El gobierno holandés decidió el pasado miércoles 13 de marzo de 2013, elevar el nivel de amenaza terrorista de “limitado” a “sustancial”, el segundo en una escala de cuatro. La medida fue adoptada tras considerar que la posibilidad de atentados, tanto dentro del territorio nacional como contra intereses holandeses en el exterior, se ha incrementado en los últimos meses. Dick Schoof, coordinador nacional para Seguridad y Contraterrorismo (NCTV, en sus siglas en inglés), apuntó dos razones fundamentales: (1) el incremento en el número de yihadistas desplazados desde los Países Bajos a zonas de conflicto armado en el Norte de África y Oriente Medio, particularmente a Siria; y (2) los crecientes niveles de radicalización detectados entre jóvenes holandeses, que podrían incrementarse a medida que dichos yihadistas retornen. La noticia procede de un país caracterizado precisamente por la atención que sus autoridades han prestado a la prevención de los procesos de radicalización terrorista, tal y como ponen de manifiesto los documentos “Plan de Acción contra la Polarización y Radicalización 2007-2011” y la vigente “Estrategia Nacional Contraterrorista 2011-2015”, de 2011.
Esta última Estrategia se construyó en base a la experiencia acumulada desde 2005, fecha del primer informe del Servicio Holandés de Inteligencia en el que –tras el traumático asesinato de Theo Van Gogh en 2004– alertaba del riesgo de polarización debido a un creciente sentimiento generalizado de frustración respecto al modelo multicultural neerlandés, cuyos problemas de funcionamiento podrían generar una quiebra de la cohesión social. Dicha Estrategia se plantea así un doble objetivo. Por una parte, el de reducir la amenaza y el riesgo de atentados terroristas. Por otra, la de limitar el posible impacto de esos actos de violencia, en caso de que llegaran a producirse. El resultado es un modelo integral de Estrategia nacional contra el terrorismo basado en cinco pilares –procurar, prevenir, proteger, preparar y perseguir– aplicados a tres distintos niveles –local, nacional e internacional– de una manera que se pretende coordinada. El pilar de la Estrategia holandesa dedicado a prevenir es el que atiende a la radicalización, definida esta última como “el camino que conduce al extremismo violento e incluso ocasionalmente al terrorismo”. En la actualidad preocupan especialmente los procesos de radicalización asociados con el extremismo violento de orientación yihadista.
En su análisis del contexto internacional, la Estrategia holandesa subraya que la creciente globalización, el incremento de los flujos migratorios y movimientos de personas, la existencia de conflictos y los Estados fallidos aumentan en conjunto los riesgos percibidos, del mismo modo que lo hacen el desarrollo tecnológico y la proliferación de armas de destrucción masiva. En materia de radicalización, este escenario implica, siempre según la mencionada Estrategia, que se dan las circunstancias propicias para una mayor exposición de determinados sectores de la población holandesa a la propaganda yihadista, catalizadora de procesos de radicalización, movilización y reclutamiento terrorista. Se estima, en concreto, que la amenaza derivada de todo ello proviene no tanto de células autónomas sino de individuos o pequeños grupos radicalizados en los Países Bajos pero con conexiones internacionales. Las autoridades holandesas estiman en cerca de un centenar el número de individuos que en los últimos meses se han trasladado desde los Países Bajos a zonas de conflicto armado como Siria.
A la hora de abordar los procesos de radicalización subyacentes a esos hechos, la Estrategia identifica tres elementos: la demanda, la oferta y el contexto. La demanda se relaciona con una generación de jóvenes holandeses que buscan su identidad en tanto que musulmanes. Las medidas adoptadas para contrarrestar su radicalización están orientadas a reforzar la resiliencia de estos individuos o grupos al discurso ofrecido desde el lado de la oferta, es decir, la ideología que como respuesta al interrogante de qué significa ser musulmán hoy se ofrece desde el movimiento yihadista. En este punto, la Estrategia propone medidas destinadas a deslegitimizar y contestar la narrativa extremista, principal pero no exclusivamente en Internet. Acerca del contexto, la estrategia apuesta por promover una sociedad plural, inclusiva y cohesionada en torno a normas y valores compartidos, no solo para evitar discriminación y desafección, sino, sobre todo, para desarrollar sentimientos de ciudadanía y de comunidad. Además, la Estrategia holandesa presta atención a la desradicalización, para lo que se considera fundamental el recurso a antiguos radicales, cuya experiencia y argumentos pueden cambiar las actitudes de los extremistas. Las prisiones siguen constituyendo un ámbito que suscita especial preocupación, por lo que se mantienen programas específicos que se han ampliado a los períodos de excarcelación. Por último, la Estrategia, señala como crucial la cooperación internacional para prevenir la radicalización y el apoyo al terrorismo.
La Estrategia Nacional contraterrorista holandesa de 2011 prevé una primera evaluación de la misma en 2015, año en que concluye su vigencia. Mientras, podemos decir que el foco puesto en la prevención a partir de la detección temprana de los individuos susceptibles de radicalización y su inmediata actuación sobre éstos contrasta, sin embargo, con la indefinición conceptual de algunos aspectos que se presentan como todavía en “período de reflexión” –por ejemplo, el uso de Internet por parte del gobierno para contrarrestar las narrativas extremistas– y adolecen de poca concreción de medidas tanto respecto del lado de la oferta como del de la demanda. En cualquier caso, los motivos que han llevado a las autoridades holandesas a elevar el nivel de amenaza terrorista tanto en el territorio de los Países Bajos como para sus ciudadanos e intereses en el exterior –similares a los que de uno u otro modo afectan en estos momentos a otros países europeos, incluida España– advierten de la necesidad de no desatender los esfuerzos necesarios en la prevención de procesos de radicalización dentro del marco más amplio de la lucha contra el terrorismo yihadista.