Vuelve una pareja olvidada: Sykes-Picot. Se trata de dos funcionarios, uno británico y el otro francés, que en 1916 diseñaron –es decir, repartieron–, el mapa de Oriente Próximo entre zonas de influencia respectivas, generando Estados tan artificiales como Líbano, Siria e Irak. Fue parte de lo que David Fromkin en su magistral análisis llamó “la paz para acabar con toda paz”. Los que han resucitado a Sir Mark Sykes y a François George-Picot no son los historiadores sino los dirigentes del EIIL (el Estado Islámico en Irak y Siria, en sus siglas en español; ISIS en inglés) al titular estos días unas fotos que han difundido “La destrucción de Sykes-Picot”. Pues lo que se proponen es nada más y nada menos que acabar con el orden de 1916 y esta vez los europeos están ausentes para impedirlo. Sólo y solo queda EEUU, ya fatigado, más las dos potencias serias y rivales en la zona, Irán y Arabia Saudí, con otra, Turquía, moviendo también hilos, e Israel como espectador en este drama.
Irak ha fracasado como concepto. Tras la invasión norteamericana de 2003 transmutada en guerra civil entre la mayoría chií y la minoría suní no se ha sabido construir un país. Los kurdos se aseguraron su autonomía desde un principio y cuentan hoy con 200.000 hombres bien formados y armados, los Peshmerga. El presidente Al-Maliki ha sido un desastre y ha alienado a los sunís, y por eso no sorprende que la “solución” impulsada desde Washington, y por el ayatolá Al-Sistani, la máxima autoridad religiosa de los chiíes en Irak, pase por apartarlo para poner en su lugar a alguien más integrador. Ha sido un fallo de la democracia únicamente de votos sin tener en cuenta la protección e integración de las minorías.
Y ese factor está detrás de lo ocurrido, el colapso del Estado ante el avance de EIIL en el norte de Irak. El grupo ha tomado las veces de al-Qaeda, de donde proviene y de la que se separó. Está formado, según las fuentes, por entre 7.000 y 15.000 militantes, un número insuficiente para haber ocupado el espacio que ahora domina. Sólo ha sido posible porque una parte, la suní, del ejército iraquí, formado a un coste exorbitante por los norteamericanos, se ha negado a combatir. ¿Por qué morir por un Estado chií? Los suníes no creen ni en su Estado ni en su Gobierno. Muchos prefieren el mal menor de los islamistas suníes. Lo que ha permitido al EIIL hacerse con armas, que se suman a las dudas existentes sobre quién está detrás de su financiación. El EIIL cuenta además con el apoyo de otros grupos ex combatientes baasistas y muyahidines.
Aquí ha habido también un fallo de inteligencia. Por supuesto del Estado iraquí, si se le puede llamar así, que no se enteró de lo que se le venía encima, ni calibró la debilidad de una parte de sus fuerzas armadas. Pero también de EEUU al que la ofensiva del ISIS sorprendió, quizá porque está demasiado obsesionado con la inteligencia de señales (SIGINT) en detrimento de la humana (HUMINT). La NSA y sus escuchas universales no lo pueden todo.
La guerra de Irak original destruyó los equilibrios internos y externos en el país. Junto al impacto de las posteriores primaveras árabes, llevó a la guerra de Siria y ahora vuelve a una nueva guerra civil. Ha llevado a un acercamiento entre EEUU e Irán, aunque Obama no volverá a mandar tropas de combate en número significativo, ni le interesa que Irán entre. Pero Washington y Teherán coinciden en la necesidad de mantener un Irak unido.
Cualquier alternativa a una unidad aunque sea mantenida con alfileres es peor y más sangrienta, al menos en el camino del viejo al nuevo orden. La facilidad con la que han avanzado las fuerzas del EIIL no es la causa de la desintegración de Irak sino su efecto. El caso es que incluso si se para ahí y no llega a Bagdad, este es de esos conflictos que pueden durar años y resultar en decenas de miles de muertos: “Un punto muerto prolongado y sangriento”, según el experto de Brookings Kenneth Pollack. Con un Occidente atado de manos. El mapa de 1916 que dibujaron los europeos queda en entredicho sin que Europa tenga ya nada que decir, aunque le afecte gravemente en su seguridad. Un siglo de historia, pero la historia mal llevada también se venga.