A la mayor parte de las mujeres del primer mundo les preocupa poco el sesgo anti-femenino de la Iglesia católica, con su representación masculina de Dios o su prohibición del acceso al sacerdocio para las mujeres. Les preocupa poco porque viven en sociedades secularizadas, en las que la religión ocupa un lugar pequeño y pierde continuamente capacidad para imponer sus criterios en la regulación de la vida personal y social. Sin embargo, el caso es diferente entre las mujeres de la mayoría de los países en desarrollo, en los que la religión tiene todavía un papel muy importante en la definición de lo que está bien y lo que está mal, lo que se debe y lo que no se debe hacer, especialmente en todo lo relacionado con la sexualidad y la reproducción. Además el mundo en desarrollo es el terreno en el que la Iglesia católica intenta compensar la pérdida continua de fieles en los países más ricos, tarea en la que compite a menudo con otras religiones, especialmente las protestantes (no puede hacerlo con el Islam porque los gobiernos de los países musulmanes lo impiden).
Por ello, los mensajes de la Iglesia católica tienen un impacto social relevante en muchos países africanos , latinoamericanos y algún asiático (Filipinas), y por ello es preocupante la posición negativa de la Iglesia frente al uso de los anticonceptivos, rechazados incluso como medio para evitar el contagio del VIH-SIDA, la enfermedad que asola buena parte del África Subsahariana. Con una media de 5 hijos por mujer en continente, la censura católica de los anticonceptivos, bien recibida desde una mentalidad tradicional que asocia el éxito social con el número de hijos, es un escollo más en el camino hacia la modernización y el desarrollo. El Vaticano no sólo influye directamente con las prédicas de sacerdotes, monjas, monjes y seglares sobre el terreno. Como Estado participa en los debates de la Organización de las Naciones Unidas, en los que se han discutido en diferentes ocasiones documentos relacionados con la situación de las mujeres. En estos días, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer está discutiendo un comunicado sobre la violencia contra las mujeres y las niñas, en el que, según su borrador, se rechazan las razones de tipo cultural o religioso como justificación de las agresiones. El borrador se ha encontrado con la oposición del Vaticano, que, junto con Irán, Egipto, Polonia y Rusia, intenta modificar ese párrafo para suavizar el rechazo a las excusas culturales.
La dimisión del conservador Joseph Ratzinger (el papa Benedicto XVI) y la elección de un nuevo papa, que es a su vez jefe de estado en el Vaticano, abre alguna esperanza de un cambio de actitud de la Iglesia católica en este terreno.