El pausado reequilibrio del mercado del petróleo amplifica el impacto de las tensiones geopolíticas en los precios.
Tras las caídas que sucedieron a la reunión de la OPEP del pasado 25 de mayo, que acordó prorrogar hasta marzo de 2018 los ajustes de producción pactados en noviembre de 2016, los precios del petróleo no han dejado de subir, en parte con el apoyo puntual de crisis geopolíticas. Primero surgió la crisis de Qatar, ocasionada por la decisión de Arabia Saudí, Egipto, Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos de cortar sus relaciones con el país. Las medidas tomadas supusieron un embargo de facto, tensionando al alza los precios del crudo durante varios días hasta que la evidencia de que no perturbaría significativamente la oferta los hizo volver a los niveles previos.
“La geopolítica nunca se ausentó de Oriente Medio, pero en el actual contexto de ajuste de oferta y demanda está sumando una prima de riesgo a los mercados del petróleo.”
A finales de septiembre fue el referéndum de independencia del Kurdistán iraquí y la posterior toma del campo de petróleo de Kirkuk, el mayor del norte del país, lo que alteró la dinámica de los mercados. El riesgo de un nuevo conflicto que anulase las mejoras del contexto de la industria tras el retroceso del Daesh y la recuperación del interés inversor por las compañías internacionales volvió a presionar los precios. Turquía, preocupada por contener las aspiraciones de su población kurda, anunció el bloqueo de las exportaciones de petróleo del Kurdistán, lo que supondría reducir la oferta mundial de crudo en unos 500.000 barriles diarios. Irán también mostró su oposición paralizando las exportaciones iraníes de productos petrolíferos hacia la región autónoma y las importaciones de crudo desde la misma.
Pese a ello, la realidad es que hasta la fecha las exportaciones iraquíes y kurdas no se han visto afectadas, pues en el fondo a ninguna de las partes le conviene enzarzarse en un nuevo conflicto que ponga en riesgo su única fuente de ingresos y pueda revertir los avances sobre el Daesh. Las tensiones entre ambos gobiernos no son nuevas y hasta la fecha han podido reconducirse mediante la negociación de términos aceptables para repartirse los ingresos del petróleo. Turquía, por su parte, también está interesada en mantener el flujo de petróleo kurdo por su territorio: no sólo por el canon que recibe por su tránsito, sino también porque le permite mantener su proyección como hub energético regional. La energía tiene menos peso en los cálculos geopolíticos iraníes, más centrados en preservar la estabilidad regional y que consideran el desafío kurdo uno de los mayores retos estratégicos de Irán desde la guerra con Irak.
El último aumento de la tensión geopolítica se produjo el fin de semana del 4-5 de noviembre. En esos días se sucedieron tres acontecimientos que impulsaron los precios del petróleo por la potencial desestabilización de Arabia Saudí y el enconamiento de su enfrentamiento con Irán. En primer lugar, el arresto por corrupción de varios miembros de la familia real saudí, ministros y ex-ministros, y la remodelación del gobierno. Aunque interpretada como un golpe de mano del príncipe heredero Mohamed bin Salman para asentar su poder, la jugada también se ha visto como una señal de debilidad que podría comprometer las reformas económicas por él impulsadas e, incluso, la estabilidad del reino.
Previamente, Arabia Saudí había interceptado un misil balístico lanzado por los rebeldes hutíes desde Yemen cuyo blanco era, al parecer, el aeropuerto de Riad. El episodio levantó las iras saudíes, que inmediatamente acusaron a Irán de proporcionar esos misiles y otro equipamiento a los hutíes, lo que fue inmediatamente desmentido por el gobierno iraní. Ese mismo día, el primer ministro libanés Saad Hariri había anunciado su dimisión por el deterioro de la situación política libanesa, acusando de ello a Hezbolá e Irán. El hecho de que lo hiciese desde Arabia Saudí facilitó la acusación por parte iraní de que la dimisión había sido forzada por los saudíes, y junto con el episodio del misil yemení alimentó los temores a una escalada entre los dos rivales regionales. Cuando los mercados abrieron el lunes siguiente, el precio del petróleo Brent se disparó por encima de los 62 dólares, su máximo desde julio de 2015.
El impacto de estas crisis geopolíticas sobre la oferta de petróleo no debe magnificarse, puesto que por el momento no parece que vayan a afectar a la producción ni al abastecimiento. Así, las tensiones entre Irán y Arabia Saudí no les han impedido cooperar en el seno de la OPEP. Pero tampoco puede obviarse la tendencia de fondo de unos mercados en reajuste tras la acción concertada de la OPEP y Rusia, que ya han anunciado que mantendrán las limitaciones a la producción durante todo 2018. En el entorno de precios bajos y exceso de oferta de los últimos dos años, las crisis geopolíticas apenas han tenido impacto sobre los mercados. Sólo el reequilibrio de oferta y demanda por dichos recortes y el dinamismo de la demanda explica que acontecimientos geopolíticos de impacto incierto pero probablemente limitado sobre la producción impulsen ahora los precios.
La geopolítica nunca se ausentó de Oriente Medio, pero en el actual contexto de ajuste de oferta y demanda está sumando una prima de riesgo a los mercados del petróleo. Más que el síntoma de un regreso de la geopolítica a Oriente Medio, las alzas de precios recientes indican un cambio de expectativas y del sentimiento del mercado que intensifica la transmisión a precios de eventos geopolíticos que hasta hace pocos meses causaban indiferencia entre los operadores energéticos. En este contexto, parece razonable anticipar que la prima de riesgo geopolítico de los precios del petróleo ha vuelto para quedarse.