España, esencialmente por su geografía y sus buenas relaciones, se ha convertido en pieza esencial para la proyección militar de EEUU en estos tiempos. Ya no como flanco, como en tiempos de la Guerra Fría, ni como retaguardia, sino como base principal. Con Rota, cuya importancia aumentó con el anterior gobierno, y ahora con un incremento en la base de Morón de la Frontera, aportará una plataforma logística hacia el Sur, el Este y Oriente que ningún otro país está en condiciones de aportar, y que le interesa a este país. Pero hay que explicarlo a fondo en una sociedad que carece de cultura de seguridad. Y los primeros que han de hacer esta pedagogía son los responsables, que no es sólo el gobierno, para lo que no bastará un único debate en el Congreso de los Diputados para ratificar la modificación al Convenio de Defensa.
Mal empezamos con la escasa publicidad con la que se ha llevado a cabo este tema. Desde el principal partido de la oposición, como ha hecho el secretario general del Grupo Socialista, Miguel Ángel Heredia, se afirma que sólo se apoyará el acuerdo si hay un “compromiso concreto” de empleo con las nuevas inversiones y mantenimiento que va a suponer el despliegue permanente de hasta 2.200 marines y 500 civiles –ampliables a 3.500 previa consulta con el gobierno español– destinados a posibles intervenciones en África, con las aeronaves correspondientes. Esa actitud es un regreso a la idea de las “contrapartidas” a obtener de EEUU que imperó durante el franquismo y a la que dio la vuelta, creíamos que definitivamente, la dura negociación del Convenio de 1988 que supuso la salida de la base de Torrejón y unas relaciones mucho más dignas. Si el fallecido Máximo Cajal, el gran diplomático que se dejó su piel en aquel esfuerzo, levantará la cabeza…
Dicho esto, hay que conseguir lo máximo en términos de inversiones y empleos para españoles. Pero lo primero que debe haber son intereses estratégicos compartidos –y los hay hacia el Sur– y contrapartidas no escritas ni escribibles de apoyo a España en caso de problemas con esos vecinos, y especialmente el amigo marroquí, pero también más allá. Pues el socio y aliado francés tiene sus propios intereses por los que puede verse atado o impulsado ahí o allende el Sáhara. La importancia estratégica de España puede pesar ahora mucho más en Washington. Asimismo interesa a España que EEUU pueda involucrarse en África, pues de ahí, en “los vecinos de los vecinos”, como se dice ahora en la UE, surge una parte de la amenaza yihadista. En principio, además, señala la poco didáctica nota del Consejo de Ministros, se exigirá la autorización del gobierno español para todas aquellas misiones que no sean de carácter bilateral o multilateral.
Desde Rota se controla también todo el tráfico naval en el Estrecho, con lo que la importancia militar de Gibraltar se está vaciando. Aunque, desde un punto de vista estratégico, los anglosajones nunca dejarán que España controle a la vez el Peñón y Ceuta y Melilla. También es verdad que toda esta importancia geoestratégica de España se podría ver correspondida al máximo nivel político. El presidente Obama no ha visitado España, aunque las relaciones son excelentes.
Hay que explicarlo mucho mejor. Este país, como decimos, carece de cultura de seguridad, estratégica y de defensa. Aunque en los últimos años han crecido los expertos, los centros de análisis y reflexión, las cátedras y cursos, y la labor al respecto del CESEDEN. Pero los que saben hablan sobre todo entre ellos. No con la sociedad. Por eso la Estrategia Española de Seguridad de 2011, redactada bajo la presidencia de Javier Solana, se subtitulaba “una responsabilidad de todos”, y proponía (aunque llegó tarde para desarrollarlo) la creación de un Foro Social al respecto, que desapareció en la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de 2013 del gobierno de Mariano Rajoy, por lo demás no muy diferente de la anterior y sobre la que hubo consenso. Hay que recuperar esa dimensión social.