Algunos lo ven como el largo brazo de Arabia Saudí, otros como una acción concertada con EEUU, y, finalmente, los hay que sólo miran a la evolución de los mercados ante una Europa al borde de la recesión y un mundo en una “nueva mediocridad”. El caso es que responsables saudíes, como Ali al-Naimi, ministro del Petróleo, se sienten cómodos con el barril de Brent a 88 dólares e incluso se han mostrado dispuestos a dejarlo caer a 80. El petróleo ya ha perdido una cuarta parte de su precio desde junio. Lo que puede tener consecuencias económicas. Algunas deseadas, pues equivale, según un cálculo del Financial Times, a una inyección en la economía global de 660.000 millones de dólares, además de favorecer a los consumidores. Otras temidas si el crudo más barato contribuye en las economías europeas a adentrarse en una deflación. En todo caso, con el petróleo fijado en dólares y el valor de esta moneda creciendo, el Reino pierde poco en moneda local
Pero también tiene consecuencias geopolíticas, de ahí que se hayan despertado teorías conspirativas sobre sí realmente son esas las que busca Arabia Saudí. Para empezar, castigará los ingresos de países productores como Siria, Irak e Irán. No se puede olvidar que la obsesión de Riad es evitar el auge del chiismo, al que EEUU está dando alas. Y que su prioridad, pese a su participación activa –los saudíes están en los bombardeos– en la coalición internacional que ha puesto en pie EEUU no es tanto acabar con el Estado Islámico (EI) que se ha adueñado de parte del territorio iraquí y sirio, sino terminar con el régimen de Bachar El Assad en Damasco y debilitar al Irak controlado por los chiíes y por Irán.
Aunque de paso también se socava al EI, que saca entre uno y tres millones de dólares diarios de la extracción de crudo en las zonas que ocupa y de su contrabando, a bajo precio, hacia Jordania, Turquía, Siria y el Kurdistán iraquí. De ahí que los bombardeos de la coalición vayan dirigidos en una parte importante contra las instalaciones petroleras controladas por el EI, que habrían reducido en un 70% de su capacidad. Un informe de la Agencia Internacional de la Energía concluye que el EI controla ya sólo una producción de 20.000 barriles diarios, cuando en agosto lo hacía sobre 70.000.
De paso, el petróleo más barato también daña los intereses de Irán, ya castigado por las sanciones económicas occidentales, en una rivalidad que se mantiene con Arabia Saudí y que es uno de los ejes sobre los que gira todo lo que está ocurriendo en Oriente Medio, aunque puede llevar a que Teherán y Bagdad dispongan de menos presupuesto para combatir al EI. También le hace daño a los intereses de Rusia. Un petróleo más barato daña a su castigada economía interna, y también merma su capacidad de ayudar al régimen de El Assad en Siria. En esto coincide plenamente con la política de Washington.
No así en el hecho de que un petróleo saudí por debajo de los 100 dólares el barril puede hacer que dejen de ser rentables nuevas inversiones en la extracción de petróleo de esquistos y otros y la revolución en marcha y el paso hacia la “independencia energética” de EEUU, de enormes consecuencias geopolíticas, queden en entredicho. Es sabido que es algo que no mira con complacencia Arabia Saudí,que además se sintió frustrada con el paso atrás dado por Obama el año pasado respecto a los ataques contra el régimen de El Assad.
En esta tesitura, Arabia Saudí parece más interesada en lograr sus objetivos geopolíticos y en preservar cuotas de mercado que en asegurarse un nivel de ingresos. La OPEP se reúne el mes que viene y se verá si estamos en una guerra de precios, y de mercado, o se trata de algo más. Si así fuera, el Reino daría muestras de inteligencia geopolítica. El petróleo al alza lo fue, pero a la baja también puede ser un instrumento poderoso.