El pasado 6 de octubre, con motivo del día mundial del Habitat, se celebró en la Universidad CEU San Pablo, donde soy docente, una jornada de reflexión y sensibilización en torno al Ébola y sus efectos en Sierra Leona, con cuya Universidad de Makeni colaboramos estrechamente.
Sierra Leona es un pequeño país del África Occidental con menos de 72.000 km2 y 6,2 millones de habitantes. Desde un máximo del 34,3% de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) sobre su RNB, ha pasado a un 12,8% en 2012, que en términos per cápita supone una cuantía que ha oscilado entre los 75-80 dólares. Esta cifra contrasta con los 96 dólares per capita de gasto en salud frente a los 2.800 de España o los casi 9.000 de Estados Unidos, pero en términos de esfuerzo relativo, Sierra Leona dedicó el 15% de su PIB a salud en 2012, que se mantiene como promedio desde 1995, convirtiéndose en el segundo país en esfuerzo relativo del mundo tras las Islas Marshall (España dedicó el 9,6% y Estados Unidos el 17% en 2012).
El 51% de la población posee un ingreso inferior a 1,25USD al día y el 79% inferior a los 2 USD (el 53% si medimos la pobreza por su línea nacional). Un 72% es multidimensionalmente pobre y, de ellos, el 43% vive en pobreza severa sin acceso a electricidad, cocina mejorada y saneamiento básico. El 35% de los niños menores de 5 años sufre desnutrición y el 10% de ellos crónica, el 40% de los hogares encuestados para el MPI confesó haber perdido uno o más hijos menores de 5 años, y el promedio de escolarización apenas supera los 3 años.
Algunos dicen que el Ébola recuerda la terrible guerra civil del 1991-2001 cuando el país “guardaba silencio” –como ahora por las cuarentenas- con la diferencia de que, en aquel entonces, al enemigo se le veía venir y a este virus no. Sus efectos económicos son –como casi todo en economía- imposibles de predecir, pero un estudio del Banco Mundial sobre los primeros efectos del Ébola en la economía de Guinea, Sierra Leona y Liberia, estima caídas de casi 3 puntos en el PIB de Sierra Leona en 2014 (11,3% del previsto al 8%).
Sierra Leona ha tenido tasas de crecimiento espectaculares en los últimos años (15,2 en 2012 y 20,1 en 2013), en parte debido al alto precio de sus exportaciones de oro en un sector como la minería que representa el 16% de su industria. Sin embargo, los efectos más dolorosos serán en el sector agrícola porque el 50% de su actividad económica se centra en la agricultura, principalmente el cultivo a pequeña escala de arroz, que también debe importar en un 50% para abastecer a su población. El abandono de cultivos debido a las cuarentenas, alarmas o cautelas ante contagios hará que la cosecha sea menor, lo que ya supone subidas de hasta un 10% en el precio del cereal. También, la falta de excedentes suficientes supone la escasez de semillas para las cosechas del siguiente año. En un país donde el 62% de los ingresos de los hogares se destinan a la alimentación (coeficiente de Engel), el cierre de 7.000 escuelas tiene resultados demoledores al impedir a los niños tomar su principal comida diaria.
El estudio del Banco Mundial señala una significativa caída en la demanda de cemento en el caso de Sierra Leona, donde la construcción es un sector minoritario (apenas el 1% del PIB), pero es la principal fuente de empleo formal, de mano de obra de baja cualificación y de enormes eslabonamientos de arrastre para otras actividades. La caída en la construcción tiene un gran efecto desmoralizador, al revelar la falta de confianza de los inversores exteriores, que ya han ido retirando a todo su personal no local del país.
Un efecto parecido se muestra en el descenso de entradas de personal foráneo a través de puertos y aeropuertos. Si en agosto llegaban un promedio de 31 vuelos al aeropuerto de Freetown, en septiembre ya sólo eran 6. Sean turistas o –sobre todo- visitantes para hacer negocios, las caídas en las reservas y los empleos indirectos que genera el turismo van a producir fuertes efectos negativos no sólo en la demanda interna, sino en las expectativas futuras y de clima inversor a medio plazo.
Los efectos de la incertidumbre sobre el tipo de cambio, la recaudación fiscal o el nivel de precios, siendo nada halagüeños, parecen quedar en un segundo plano frente al sentimiento de abandono internacional y la desesperante falta de medios materiales y humanos para hacer frente a una epidemia (allí sí) de proporciones dantescas. Los lamentos de que podría haberse evitado por la temprana alerta de MSF dejan poco espacio para el remedio. La causa fisiológica es un virus, pero la causa y la gran consecuencia económica -no lo olvidemos- es la pobreza. Entre un 80-90% de las pérdidas económicas de las epidemias se producen por las conductas humanas de desconfianza, pánico, aislamiento y falta de cooperación. Así ocurrió con la gripe aviar en 2009, o el SARS de 2002-2004.
¿Cambiará el ébola la forma de actuar de España ante emergencias humanitarias? Hasta ahora, el poco margen de cambio ha sido el asumir un par de repatriaciones que han costado, al parecer, medio millón de euros cada una; es decir, casi lo mismo que la AOD de España a Sierra Leona en los últimos años (0,52 millones en 2011; 0,5 millones en 2012; 0,46 millones en 2013, según info@od).
La aparición del primer contagio en nuestro país pone de relieve varias cuestiones:
1) que una política de desarrollo es una cuestión global, no es algo que nos podamos “permitir” “allí” cuando estemos macroeconómicamente estables “aquí”, sino que debe estar orientada por la máxima “primero los que están peor” –tanto “allí” como “aquí” porque la enfermedad y la pobreza se ríen de las fronteras políticas;
2) que no podemos confiar únicamente en la razón instrumental y la potencia de la tecnología para abordar el cuidado de la vida humana, porque los costes de la competitiva y protectora propiedad intelectual suponen niveles de inversión social subóptimos, y la cooperación se revela ahora mucho más “rentable” que la “sana competencia” entre laboratorios farmacéuticos; y
3) que la salud tiene costes, no sólo curativos, paliativos y de cuidados, sino preventivos. Sin ánimo de comparar enfermos ni enfermedades, podemos imaginar lo que pueden estar pensando enfermos y personal sanitario que lleva “toda la vida” luchando contra la malaria, mucho más endémica y mortal que el ébola. Me apena conocer que el gobierno de España dejó de hacer aportaciones al Fondo Global contra el SIDA, la Malaria y la Tuberculosis desde 2011, tras haber sido el 4º donante en ese mismo fondo en 2009 y, sin embargo, ser un referente académico mundial en malaria.
Ojalá esta desgracia pueda catalizar una mayor reacción en la cooperación oficial, tanto en forma dineraria como de incidencia ante la Unión Europea. Liderar una respuesta humanitaria de este calibre sería el mejor argumento para convencer al resto de países que España merece ser representante de turno en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.