Los estudiantes de Hong Kong han hecho temblar a un mundo que lo que no necesita en estos momentos es una crisis en China, por mucho que los manifestantes hayan despertado simpatías en Occidente. La crisis de Hong Kong no se ha desactivado y quedarán durante tiempo rescoldos de reivindicaciones de cambio constitucional y democracia que permanecerán e incluso crecerán. Pero Hong Kong no es China. Y una gran cuestión es no ya Hong Kong sino si China puede llegar a ser democrática.
Algunos lo ven como una inevitabilidad derivada de un crecimiento económico que hace que cuando la renta per cápita ha superado los 10.000 dólares, la democracia parece llegar por su propio peso con una clase media pujante (aunque con una mayoría del país aún muy pobre). El estudioso Minxin Pei publicó en 2006 un libro titulado La transición retenida de China que se basada sobre estas tesis y que ha inspirado unas interesantes reflexiones a Fareed Zakaria. Pero todo el mundo no opina de la misma manera, aunque no hacerlo caiga en la incorrección política en Occidente.
Así, el “ministro mentor” y dirigente histórico de Singapur Lee Kuan Yew, de 91 años en la actualidad, pese a su carga de autoritarismo es alguien a quién siempre hay que escuchar y leer con atención al analizar Asia y China. En un libro reciente (Lee Kuan Yew. The Grand Master’s Insights, Graham Allison ed., 2013), declaraba: “China no se va a convertir en una democracia liberal; si lo hiciera colapsaría. De eso, estoy muy seguro, y la intelligentsia china también lo entiende. (….) El pueblo chino quiere una China revivida. (…) Los chinos temen el caos y la voluntad siempre yerra por el lado de la precaución. (…) Para lograr la modernización de China, sus líderes comunistas están dispuestos a probar todos y cada método a excepción de la democracia con una persona y un voto en un sistema multipartidista”.
En su excelente libro Sobre China (2011), quien propiciara un nuevo entendimiento entre Washington y Pekín, Henry Kissinger habla poco de democracia. Menos aún en su última obra, World Order (2014), aunque China esté muy presente. Es importante la manera en que esta nueva China se integra en un orden internacional que estará cada vez menos marcado por Occidente. Lo que sí se destila en Kissinger es la idea que también expresa Minxin Pei en un artículo más reciente, de que en las relaciones de China con Occidente persistirán muchas causas de fricción mientras no cambie el sistema político del país más poblado de la Tierra.
Es una discusión que tienen las propias elites chinas, en una sociedad más abierta, aunque sometida a enormes restricciones. Los chinos mismos piden ser ellos los que fijen su futuro, y la verdad es que desde fuera poco se puede influir. Quizá en estos momentos en la sociedad china –que nunca ha conocido la democracia– haya más demanda de libertad, Estado de Derecho y derechos humanos que de democracia propiamente dicha. En nuestros días hay que diferenciar entre estos conceptos. Hay ansias de progreso económico y social para llegar a una sociedad xiaokang, es decir, moderadamente acomodada.
El Partido Comunista Chino y la burocracia que domina es el heredero del sistema confuciano, y Confucio cuenta ahora con una estatua en Tiananmen. Lo que ha aumentado es la intolerancia de los chinos hacia la corrupción, contra la que está intentando luchar el presidente Xi Jinping. Este ha empezado a hablar de cambio político, pero rechazando la democracia a la occidental. Está en contra del multipartidismo, aunque no de elecciones algo competitivas para los gobiernos de algunos pequeños municipios, por ejemplo; posibilidad que también ve Lee Kuan Yew. La ciudad-Estado de Hong Kong –recuérdese, un país, dos sistemas–, en la que cuando era colonia británica había libertades pero no democracia, podría ser un buen lugar donde empezar. Taiwan lo ha logrado. Quizá China acabe tomando el camino de Singapur. Pero hoy por hoy, a juzgar por las palabras de Lee Kuan Yew, no parece que ese será el camino que seguirá. Si su economía dejara de crecer podrían generarse revueltas, lo que nos afectaría muy negativamente a todos. Eso sí sería un cisne negro. Aunque puede llegar.