El pasado 13 de septiembre, en la Fundación Rafael del Pino, tuve el honor de presentar junto a Niall Ferguson su último libro, La Plaza y la Torre. Redes y poder: de los masones a Facebook. Ferguson es un escocés doctorado en Historia por la Universidad de Oxford y afincado en los Estados Unidos, donde enseña en las universidades de Harvard y Stanford. Todos sus libros son de una lectura fascinante, amena y provocativa. Reflejan una extraordinaria inteligencia, la imaginación y los conocimientos de su autor, aunque cuando habla de sus libros, él mismo parece infinitamente más inteligente, divertido y erudito.
Hay libros que se deben tener, y libros que hay que leer. La Plaza y la Torre es un libro para tener –ocuparía un lugar prominente en cualquier biblioteca personal– y también para leer por muchas razones. Es el libro de los libros de Niall Ferguson porque incluye de algún modo la esencia de sus anteriores bestsellers como la biografía de Henry Kissinger (Kissinger, 1923−1968: The Idealist); Civilization: The West and the Rest; Empire: How Britain made a modern world; The Great Degeneration. How Institutions Decay and Economies Die; The World’s Banker: The History of the House of Rothschild; The Cash Nexus: Money and Power in the Modern World, 1700-2000, entre otros. El propio Ferguson, que se define como un hombre más “de redes” (simbolizadas por “la Plaza” que ostenta la influencia y no el poder) que de jerarquías (“la Torre”, que sí ejerce el poder), confiesa que siempre ha escrito sobre las redes, aunque no siempre se había dado cuenta de ello.
Hay muchos libros y artículos sobre la revolución de las redes, pero muy pocos (si alguno) explican con la perspectiva histórica dicha revolución como lo hace el historiador británico. Es la “Historia aplicada” que trata de explicar los actuales desafíos políticos, económicos y sociales analizando los precedentes históricos y estableciendo analogías correctas entre el pasado y el presente.
El más adecuado antecedente del actual impacto de Internet es el que produjo la Imprenta en la Europa del siglo XV. De Gutenberg a Zuckerberg ha corrido mucha agua, y entre ambos hay muchas diferencias (para no ir más lejos, Gutenberg murió en la pobreza, mientras Zuckerberg es uno de los hombres más ricos del planeta), pero hay un aspecto común entre ambos que justifica esta analogía: ambos contribuyeron a divulgar ideas que amenazaron las estructuras jerárquicas de su tiempo e implicaron la disrupción religiosa y política. La imprenta divulgó las 95 tesis de Martin Lutero que dieron origen a lo que conocemos como la Reforma. Esta abrió el camino a la Revolución Científica y a la Ilustración, que transformaron radicalmente las civilizaciones de Occidente. El balance de Zuckerberg es menos brillante: ha creado la red social más grande del mundo, pero Facebook, además de conectar entre sí a más de 2.000 millones de personas, ha sido la clave de la victoria de Brexit en junio de 2016, así como de la de Donald Trump en las elecciones presidenciales en EEUU de 2016, con la ayuda de factores como la injerencia rusa a través de la consultora Cambridge Analytica. Ninguna red social ha contribuido tanto a divulgar las ideas del islamismo radical, del autoritarismo, del populismo y del nacionalismo, los tres “ismos” que han sustituido al comunismo y fascismo que casi destruyeron la Europa del siglo XX.
Las redes sociales no son la novedad. Lo nuevo es que las nuevas tecnologías y las empresas de Silicon Valley les han dado un poder que hasta ahora nunca habían tenido. Además, este complejo empresarial que ha acumulado una enorme riqueza e impuesto un monopolio económico –sustituyendo a las tradicionales editoriales y periódicos, y apoderándose de casi toda la publicidad que mantenían a estos últimos– está amenazando ya a la “Torre”, al Estado-Nación. Google, Facebook y Amazon no están en ningún mapa del mundo; su influencia no corresponde al tamaño del territorio que ocupan en Palo Alto, pero ninguna de las elecciones democráticas (y no democráticas) del mundo puede ya obviar su influencia.
La mayor amenaza para el orden internacional y para el modelo de Estado-Nación que lo sostiene es la evolución de las redes sociales. La calidad de nuestra democracia (y de nuestras vidas) depende de la respuesta que demos a este desafío.