Leyendo el interesantísimo comentario de Carmen González Enriquez y José Pablo Martínez “La influencia histórica española en América Latina: recuerdo menguante y valoración tibiamente positiva”, basado en el Barómetro sobre la imagen de España en América Latina que publicó hace unos días el Real Instituto Elcano, hay un aspecto que me llamó particularmente la atención y es “el olvido”: el bajo porcentaje de población que menciona a España cuando se pregunta qué país influyó más en el suyo durante los siglos XVI a XVIII.
A propósito de “el olvido” los autores dicen lo siguiente:
“Un 60% de la población entrevistada en Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, México y Perú menciona a España cuando se pregunta qué país influyó más en el suyo durante los siglos XVI a XVIII, es decir, durante la etapa colonial.
Resulta sorprendente que el porcentaje no sea mucho más alto. Un 33% de los entrevistados en los territorios que formaron parte en aquellos siglos del imperio español (es decir, excluyendo a Brasil de la muestra) cree que fueron otras naciones o países los más influyentes en su historia en esos siglos (un 7% no menciona ningún país). Las respuestas indican que muchos de los entrevistados confunden en su recuerdo lo ocurrido posteriormente, a partir del siglo XIX, con lo sucedido durante los tres siglos anteriores y eso explica que entre las influencias destaque Francia en México o Italia en Argentina, seguidas por Estados Unidos en todos los países de la zona.
Especialmente preocupante es la gran diferencia por edades. El conocimiento sobre la influencia histórica española en la región en los siglos en que ésta formó parte del imperio español disminuye drásticamente según se baja en la escala de edad. Sólo el 48% de los más jóvenes menciona a España como el país que más influyó en la historia de su país en esos siglos (un 45% señala otros países y un 7%, a ninguno), frente al 73% de los que tienen más de 65 años. Esto parece indicar que España está cada vez menos presente en la ‘memoria colectiva’, una presencia que disminuye generación tras generación. De continuar esta tendencia, en pocas décadas el recuerdo de la influencia histórica española habrá pasado a ser muy minoritario”.
En otras palabras, independientemente de si la valoración de la influencia española es positiva o negativa (dimensión que la encuesta también mide, siendo la valoración de España levemente positiva en la región), lo que llama la atención es que la mitad de los jóvenes latinoamericanos piensen que no la tuvo.
Un presente aluvional
¿Qué explica esta suerte de “desmemoria” de los jóvenes? Mi conjetura es que, en tiempos de redes sociales, el presente tiene hoy un peso aluvional. Es tal el volumen de información diaria que los jóvenes reciben a través de las redes, tan fragmentada y caótica la forma en que la reciben y la registran, que todas las energías mentales están destinadas a procesar, analizar y retener ese descomunal presente. El pasado es apenas una realidad distante, congelada en el tiempo, que sabemos que está allí, pero que ya no tenemos el tiempo ni las energías para volver a recorrerlo, quizá tampoco para recordarlo. El presente adquiere así lo que podríamos llamar una presencia soberana, que todo lo envuelve y todo lo excluye.
Recuerdo que cuando estaba en la campaña presidencial tendía a dramatizar los errores y su impacto mediático. El equipo de comunicación me tranquilizaba diciéndome que la cantidad y densidad de información que recibimos hora por hora es tan enorme que cualquier noticia, por dramática que parezca, quedará enterrada en 24 horas y condenada al olvido. En otras palabras, lo que me decían es “no hay pasado, sólo presente”. O mejor aún, un continuo de presentes que rápidamente pasan a formar parte del pasado distante.
El olvido que seremos[1]
Mi gran profesor en la Universidad de Chicago, Robert E. Lucas Jr., premio Nóbel de Economía y recientemente fallecido, me recomendaba cuando estaba haciendo mi tesis doctoral que leyera pocos artículos académicos. Que usara mi formación y creatividad para elaborar conjeturas propias. Y que después de hacerlo, fuera y comprobara si alguien ya lo había conjeturado y testeado antes. El profesor Lucas me decía que esto último es lo que va a ocurrir en el 99% de los casos. Y en el 1% de los casos, en que nadie lo haya conjeturado antes, “entonces tendrás una tesis doctoral”.
Eso es lo que he hecho. Fui a ChatGPT a averiguar si mi conjetura ya había sido desarrollada y, como era esperable, me encuentro que sí. Entre las referencias que encontré, fundamentalmente en las revistas científicas de psicología, esto es lo que dice al respecto:
“Nuestro acceso y exposición a los medios de comunicación ha aumentado espectacularmente en la última década, sobre todo en cantidad y modalidades disponibles, con amplias repercusiones en distintos aspectos de la vida humana. Los medios de comunicación influyen en nuestra forma de relacionarnos con los otros y en nuestra experiencia de vida en general. Una de estas repercusiones, quizá menos debatida, es el efecto de los medios de comunicación en la memoria humana y cómo esto afecta la forma en que recordamos la Historia. Un estudio reciente concluye que es probable que nuestra generación y las siguientes no recuerden los acontecimientos históricos con la misma claridad o precisión que las generaciones anteriores”.
¿Puede hacerse algo al respecto? ¿Debe hacerse algo? Queda para un próximo análisis.
[1] Título de la autobiografía del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince. Tomado del poema de Jorge Luis Borges “Ya somos el olvido que seremos”.