Hace diez años escribí un breve comentario en el blog de Iberglobal, con el mismo título que el de este post. Ahora retomo, amplío y actualizo el tema.
En aquel comentario destacaba, sin caer en cumplidos o halagos fáciles, el prestigio que el Rey Juan Carlos se había ganado en el ámbito de la internacionalización de la empresa y de la economía. Y cómo este prestigio, que ha mantenido una línea de continuidad con el Rey Felipe VI, ha repercutido favorablemente en el desempeño internacional de las empresas españolas.
Tuve ocasión de participar de manera relativamente activa en la visita del Rey Juan Carlos a China en 1995. En aquella ocasión yo desempeñaba el cargo de presidente del Comité Empresarial Hispano-Chino, que dependía del Consejo Superior de Cámaras de Comercio (una entidad que ha sido sustituida en nuestros días por la Cámara de Comercio de España). Participé en diversas reuniones y encuentros acompañando al Rey, en algunos casos con muchos participantes, en otros casos de carácter más restringido (para mí era la primera oportunidad de acompañar al Rey en una reunión de este tipo).
En todos los casos la profesionalidad, la habilidad, la capacidad de comunicación intercultural, del Rey, me impresionó. Así como su decidida postura de apoyo a las empresas españolas.
El Rey Juan Carlos se ha hecho merecedor a lo largo de su reinado de un claro prestigio por dos motivos fundamentales.
En primer lugar, por la imagen que ha proyectado, la imagen de un monarca moderno, preparado, respetado en la comunidad internacional. Se trataba de una imagen que era muy necesario proyectar para una economía como la española, que emergía, cuando el Rey accedió al trono, de un largo periodo de dictadura y aislamiento.
De entrada, y aunque pueda parecer un asunto menor, hemos tenido y tenemos unos Reyes que hablan idiomas, algo que contrasta con el panorama de no pocos de nuestros representantes políticos, a los que todavía podemos ver en reuniones internacionales invariablemente acompañados de un intérprete.
En segundo lugar, el Rey Juan Carlos demostró una gran profesionalidad en su labor de apoyo a las empresas españolas. En sus viajes de Estado se evidenciaba que los había preparado, que se había estudiado a fondo los temas, que había preparado los mensajes que había que transmitir. Es algo que pude comprobar en las reuniones en las que acompañé al Rey Juan Carlos durante el viaje de China al que me he referido.
Esto también puede parecer elemental, pero también contrasta con la actitud de otros representantes políticos en viajes oficiales, que en ocasiones parece que están deseando terminar lo antes posible la reunión de trabajo con el interlocutor del país que están visitando, una reunión para la que por otra parte apenas se han preparado.
La dimensión institucional sigue teniendo una gran importancia en las relaciones económicas, con gran parte de los países del mundo. El papel de los gobiernos, de las empresas públicas, es muy relevante en muchas economías. El apoyo político e institucional puede ser por ello de gran importancia.
El Rey ha asumido normalmente, de forma muy clara, su papel de defensor y promotor de las empresas españolas, sin las timideces y recelos que con cierta frecuencia caracterizan a nuestra diplomacia comercial. Los que han acompañado al Rey en viajes oficiales han visto normalmente a un monarca consciente de su papel y dispuesto a apoyar con firmeza a las empresas españolas.
Estoy convencido de que el apoyo del Rey ha sido un factor importante para el éxito de las empresas españolas en muchas de sus operaciones internacionales.
Por estos motivos principales (aunque no únicos) creo que la Corona se ha ganado desde hace décadas el reconocimiento y el agradecimiento de una gran mayoría de las empresas españolas que operan en los mercados internacionales.