A lo largo del año 2014 se ha incrementado el nivel de virulencia de conflictos internacionales, desde tensiones en los mares del Sudeste Asiático hasta Oriente Medio y Mediterráneo: los conflictos sirio y libio se mantienen; la situación en Iraq se recrudece; irrumpen, una vez más, tensiones armadas entre Palestina e Israel, y surgen nuevos focos de inestabilidad más próximos a las fronteras europeas, como ha sido el caso de Ucrania.
La sociedad española es conocedora y sensible ante la existencia de estos conflictos, así como consciente de la gravedad de algunos. Reconoce como amenazas las tensiones entre Rusia y Ucrania o el terrorismo yihadista; se muestra favorable a colaborar con la OTAN para lograr la paz en conflictos como el de Afganistán, y un 62% de los españoles considera como amenaza el auge de grupos extremistas de naturaleza yihadista, tan sólo por detrás de la inseguridad financiera o el cambio climático. Sin embargo, ante la opción de movilizar a las Fuerzas Armadas Españolas (FAS) de cara a una intervención, los resultados de distintas encuestas muestran cierto desacuerdo por parte de la opinión pública. Ejemplo de ello es que en 2012, un año después de la irrupción del conflicto en Siria, un 50,9% de los españoles eran partidarios de una intervención militar para derrocar al régimen, pero uno de cada dos españoles era contrario a la participación de España en dicha hipotética intervención. Además, según el último Transatlantic Trends, el 55% de los españoles considera que España no debería participar en operaciones militares fuera de Europa y Norteamérica, y los españoles se posicionan, junto a los italianos, como los más férreos detractores del aprovisionamiento de armamento o entrenamiento a otros países para su propia defensa.
Estos datos pueden tener distintas lecturas, pero una de ellas es que España no es un país con una cultura de seguridad y defensa muy desarrollada. Por poner un ejemplo del desinterés que despierta el quehacer del ejército, un 59,2% de los encuestados en el último barómetro del CIS reconoce no saber quién es Pedro Morenés, ministro de Defensa (el más “desconocido”, sólo por detrás de la ministra Isabel García Tejerina, sustituta de Miguel Arias Cañete al frente de Agricultura). Y eso a pesar de que, paradójicamente, la tasa de aprobación institucional de las FAS se encuentra tradicionalmente entre las más altas (como demuestran estudios sociológicos realizados desde 1997) y no ha hecho sino aumentar, datos asimismo confirmados por el último Barómetro del Real Instituto Elcano que, con una nota media de 6,1, las erigen como la segunda institución más valorada después de las ONGs, siendo ambas las únicas en conseguir el aprobado (ver gráfico) –en anteriores barómetros siempre valoradas por encima de la media-. Sin embargo, la escasa percepción de riesgos y amenazas para España por parte de la ciudadanía española, así como el limitado consenso ante la participación de las FAS en misiones internacionales, explican, según el último estudio sociológico del CIS encargado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), la voluntad de disminuir los presupuestos en gastos de defensa, especialmente en época de crisis, así como la ínfima cifra de españoles – 16,3%- que “estaría en disposición de participar voluntariamente en la defensa de su país”, cifra que lleva años disminuyendo.
Vemos, pues, la paradójica relación entre el aumento de españoles con una postura cada vez más inclinada a la intervención internacional con motivos justificados -69,6%- y la escasa voluntad por parte de los mismos a participar en misiones internacionales ya que, como reza el citado informe del IEEE, “el 64% no cree que aporte beneficios económicos, el 52,5% no está de acuerdo en que ayude a conservar nuestra forma de vida, otro 47,8% desconfía de que con ella aumente nuestra seguridad, y un 45,2% no cree que ayude a prevenir el terrorismo”. De esta forma, observamos cómo el escaso seguimiento informativo de las acciones de las FAS en el extranjero, así como el desconocimiento de cuestiones relacionadas con la defensa nacional, redundan en un desinterés que parece no dar una respuesta satisfactoria ni para la sociedad española, demandante de menor dotación y presencia de las FAS, ni para el propio ejército, reclamante de mayores recursos para llevar a cabo su labor de defensa nacional y cumplimiento de obligaciones internacionales.