Alexis Tsipras, el nuevo primer ministro de Grecia, y su formación de izquierda radical, la coalición Syriza, han ganado con rotundidad en las elecciones del domingo, aunque se ha quedado a dos escaños de la mayoría absoluta. Por primera vez uno de los movimientos mal llamados populistas, en este caso de izquierdas, ha ganado unas elecciones generales en un país de la UE, reflejando el rechazo de los perdedores de la crisis a la austeridad a ultranza. Y hay otro impacto: la llegada en tercer lugar del neonazi Amanecer Dorado. Nada será fácil, pero la sangre no tiene por qué llegar al río con Europa. Puede que no haya tormenta sino negociación. Tsipras tiene una gran responsabilidad ante sí, ante sus electores y ante Europa. También Europa, que es en una parte responsable de lo ocurrido, y de lo que pueda ocurrir.
Tsipras tendrá que elegir ser realista o ser radical, como indicaba el Financial Times. Sus primeros pasos tras la victoria y en las últimas semanas tienden al realismo. Ser realista implica también entrar a saco en la Administración para reformarla y acabar con el clientelismo partidista y la corrupción que fomentaron durante años el conservador Nueva Democracia y el socialista Pasok. Tsipras prometió una selección del personal público basada en el mérito. Es decir, que en buena parte tiene que reconstruir el Estado y las instituciones y montar un sistema fiscal digno de ese nombre. Y lo tiene que hacer desde fuera del establishment. Puede que sea la única forma, pero aun así es dudoso si Syriza podrá. ¿Se convertirá Tsipras en el gran reformador de Grecia? Le interesa al conjunto de la UE que lo consiga.
Ser realista implica, sí, atender a algunas de las razones por las que ha ganado, es decir, paliar los sufrimientos de muchos griegos que han visto el PIB reducirse un 25% y las pensiones bajar a la mitad, con un desempleo desbocado. Lo que implica, efectivamente, alejarse ¿cuánto? de las políticas de austeridad extrema seguidas desde 2010. Sus tres grandes objetivos son poner fin a la austeridad y ayudar a los desamparados, renegociar la deuda y relanzar el crecimiento. Lo haga como lo haga, no lo podrá hacer por sí solo si quiere generar la confianza necesaria para que fluya la vital inversión nacional y extranjera. Necesitará la ayuda de Europa, de los países europeos y de las instituciones de la UE, a comenzar por un Banco Central Europeo que ha dejado de momento a Grecia fuera del programa de expansión cuantitativa a la espera de que se aclare la negociación de Atenas con sus acreedores. Por eso, Tsipras y Syriza no pueden situarse en una posición antieuropea. Syriza hablaba de salir de la OTAN, pero esa cuestión parece olvidada. Como indicaba un comentario en Bloomberg, “Syriza está sacrificando sus ambiciones más revolucionarias al objetivo primordial de conseguir mejores condiciones para el paquete de ayuda económica a Grecia”. Otra cosa sería ser radical.
Ser realista implica plantear una reestructuración de la deuda griega, pero no –al menos, no aún– una quita, que no aceptan los demás. Antes de una conferencia europea sobre la deuda como la que plantea Tsipras, para que se le condone una parte, Syriza aboga por una moratoria sobre el pago de intereses (que suponen entre el 20% y el 25% del gasto público griego) para dedicar esos fondos a la ayuda social y al crecimiento de forma inmediata. La deuda griega no es tan insostenible, pero asfixia.
Los vientos han cambiado, y la propia UE, o las instituciones de la Eurozona, tienen mucha responsabilidad a la hora de evitar una tormenta, para lo que tendrán que atender a la dignidad de los griegos. Incluso el primer ministro finlandés, Alexander Stubb, más duro aún que Merkel a este respecto, abría hace unos días en Davos la posibilidad de una nueva revisión de la deuda griega en términos de plazos y programas, aunque rechazaba cualquier impago y la idea misma de reestructuración. Bruselas y Fráncfort parecen dispuestos a abrirle un margen a Tsipras: una extensión del rescate y quizá una ampliación de la línea de crédito durante unos meses, para dar tiempo a negociar. Pero la reestructuración vendrá. Y Tsipras cuenta con un elemento de fuerza: verdaderamente, nadie quiere, tampoco los griegos, que Grecia se salga del euro, pues nadie sabe las consecuencias de tal precedente para la estabilidad general de la propia Unión Monetaria e incluso de la UE. Tsipras ha de ser responsable de no hacer zozobrar el barco de la Unión Monetaria en el que Grecia importa un poco menos que hace cuatro años. Aunque si los acreedores ceden, no será a cambio de nada: se le exigirán más reformas.
“Cambiar Grecia, cambiar Europa”, se leía en algunas pancartas en uno de los mítines finales. Y, en efecto, de eso se trata. La idea de la austeridad a ultranza está perdiendo fuerza en esta Europa y desde el FMI. El anuncio por Draghi de una expansión cuantitativa de 1,1 billones de euros también ha supuesto un cambio. La extensión de los plazos para el cumplimiento de los objetivos de déficit también, como la vista gorda sobre el desbordamiento de algunas deudas nacionales.
Tsipras, desde el gobierno, tendrá, además, que convertir a Syriza en un auténtico partido político, pues es aún una abigarrada coalición de grupos de la izquierda radical, pese a gobernar ya en ayuntamientos y regiones. Y una cuestión es si va a poder dominar a los propios parlamentarios de Syriza. En todo caso, va a recibir –ha recibido ya– un cierto apoyo de los socialdemócratas europeos como Renzi, que ven cómo se ha hundido esta opción en Grecia, y podría hundirse en otros lugares.
El sistema de partidos ha sufrido un vuelco, pero los conservadores de Nueva Democracia aguantan, al haber perdido menos de dos puntos respecto a 2012, aunque les ha salido un adversario por el centro en To Potami (“El Río”) y en su derecha los Griegos Independientes (ANEL), nacionalistas y antiausteridad con los que Tsipras va a formar coalición. En todo caso, es la primera vez que se va a sentar en el Consejo Europeo el representante de un partido a la izquierda de la socialdemocracia. Aunque las situaciones de España y Grecia sean diferentes, estos resultados le darán más alas a Podemos, si bien lo que en los próximos meses pueda o no pueda lograr un gobierno de Tsipras también influirá.