Tras la Revolución Francesa, regresaron los nobles que se expatriaron para evitar sus excesos. En lugar de tomar nota de lo que había ocurrido, continuaron actuando como antes de irse. El antiguo ministro de Asuntos Exteriores de la Revolución, el marqués de Talleyrand, les reprochó que se comportaran como si nada hubiera ocurrido y acuñó la frase: Ils n’ont rien appris … ni rien oublié (“Nada Aprendieron, Nada Olvidaron”, NA-NO) para definir su comportamiento.
Hoy no faltan revoluciones en la periferia europea, del norte de África, Sahel, Oriente Medio y el este de Europa. Son revueltas imprevistas, virales, incontrolables que han puesto en cuestión el nivel de conocimiento que tenemos en Europa de esos países y sociedades y sumido en la incertidumbre a quienes tienen que proponer o ejecutar medidas de respuesta. En mayor o menor medida, han fracasado o se han mostrado insuficientes para prevenir o paliar las revueltas las distintas políticas de vecindad, las “uniones” por el Mediterráneo, los enfoques integrales o los enviados especiales, cuando no las han provocado como el Acuerdo de Asociación UE-Ucrania.
Los diplomáticos, estrategas, funcionarios y analistas europeos se muestran impotentes para encontrar soluciones y asediados por la presión de hacer algo. No va a ser fácil encontrar recetas mágicas para afrontar con acierto cada crisis y hará falta un largo proceso de acierto y error para comprender la dinámica de las revueltas y afinar los mecanismos de respuesta.
Sin paciencia, algunos de los anteriores han recurrido al NA-NO análisis para recuperar recetas del pasado en la creencia de que las revueltas acabarán encajando en las fórmulas que han demostrado su validez en el pasado, sin caer en cuenta de que las “cosas” (los gobiernos, las sociedades, los actores y las relaciones) ya no volverán a ser como antes de las revueltas. El NA-NO análisis justifica el apoyo a los líderes fuertes en lugar de a los líderes legítimos porque cree que la preservación del estatus quo favorece los intereses europeos (como si en las revueltas no se hubiera criticado la complicidad europea con los regímenes y líderes autoritarios derrocados). El NA-NO análisis atribuye las revueltas a fenómenos monocausales (el terrorismo, Putin, los Hermanos Musulmanes, chiíes contra suníes) porque las simplificaciones facilitan aplicar recetas acuñadas en el pasado. Los NA-NO analistas reducen el caos iraquí o la inestabilidad africana a las siglas terroristas de EIIL o al-Qaeda, respectivamente, porque no saben cómo explicar la insurgencia pero sí que tienen recetas para tratar la enfermedad del terrorismo. El NA-NO análisis aconseja tirar de las recetas de la Guerra Fría para afrontar el desencuentro entre la Federación Rusa y Occidente, como si los mandos militares de la OTAN pudieran disuadir a las milicias pro-rusas y a los rusos pro-milicias. Los NA-NO analistas se empeñan en retomar los niveles de análisis clásicos: estatal, regional e internacional, minusvalorando la importancia de las sociedades y redes sociales en la dinámica de las revueltas.
El NA-NO análisis se refugia en las evidencias tangibles para explicar el corto plazo, mientras que sus negadores se empeñan en desentrañar los fenómenos intangibles y sus implicaciones a largo plazo. Finalmente, quienes han sobrevivido a las revueltas en la periferia de la UE se empeñan en tranquilizar a sus mandatarios: todo está volviendo a la normalidad, poco a poco se recupera el control y no se esperan nuevas revueltas. Seguramente Talleyrand estaría de acuerdo con que en tiempos de cambio como los que vivimos los europeos hay que empezar a hacer mudanzas –comenzando por el NA-NO análisis- si queremos recuperar la lucidez y la iniciativa algún día.