El resurgimiento del riesgo político en las relaciones económicas internacionales

Mural con banderas del mundo

La pandemia, primero, y la guerra de Ucrania, después, han convertido el riesgo geopolítico en un condicionante clave en las relaciones económicas internacionales, tanto para las empresas como para los gobiernos.

Han quedado desplazadas las teorías que hablaban del fin de la historia, las que señalaban que, desde el punto de vista político, el fin de la guerra fría abría un panorama internacional pacífico y ausente de conflictos, o que, desde el punto de vista económico, en el mundo se imponía de manera inexorable la orientación hacia sistemas económicos de mercado.

El mundo actual es multipolar, en el que se configuran varios bloques. De entrada, hay que hablar del bloque democrático-occidental, por un lado, y por otro de un bloque autoritario en torno al eje Moscú-Pekín. Dos bloques con valores muy distintos y que, en el caso de Europa, se evidencian en la brutal invasión de Ucrania por parte de Rusia, una guerra, en plena Europa, que hasta hace muy poco hubiera parecido impensable. Y bastantes países, algunos muy importantes –como India o Brasil– han mantenido una postura ambigua ante la agresión rusa en Ucrania.

Definir el riesgo político

Aclaremos que el concepto de riesgo político no es fácil de definir, y sobre él no existe un consenso aceptado de forma generalizada.

Ha sido corriente atribuir el riesgo político a aquél vinculado a decisiones que toman los gobiernos. Por ejemplo, un riesgo político es el riesgo de que un gobierno decida en un momento dado expropiar una empresa, o cambie las regulaciones que afectan a un sector, y con ello se dañe la rentabilidad de las empresas que operan en el mismo.

Muchos lo relacionan con guerras o conflictos políticos, pero el abanico de riesgos que cabe calificar como “políticos”, en la actividad internacional de las empresas, es mucho más amplio: incluye riesgos derivados de la intervención de los gobiernos (expropiaciones, cambios regulatorios); riesgos derivados de la dificultad para transferir divisas fuera del país (por problemas de balanza de pagos o de otro tipo); riesgos judiciales (por mal funcionamiento del sistema judicial o su falta de independencia);  riesgos asociados con la corrupción; riesgos derivados de guerras; catástrofes naturales o pandemias -como la del coronavirus que hemos sufrido en los últimos dos años-; o riesgos derivados de sanciones -adoptadas por organizaciones internacionales o por países individuales-.

Una forma efectiva, en mi opinión, de definir el riesgo político puede ser por exclusión: los riesgos políticos son aquellos que no son riesgos comerciales; éstos son los riesgos que están asociados con la evolución y funcionamiento de la empresa. Es decir, el riesgo de que una empresa no cumpla con sus compromisos de pagos porque su evolución no es favorable, tiene pérdidas, entra en suspensión de pagos, etcétera, es un riesgo comercial, y los demás serían riesgos políticos.

Estrategias para reducir el riesgo político

La nueva importancia del riesgo político plantea requerimientos para gobiernos y empresas. En primer lugar, ambos deben analizar su dependencia para el suministro de productos estratégicos, con el fin de identificar sus principales vulnerabilidades. Gobiernos y empresas tienen que elaborar un mapa de sus dependencias y de los riesgos asociados con ellas.

Ello exige, en primer lugar, el desarrollo de sistemas de inteligencia económica, que permitan analizar la realidad económica internacional, sus perspectivas y, sobre todo, el impacto que sus posibles escenarios de evolución pueden tener sobre la actividad de los agentes económicos. Es decir, éstos tienen que identificar o prever los riesgos políticos a los que se pueden enfrentar.

Y después del análisis debe venir el desarrollo de estrategias que contribuyan a paliar los riesgos políticos que se identifiquen. Por ejemplo, en las cadenas de suministro, reducir los riesgos puede suponer reestructuraciones que en la actualidad están popularizando términos como reshoring (traer al país de origen actividades productivas que se habían deslocalizado a otros países), nearshoring o acercamiento de las cadenas de suministro (no depender para suministros esenciales de suministradores muy alejados geográficamente), regionalización (localizar las cadenas de suministro en localizaciones próximas unas a otras), diversificación de suministradores (con el fin de no depender un número reducido de éstos), etc.

Por otra parte, reducir el riesgo político provocará importantes cambios sectoriales en la economía: impulso a las energías renovables con el fin de reducir la dependencia energética del exterior, a las industrias de defensa, a la ciberseguridad, a la logística y el transporte.

Geopolítica, riesgo político, inteligencia económica: son algunos de los conceptos que reflejan esta nueva realidad, y que van a requerir una adaptación en la actividad y estrategias de los agentes económicos, públicos y privados.


Imagen: Hombre de negro delante de mural con banderas del mundo. Foto: Markus Krisetya