Jean-Claude Juncker es a veces osado. Pero las palabras cuentan y deben usarse con precisión. En unas declaraciones a un diario alemán, el presidente de la Comisión Europea ha abogado por un “ejército europeo” que ayudara a hacer frente a los retos de Rusia, a defender “los valores” europeos y a que la UE asuma “su responsabilidad en el mundo, pudiendo reaccionar a una amenaza a la paz en un Estado miembro o vecino”. Incluso afirmó que “hubiera sido útil durante la crisis de Ucrania”. ¿Cómo? Ha armado mucho ruido, y un portavoz de la Comisión ha tenido que “matizar”, para indicar que se trata de un proyecto a muy largo plazo.
Para empezar, demasiado a menudo en las instituciones europeas hay un exceso de pudor a hablar de “intereses” europeos, por lo que se insiste casi únicamente en los “valores” (que, sin duda, hay que defender, aunque internamente estén cuestionados ante ciertas involuciones democráticas de algunos de los Estados miembros). En segundo lugar, en su visión, Juncker se ha olvidado de las amenazas que están surgiendo en el Sur (un Sur que también penetra en Europa) para centrarse sólo en Rusia (y ha sido Putin, con sus acciones en Ucrania, el que ha reactivado la OTAN).
Es verdad que el Tratado de Lisboa (art. 42.7 del Tratado de la Unión Europea) contiene una cláusula de defensa mutua, según la cual, como el art.5 de la OTAN, en caso de que un Estado miembro sea objeto de un ataque armado en su territorio, los demás Estados de la UE le prestarán ayuda y asistencia por todos los medios de que dispongan. Ello no implica necesariamente el instrumento militar, pero hoy ni la UE ni sus Estados miembros estarían en condiciones de cumplir tal cláusula. La OTAN algo más. Los presupuestos militares de los países europeos se han reducido con la post-Guerra Fría y con la crisis, y también las capacidades (un 20% menos en cinco años). La OTAN ha vuelto a impulsar un compromiso de gasto en defensa de cada uno de sus miembros del 2% del PIB. No será fácil de cumplir, a pesar del nuevo entorno de seguridad mucho más amenazante en el Este y en el Sur. Por no hablar de la falta de voluntad política común para usar esas fuerzas. De hecho, la UE dispone de algunos grupos de combate. Nunca los ha utilizado.
Antes de poder llegar a un “ejército europeo”, que sería la culminación de un proyecto federal con el que no comulga una de sus mayores potencias militares, el Reino Unido, ni muchos otros, habría que construir una Unión de seguridad y defensa, de la que estamos muy lejos. De hecho los primeros pasos a este respecto dados por el entonces alto representante para la Política Exterior y de Seguridad, Javier Solana, fueron prácticamente congelados por su sucesora en el cargo, la británica Catherine Ashton. Es de esperar que Federica Mongherini los vuelva a poner en marcha. Recordemos que un español, Jorge Domecq, también de la escuela de Solana, dirige ahora la Agencia Europea de Defensa, que necesita un nuevo impulso.
De hecho, bajo la presidencia de Solana, un grupo de trabajo en el CEPS (Center for European Policy Studies, de Bruselas) acaba de producir un importante informe, “Más unión en la defensa europea”, con unas recomendaciones prácticas más que razonables, entre ellas mejor definición de intereses comunes (esta vez sí), más capacidades, más infraestructuras de defensa, mejores instituciones y más financiación e incluso un “Semestre Europeo de defensa” para que cada país exponga con transparencia una vez al año sus avances en la materia, además de un Consejo de Ministros del ramo. Todo ello ha de llevar a una Unión Europea de Defensa, complementaria con la OTAN, pero con capacidad de acción autónoma más allá de sus fronteras. Para Juncker, la OTAN no es suficiente, mientras la Alianza Atlántica ve en la UE un complemento para labores policiales y humanitarias. Es la OTAN la que está desarrollando capacidades militares de respuesta muy rápida.
Se trata de avanzar hacia una Unión en este campo, utilizando si es necesario el dispositivo de una cooperación reforzada para que participen los que quieren. David Cameron no es de éstos, pues cree que debilitaría la OTAN, cuando ahora, a diferencia de otros tiempos, EEUU sí empuja a los europeos a hacer más por sí mismos en este terreno. Los irlandeses y algunos otros neutrales también se resisten.
La alternativa a avanzar hacia una Unión no es un ejército europeo, sino como señala Christian Mölling, del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad, un ejército bonsái, muy bonito, pero que no sirve para nada, salvo para desfiles.
La expresión “ejército europeo”, como recuerda Nick Witney, figura en el acuerdo de gobierno entre democristianos y socialdemócratas en Alemania, pero bajo la condición de que quede bajo control parlamentario, se entiende que al menos alemán (¿y posiblemente europeo?). De hecho, la ministra alemana de Defensa, Ursula von der Leyen, es de las pocas que han apoyado públicamente a Juncker en su idea. La fracasada (en 1954) Comunidad Europea de Defensa también pretendía crear un ejército europeo… para ponerlo bajo el mando de un general de EEUU. En todo caso, hoy por hoy, para su credibilidad, por ejemplo frente a Rusia, los europeos aún necesitan a los estadounidenses.
La idea de la Europa de la Defensa recibió durante años un apoyo mayoritario en la opinión pública europea (salvo en la británica y en la de algún otro país), pero los Eurobarómetros la han suprimido de sus encuestas. No es un tema que preocupe al público. Quizá ahora vuelva a hacerlo ante una vecindad problemática. Qué duda cabe que los europeos, forzados a la interdependencia, deben hacer más entre todos.