La primera visita oficial del presidente chino Xi Jinping a Estados Unidos, se ha visto ensombrecida por el revuelo mediático de la Asamblea General de Naciones Unidas y la visita del papa Francisco.
La visita se produce en un momento de turbulencias en la economía mundial, donde el crecimiento de los denominados países emergentes parece contraerse tras el descenso del precio de las materias primas y petróleo. Los exportadores primarios –como Rusia o Brasil- se verán afectados, pero también países petroleros como Arabia Saudí, que estarían en consecuencia reduciendo sus inversiones en el exterior. Signos que fortalecerían la tendencia de desaceleración de la globalización que se venía registrando desde que comenzó la crisis económica mundial.
Pero no hay duda que entre ese grupo –a menudo mal agrupado- de países emergentes, China, segunda economía mundial en términos de PIB y primer exportador de manufacturas, debe ser tratado aparte. Ocupa el segundo lugar en términos de presencia económica –en 1990 ocupaba la 17º posición- por delante de Alemania y muy separado del resto de compañeros de etiqueta. Los últimos episodios lo confirman, cuando el dragón chino se resfría estornuda fuego.
El encuentro Obama–Xi en Washington se producía, además, en un momento de tensión en las relaciones bilaterales, acrecentada por los problemas de ciberseguridad y los movimientos militares en el Mar de la China Meridional –como lo confirmaba la asesora estadounidense de Seguridad Nacional, y recogía el resumen posterior al encuentro-. La agencia Xinhua hacía alusión, antes de la visita, a la trampa de Tucídides –teoría referida a situaciones donde una potencia hegemónica enfrenta la competencia de una emergente, derivando en conflictos bélicos-, que el propio Xi negó en su discurso en suelo estadounidense aunque advirtiendo:
“But should major countries time and again make the mistakes of strategic miscalculation, they might créate such traps for themselves”.
“In a way, Xi’s visit marks the beginning of anending. The Obama administration’s vexing struggle to manage relations with Beijing -which has become more nationalistic and willing to Project power in recent years- is drawing to a close. And the Chinese may already be looking to the future.”
Y en ese futuro, cada vez más presente, aunque no hay duda de la necesidad de posicionarse en lado norteamericano, China quiere más voz propia, como quedó patente en el discurso posterior del presidente Xi ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Cabe recordar que desde su incorporación al Consejo de Seguridad en 1971, China ha ejercido un total de nueve vetos, y cuatro de ellos se han producido en los últimos cinco años.
A finales de este mes, Xi Jinping visitará Reino Unido –primera visita de un presidente chino desde 2005-, después de que el Ministro de Economía británico afirmase, tras su paso por Beijing, el comienzo de una nueva era de relaciones bilaterales.
China y Reino Unido se encuentran, junto con Alemania, entre los principales beneficiarios del periodo de globalización pero con perfiles de presencia diferentes. Si los primeros se han apoyado básicamente en su dimensión económica con el impulso de exportaciones manufactureras, los británicos lo han hecho con su dimensión blanda, aunque con matices. Porque ya era innegable el protagonismo británico en el terreno financiero o en las exportaciones de servicios, pero en la presente edición del Índice Elcano de Presencia Global advertimos del crecimiento de las exportaciones británicas de bienes primarios, explicadas por el incremento de exportaciones de oro con destino a los mercados asiáticos.
Las matizaciones son también necesarias para el caso chino, donde el predominio manufacturero está dejando paso a otros indicadores. Dentro de la dimensión económica adquiere cada vez más relevancia el peso de la inversión en el exterior –ocupaba el puesto 22 en 1990 y el 11 en 2014-. De hecho, parte del acercamiento a Reino Unido incluye inversiones en centrales nucleares, situación que, junto a la participación británica en el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras (BAII), no han resultado del completo agrado de EEUU.
Y al leve incremento de su dimensión militar, se une el despegue de la dimensión blanda, con el creciente desempeño chino en términos de cooperación al desarrollo pero también de otros indicadores dentro de esta dimensión –sirva de ejemplo el mayor registro que Reino Unido en deportes, turismo, ciencia y tecnología-. China es consciente de que la dimensión blanda importa -el discurso de Xi en Seattle incluyó referencias a la cultura norteamericana-, y las transformaciones que está experimentando se plasman en la modificación de la naturaleza de su presencia global.