El presidente Macron se ha apresurado a certificar la “muerte cerebral” de la OTAN cuando al paciente, a pesar de sus achaques y de sus 70 años, todavía le funcionan sus constantes vitales y tiene voluntad de seguir viviendo. En una entrevista a The Economist el pasado 7 de noviembre de 2019, alerta a los países europeos de que no pueden seguir confiando en la OTAN para su defensa, por lo que deben acelerar su reemplazo por una “soberanía tecnológica y militar europea”. La propuesta ha generado sorpresa, cuando no desagrado, entre países que comparten el proceso de construcción de una defensa europea, pero que desean hacerlo a la sombra de la OTAN.
Separando la forma del contenido, el presidente Macron acostumbra a orientar la política europea con frases que obedecen a pulsiones personales, sin medir bien el alcance de sus repercusiones ni contrastar antes su trascendencia con terceros. Y al igual que ocurre con los tuitsdel presidente Trump, la forma de sus declaraciones cuestiona la solvencia del fondo y la propia existencia de una política más allá de los impulsos instintivos de sus responsables supremos. El presidente francés se ha esforzado en impulsar la política de defensa europea en los últimos meses. Unas veces de acuerdo con sus aliados y haciendo avanzar esa política más deprisa que en años anteriores con iniciativas conjuntas sobre la autonomía estratégica, los fondos europeos de defensa, la cooperación estructurada permanente o los acuerdos OTAN-UE, entre muchos otros. Sin embargo, otras veces el presidente francés ha querido llevar a la defensa europea en una dirección para la que no cuenta con los necesarios apoyos: convertir la UE en una gran potencia militar.
“En su entrevista, el presidente justifica la “muerte cerebral” de la OTAN con una mezcla de argumentos que entremezclan realidades objetivas y percepciones subjetivas para respaldar su relato de que Europa debe recuperar su soberanía militar porque la OTAN se desmorona”.
La defensa europea ha dependido –y depende– de la OTAN. La UE ha avanzado en sus funciones de gestión de crisis y de seguridad internacional, pero no se ha decidido todavía a asumir su defensa territorial porque muchos Estados miembros confían más en la OTAN y en la garantía de EEUU que en la potencia militar que Macron quiere crear. No existiendo una cultura estratégica común en la UE ni la voluntad de convertirse en una potencia militar, el presidente francés ha comenzado a predicar el fin de la OTAN y la retirada de EEUU de Europa. No le faltan argumentos, pero le sobra imprudencia, porque coloca en una difícil situación a los aliados que confían en que no se autocumpla su profecía.
En su entrevista, el presidente justifica la “muerte cerebral” de la OTAN con una mezcla de argumentos que entremezclan realidades objetivas y percepciones subjetivas para respaldar su relato de que Europa debe recuperar su soberanía militar porque la OTAN se desmorona. Es cierto que EEUU ha creado tensiones dentro de la Alianza en los últimos tiempos, pero no lo es, como afirma, que los países aliados empiezan a buscar un sustituto en la defensa europea. Para argumentarlo, cita el éxito de la cooperación francoalemana y de la “iniciativa europea de intervención”. Habría que recordarle que la cooperación bilateral pone por delante los intereses nacionales a los comunitarios y que su iniciativa no ha creado un Ejército Europeo, sino una estructura más de cooperación militar multilateral (cuyos miembros, significativamente, rebautizaron la Iniciativa francesa como de Compromiso Estratégico para suprimir el controvertido término militar de intervención). Del mismo modo, parece muy forzado presentar la participación de Finlandia y Estonia en esa Iniciativa como la prueba de que los países del Este están perdiendo la confianza en la OTAN. Es la OTAN la que proporciona seguridad a los países europeos del Este frente a la Federación Rusa (operación Enhanced Forward Presence) y no la UE.
“si las divergencias, los bloqueos y las actuaciones unilaterales revelaran la muerte cerebral de las organizaciones multilaterales, podría diagnosticarse una situación generalizada de epidemia a cuyo contagio difícilmente podría sustraerse la alternativa europea que propone Macron”.
No le falta razón al presidente cuando se queja de la falta de coordinación en OTAN sobre asuntos estratégicos como Siria, en la que EEUU y Turquía han tomado decisiones unilaterales y conflictivas sin tener en cuenta las repercusiones sobre los aliados. Este sería un síntoma de la “muerte cerebral” de la OTAN, aunque el resto del cuerpo, fuerzas y operaciones, seguirían funcionando eficazmente según el mismo parte médico. La OTAN ya ha pasado antes por situaciones parecidas de bloqueo, como la de Irak o la de Libia, y para superarlas se adoptaron decisiones que luego resultaron equivocadas según reconoce el presidente francés. Además, si las divergencias, los bloqueos y las actuaciones unilaterales revelaran la muerte cerebral de las organizaciones multilaterales, podría diagnosticarse una situación generalizada de epidemia a cuyo contagio difícilmente podría sustraerse la alternativa europea que propone Macron.
Otro síntoma de la “muerte cerebral” anunciada es que el último garante de la OTAN, EEUU, no es fiable porque ha dejado de compartir la idea del proyecto europeo. Y como una alianza militar es tan fuerte como lo sea su último garante, el presidente francés cree que el compromiso militar y la fortaleza de la OTAN están en entredicho. No faltan argumentos que expliquen la percepción presidencial, pero no sólo cuentan las intenciones sino también los hechos. Las últimas Administraciones de EEUU han reprendido seriamente a los aliados europeos, pero la garantía estadounidense ha funcionado frente a Rusia, siendo los primeros en reforzar el flanco este de la OTAN, y frente a Daesh, articulando una coalición global contra el terrorismo a la sombra de la OTAN en la que EEUU ha mostrado liderazgo y compromiso. Según el mismo razonamiento, Francia tendría la intención de convertirse en el último garante de la defensa europea porque tras el Brexit será la única potencia nuclear, pero los hechos (la política y la doctrina) muestran que Francia nunca ha querido subordinar su autonomía nuclear y estratégica a ninguna organización política ni militar (la OTAN y la Comunidad Europea de la Defensa sí que han sentido el portazo de las salidas francesas).
El relato presidencial utiliza argumentos que precisarían una mayor concreción para justificar el recorrido desde una defensa en la OTAN a una defensa europea y, de ahí, a convertir Europa en una potencia militar. No sólo pretende intervenir en los escenarios próximos, sino también competir en el tablero global de las grandes potencias. Por ejemplo, justifica la necesidad de una soberanía militar europea para hacer frente a la emergencia de potencias autoritarias como Turquía y Rusia o por la bipolarización en torno a EEUU y China. La finalidad estratégica de esa soberanía sería la de contener militarmente a esas potencias, lo que parece impensable dado el diferencial militar con las dos últimas y la intención, declarada en la entrevista, de recomponer una relación estratégica con Rusia distinta de la de confrontación que mantiene EEUU.
“Un proyecto de ingeniería estratégica como el de la construcción de la defensa europea precisa cálculo y tiempo, pero el relato del presidente Macron revela impaciencia estratégica y fuerza los argumentos y los plazos con sus declaraciones”.
Tampoco aclara qué tipo de soberanía tecnológica propone, si una que permita a la UE competir por los mercados globales o una que aspire a competir con China y EEUU por la supremacía tecnológica. Es impensable que la UE pueda competir tecnológicamente con China y EEUU, no sólo en relación con las redes de quinta generación (5G) como menciona el presidente, sino en cualquiera de las facetas donde se desarrolla la competición tecnológica entre las grandes potencias. El deseo no puede ocultar la realidad y Europa no puede competir en igual de condiciones con los gigantes tecnológicos, públicos y privados, de ambos países. Desafortunadamente, el relato presidencial no explica cómo pretende reducir el desfase y cuál sería el enfoque estratégico que recomienda: uno orientado a mejorar la competitividad tecnológica europea o uno orientado a mejorar su competitividad militar. Tampoco el esfuerzo y el coste necesarios para conseguir la soberanía militar, la tecnológica o el de ambas.
El presidente critica la reducción de la OTAN a un “proyecto comercial” por parte del presidente Trump para promocionar la venta de productos americanos, un argumento algo circular porque coincide con la queja estadounidense de que las iniciativas europeas de defensa pretenden excluir a la industria militar de EEUU del mercado y los proyectos de la defensa europea. Con la misma lógica, el presidente estadounidense podría pensar que Francia desea reducir la Europa de la defensa a otro “proyecto comercial” que beneficiaría en gran medida al sector industrial francés.
Un proyecto de ingeniería estratégica como el de la construcción de la defensa europea precisa cálculo y tiempo, pero el relato del presidente Macron revela impaciencia estratégica y fuerza los argumentos y los plazos con sus declaraciones. Desea todo y lo quiere ya, sin tener en cuenta que su liderazgo en Europa no puede ser tan presidencialista como lo es en la política francesa de defensa y que los demás países tienen su propia opinión sobre el ritmo de construcción, los socios fiables y los objetivos estratégicos de la defensa europea. La próxima vez, antes de certificar la “muerte cerebral” del paciente, el presidente Macron debería consultar al resto del equipo médico para ver si respaldan su opinión sobre la hora de la muerte o consideran que el muerto goza todavía de mucha salud.