Es habitual en las democracias liberales que el Estado no pregunte a sus ciudadanos cuál es su religión, de forma que a menudo no existen datos oficiales que permitan conocer la distribución de la población en este aspecto. En España, a falta de esos datos, se ha extendido y aceptado la estimación realizada por el Observatorio Andalusí y la Unión de Comunidades Islámicas, que cifra en casi dos millones, 1.919.000 para ser exactos, el número de musulmanes en el país. Esta cifra, redondeada a dos millones, o un 4% de la población española, se cita frecuentemente en todo tipo de publicaciones.
Sin embargo, hay varias razones de peso para sospechar que esa cifra es exagerada. El número total de personas nacidas en países musulmanes (los 57 que componen la Organización para la Cooperación Islámica) y empadronadas en España, al margen de si se han nacionalizado o no como españolas, es de algo más de un millón (1.100.000), en su gran mayoría de origen marroquí (800.000). A estos hay que añadir sus descendientes nacidos en España, la población musulmana de Ceuta y Melilla nacida allí –gran parte nació en Marruecos y está incluida en la cifra anterior– y los españoles conversos. Ninguno de estos grupos está cuantificado y la estimación del Observatorio Andalusí no aporta justificación de cómo evalúa su tamaño. Por otra parte, no se puede dar por sentado que los inmigrantes que provienen de países musulmanes sigan considerándose musulmanes al cabo de los años ni que lo hagan sus hijos. En un ambiente de libertad como el de España existe la posibilidad de abandonar la identidad religiosa previa, como lo han hecho tantos católicos.
Hay muchos indicios de que la población de origen marroquí (nacida en Marruecos o descendiente de inmigrantes marroquíes) es más baja que la recogida en las fuentes estadísticas (registrada en el Padrón). La crisis ha afectado de modo especial a este grupo, que ha llegado a sufrir un 50% de paro por su concentración en el pasado en el sector de la construcción, a lo que hay que añadir una tasa de actividad femenina muy baja. Resulta difícil entender cómo ha podido mantenerse en España esa población en tales condiciones de desempleo. Aunque el Padrón ha establecido mecanismos para dar de baja a los inmigrantes que salen del país, esto no afecta a la gran mayoría de los marroquíes porque ya han accedido al estatus de residencia permanente (92%) y no están obligados a esa renovación padronal. El hecho es que muchos inmigrantes están manteniendo su registro padronal en España para conservar sus derechos de estancia pero, a la vez, han emigrado a otros países europeos o han retornado a su país de origen. La realización del Censo en el año 2011 descubrió que el 16% de los extranjeros empadronados no residían realmente en España. En el caso de los marroquíes, es aún más probable que se produzca esta inflación estadística por su proximidad geográfica, lo que abarata el coste de la movilidad. Por ejemplo, numerosos testimonios mencionan la presencia en Marruecos de marroquíes con permiso de residencia en España, muchos de ellos trasladando su lugar de empadronamiento a Ceuta o Melilla para poder recibir allí en su caso el subsidio de desempleo u otro tipo de ayuda social, pero vivir en un país de costes menores. Esta migración de retorno no registrada entre España y Marruecos, producida por la crisis, ha sido detectada en varios estudios, como el del Colectivo IOE o el proyecto ITHACA.
Otro indicador de esto mismo es la gran diferencia entre el número de niños de nacionalidad marroquí que recoge el Padrón y los que el Ministerio de Educación tiene registrados como alumnos de la enseñanza obligatoria. En España están empadronados 246.000 niños de nacionalidad marroquí de entre 5 y 14 años (Padrón 2017), mientras que el Ministerio sólo registra 115.000 niños escolarizados de nacionalidad marroquí en la educación obligatoria (primaria y secundaria); es decir, menos de la mitad. ¿Dónde está la mitad que falta, los otros 131.000? Puesto que en España la obligatoriedad de la educación se cumple y no existe el menor indicio de que haya niños marroquíes sin escolarizar en España, la respuesta sólo puede ser que esos niños no están realmente en el país.
En conjunto, teniendo en cuenta estos indicios, la estimación de 2 millones de musulmanes en España resulta excesiva y parece más probable que la cifra real sea bastante menor, cercana al millón.
¿Tiene esto alguna importancia? La tiene, porque la cifra de 2 millones se ha utilizado con mucha frecuencia en los últimos meses para indicar el peso político de esta población, ya sea para reivindicar sus derechos o para advertir sobre su crecimiento. Sea cual sea la perspectiva, conviene mirar con precaución las cifras que se ofrecen.
[Texto editado y actualizado a 22/12/2017]