El petróleo es la materia prima más comerciada en los mercados internacionales y su precio influye en las principales decisiones empresariales y de política económica. La producción mundial creció en 2023 en más de dos millones de barriles diarios (mbd) para superar los 103 mbd en julio de 2024, y se espera que durante el resto del año y 2025 siga aumentando, aunque a menor ritmo. Crisis como las de Ucrania, Gaza o el mar Rojo tienen serias consecuencias para la seguridad energética global e implican a actores energéticos clave. Salvo el armamento, ningún otro producto tiene mayor peso geopolítico ni se ha usado tanto como instrumento de coerción, tanto para sancionarlo como para realizar embargos. No obstante, en los últimos meses parece asistirse a una cierta devaluación estratégica del petróleo, tanto a largo como a corto plazo. A largo, la lucha contra el cambio climático obliga a una reducción del consumo de combustibles fósiles que implicaría una disminución de su importancia. A corto, la extrema inestabilidad geopolítica actual apenas se refleja en los precios del petróleo, que vuelven a centrarse en los fundamentales de oferta y demanda. Ambas interpretaciones pueden resultar engañosas y admiten matices.
En el escenario Cero Emisiones Netas de la Agencia Internacional de la Energía, la producción de petróleo debería reducirse a 77 mbd en 2030 y a 24 mbd en 2050. Esa menor producción se concentraría aún más en los productores de menor coste y mayor riesgo geopolítico de Oriente Medio, mientras que productores de menor riesgo, pero mayores costes como Estados Unidos (EEUU) y el resto de las Américas, verían muy reducida su producción, al igual que Rusia. Todos sufrirían una pérdida sustancial de ingresos y los menos diversificados un deterioro de sus equilibrios de economía política que aliente la inestabilidad interna y regional. Si la inversión y la producción caen más rápido que la demanda, las crisis de precios generarán simultáneamente ingresos insuficientes para muchos productores y menor crecimiento para los consumidores. Sustituir costosas e inseguras importaciones de petróleo por renovables autóctonas es sin duda una gran aportación a la seguridad energética y económica de importadores como España o la Unión Europea (UE), pero requiere una estrategia de salida.
El argumento sobre el declive geopolítico del petróleo a corto plazo es más sofisticado y tiene que ver con la percepción de que tras años de crisis sucesivas la dinámica de los mercados cada vez se ciñe más a los fundamentales económicos y menos a los sobresaltos geopolíticos. El efecto compensatorio de la producción estadounidense y otros productores no pertenecientes a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ha reducido la prima de riesgo incorporada en los precios, que se han mantenido durante el último año en un amplio rango de 90-70 dólares para el barril de Brent, muy lejos de los 120 dólares alcanzados en 2022 tras la invasión rusa de Ucrania. Desde entonces, los precios y sus previsiones han tendido a la baja pese a que las tensiones en Oriente Medio han escalado hasta poner a la región al borde de un conflicto abierto con múltiples frentes, incluyendo los ataques de los huzí en el mar Rojo. La preocupante evolución política de Venezuela tampoco ha influido en unos mercados más atentos a las decisiones de la OPEP+ y a la debilidad de la demanda china.
A finales de agosto, la administración oriental de Libia comandada por el Mariscal Haftar cerró los pozos y las terminales de exportación bajo su control, casi todas las del país. La decisión era la respuesta a los intentos del gobierno internacionalmente reconocido de Trípoli de reemplazar al gobernador del banco central, el cual tuvo que huir precipitadamente del país. Gran parte de la producción y las exportaciones libias quedaron paralizadas, retirando 700.000 barriles del mercado. Los precios subieron puntualmente, pero el repunte fue olvidado tras propagarse el rumor de que la OPEP+ podría empezar a retirar sus vigentes restricciones de producción de 2,2 mbd, incrementando la producción en 180.000 barriles diarios en octubre. Los precios cayeron con fuerza obligando a la OPEP+ a mantener las restricciones hasta diciembre, tras lo cual siguieron bajando hasta tocar mínimos de los tres últimos años. La debilidad de la demanda china, unos inventarios elevados y los aumentos de producción en EEUU, Canadá, Guyana, Brasil y Argentina han reforzado el relato de los fundamentales. Los tres factores venían rebajando en los últimos cuatro meses las previsiones de precios del petróleo. No obstante, éstos siguieron registrando durante todo el verano lo que la Agencia Internacional de la Energía, cuya sede está en París, calificó de volatilidad olímpica.
Para este otoño se mantienen la tendencia a la volatilidad y la influencia de la OPEP+ y de la demanda china, mientras que precios y riesgos geopolíticos parecen cotizar a la baja. La industria petrolera ha gestionado con eficacia la acumulación de tensiones en Oriente Medio, Rusia, Libia o Venezuela. Sin embargo, cualquiera de los conflictos en curso puede derivar en un choque geopolítico a gran escala. Una escalada irreversible entre Irán e Israel podría afectar a las exportaciones iraníes por el endurecimiento de las sanciones y su aplicación, pero también al resto de exportaciones del golfo Pérsico en caso de afectar al tránsito por Ormuz. En el mar Rojo, la amenaza huzí sigue presente: a mediados de agosto atacaron repetidamente con drones y misiles al petrolero de bandera griega Sounion, incendiándolo y causando un vertido. Aunque llevan más de 70 ataques a otros tantos buques, al tratarse del más grave contra un petrolero dobló en el acto el coste de los seguros en las rutas del mar Rojo por los mayores riesgos ambientales.
Las sanciones occidentales a Rusia han causado una doble reconfiguración de las rutas petroleras: una geográfica, para desviar a Asia las exportaciones rusas antes destinadas a Europa; y otra de modalidad, recurriendo a mecanismos opacos para evitar las sanciones que abarcan aseguradoras y navieras pantalla, desconexión de los sistemas de localización, trasbordos barco a barco, buques viejos y mal mantenidos, y otros riesgos para la seguridad marítima y ambiental. Respecto a Venezuela, EEUU reimpuso en primavera las sanciones ante el incumplimiento del compromiso del régimen de asegurar unas elecciones limpias, pero emitió licencias limitadas para operar a aquellas empresas con producción y activos en el país, entre ellas Repsol. La medida está diseñada para añadir oferta a los mercados, permitir a las compañías recuperar deuda pendiente y acabar con la opacidad de los flujos. Un endurecimiento de las sanciones estadounidenses por el flagrante fraude electoral y un deterioro de la situación interna podrían afectar seriamente a una producción venezolana que había experimentado cierta recuperación.
En agosto, el International Crisis Group emitió cuatro alertas de conflicto: Irán, Israel-Palestina, Líbano y Venezuela. La situación en Libia y el mar Rojo es igualmente tensa. Una escalada de cualquiera de estos conflictos tiene el potencial para desestabilizar el mercado del petróleo y añadir volatilidad a las incertidumbres sobre las decisiones de la OPEP+ y la evolución de la demanda china. Aunque los riesgos geopolíticos parezcan haber pasado a segundo plano, mientras se sigan acumulando no habrá paz para los mercados.