Ahora que todos los ojos están puestos en la guerra comercial entre China y EEUU, es importante recordar que esa rivalidad también se juega sobre la geografía, que es donde las rivalidades geoestratégicas se han jugado toda la vida, y sobre la arquitectura regional, que es un invento del siglo XX, que cada vez tiene más relevancia en el siglo XXI.
La batalla por el Mar del Sur de China, China la está ganando por goleada, lo que ha llevado a EEUU a extender el terreno de juego con el nuevo concepto del Indo-Pacífico Libre y Abierto. Ahora parece estar surgiendo un nuevo frente de batalla en el que, por el momento, China lleva ventaja: el río Mekong.
El Mekong es el duodécimo río en longitud del mundo y el primero en el Sudeste Asiático. Nace en el altiplano tibetano, 2.077 de sus 4.723 km transcurren por territorio chino y, en un segmento, forma la frontera entre China y Myanmar. En el resto de su trayecto atraviesa cuatro de los diez países de ASEAN (cinco si tenemos en cuenta la ribera birmana del río). Sus mayores aportes los recibe a su paso por Laos, que es el país central y clave en el río, aparte de China, que controla su cuenca alta.
Hay varios aspectos del río a reseñar: su rica biodiversidad, la importancia de su pesca como fuente de proteínas para las poblaciones ribereñas, su potencial para la generación de energía hidroeléctrica, las posibilidades que ofrece su abundante caudal para proyectos de irrigación, la dificultad de utilizarlo para la navegación comercial en razón de las cataratas que lo salpican desde el sur de Laos hasta su origen.
Hasta comienzos del siglo XXI, la institución clave en la gestión del río Mekong era la Comisión del Río Mekong (MRC, por sus siglas en inglés), creada en 1995 sobre la base del Comité del Río Mekong, que EEUU impulsó en 1957 para el desarrollo económico de la cuenca y la gestión de sus recursos. Los miembros de la CRM son Camboya, Laos, Tailandia y Vietnam y entre sus socios de desarrollo se cuentan la UE, EEUU y Japón, e instituciones como el Banco Asiático de Desarrollo o la FAO. La gran ausencia en la CRM es la de China, el país situado aguas arriba. Las razones de su ausencia no son difíciles de entender: no verse atada por normas internacionales en la gestión de las aguas de la cuenca alta del Mekong.
En 2016, China estableció la Cooperación Lancang-Mekong (LMC, por sus siglas en inglés), siguiendo un modelo de arquitectura regional que ya ha empleado en otras ocasiones, cuando siente que las instituciones existentes no se acomodan a sus intereses o que en ellas EEUU tiene un peso importante: crear una organización rival, que vehicule sus intereses y en la que estén ausentes las potencias extrarregionales (principalmente EEUU). La LMC está desplazando gradualmente a la MRC. Sus ventajas a corto plazo son grandes: cuenta con el impulso y la generosa financiación de China –300 millones de dólares para pequeños y medianos proyectos de cooperación en el Mekong para este quinquenio, en comparación la MRC recibió 100 millones de dólares para la implementación de su plan estratégico 2011-2015–; utiliza criterios políticos, más que técnicos, lo que resulta atractivo para algunos líderes que prefieren no sentirse atados por regulaciones internacionales; y ofrece la posibilidad de vincular sus proyectos con la Iniciativa de la Franja y de la Ruta.
Irónicamente, la CLM no es el primer caso de superpotencia que crea una institución de cooperación en el Mekong para promover sus intereses en la región. En 2009 EEUU ya había optado por ese modelo al crear la Iniciativa del Bajo Mekong (LMI, por sus siglas en inglés), junto con Camboya, Laos, Tailandia, Vietnam y, desde 2012, Myanmar. La LMI está más centrada en la cooperación técnica en áreas tales como el medio ambiente, el desarrollo de infraestructuras o la educación. El objetivo principal es reforzar la cooperación técnica entre los países de la cuenca baja del Mekong, ofreciéndoles además un modelo de gestión del río alternativo al chino.
La importancia geopolítica de la LMI está en aumento y podría emerger como la alternativa estadounidense a la LMC. Además podría servir para atraer la atención de otros socios extrarregionales. En abril de este año se celebró en Bangkok el primer Diálogo Político de la LMI, en el que participaron, además de sus miembros, los “Amigos del Bajo Mekong” (Australia, Nueva Zelanda, la UE, Japón, Corea del Sur, Banco Asiático de Desarrollo y el Banco Mundial). EEUU ha expresado su deseo de celebrar en los próximos meses una Conferencia Indo-Pacífica sobre el fortalecimiento de la gobernanza conforme a normas de los ríos transfronterizos, que sin duda servirá para criticar las actividades chinas en la cuenca del Mekong.
Finalmente cabe mencionar un foro netamente regional: ACMECS (Ayeyawady-Chao Phraya-Mekong Economic Cooperation Strategy). ACMECS se creó en 2003 con fines de desarrollo económico y de compartir la prosperidad entre sus miembros. La Presidencia tailandesa de ACMECS en 2018 permitió re-dinamizarlo con la conclusión del Plan Maestro (2019-2023) por el que la organización se dota de su propia estrategia de conectividad. ACMECS podría jugar en el Mekong el papel que ASEAN trata de jugar en el Sudeste Asiático: una plataforma para que los Estados de la región gestionen la presencia de las potencias extrarregionales.
La gran diferencia entre el Mar del Sur de China y la cuenca del río Mekong es que en el primero no existían instituciones regionales que, agrupando a aquellos miembros de ASEAN interesados en la cuestión (Brunei, Filipinas, Indonesia, Malasia y Vietnam), hubieran permitido contrapesar el poderío chino y engarzar a actores extrarregionales. Ello ha permitido a China bilateralizar la controversia con los Estados Miembros de ASEAN afectados y mantener apartadas a las potencias extrarregionales. En el caso del río Mekong esa estrategia bilateralizadora no resultaría tan sencilla, gracias a la arquitectura que se ha ido construyendo desde mediados de los 90 en torno a los Estados Miembros de ASEAN ribereños.
En los próximos años deberán definirse tres cuestiones clave, que determinarán los destinos de la cuenca: 1) si la MRC es capaz de resistir el envite de la LMC o, por el contrario, cae en la irrelevancia; 2) si la LMI desarrolla su potencial y se convierte efectivamente en un contrapeso a la CLMC; 3) Si ACMECS logra vehicular los intereses de las potencias medias regionales y no se ve instrumentalizado por las grandes potencias. Es muy probable que el elemento clave en la respuesta a estas tres preguntas sea uno sólo: quien cuente con mayores fondos y disposición para financiar iniciativas en el río Mekong será quien determine cuál de los foros prevalecerá.