica, Venezuela en Sudamérica y Cuba en el Caribe. De todas formas, el estilo trumpista aúna pragmatismo con unilateralismo provocador y amenazante. De hecho, mientras se producía el viaje de Marco Rubio, el propio Trump mandaba a Richard Grenell a Caracas para pactar con su bestia negra, el gobierno de Maduro, la posibilidad de que éste recibiera a expulsados de EEUU y liberara también a estadounidenses encarcelados en Venezuela.

En definitiva, la gira de Marco Rubio por Centroamérica y el Caribe evidencia que la parte más institucional del gobierno estadounidense, la que encarna el secretario de Estado, convive con las estrategias más duras que lidera el propio Trump. La región tendría que afrontar los métodos unilateralistas y desafiantes de Trump sabiendo que dentro de su gobierno y hasta en la estrategia del propio presidente estadounidense hay margen para negociar. En cada situación, Trump elevará lo máximo posible sus exigencias y sus amenazas para dar luego paso a una negociación en donde los países latinoamericanos saben que, si ceden en ciertos aspectos, se abre la ventana de oportunidad de obtener ciertas ganancias también. El pragmatismo trumpista es una baza que juega a favor de los países latinoamericanos.