El comercio exterior español pierde fuerza como motor del crecimiento económico. Las estadísticas del año 2018, publicadas hace unos días, así parecen indicarlo. La desaceleración de las exportaciones se ha intensificado, aunque es demasiado pronto para aventurar si se trata de un cambio duradero. Vamos a comentar en este post algunas de las tendencias más destacadas del comercio exterior, de acuerdo con las cifras de 2018.
En junio de 2018, ya apunté en este blog la aparición de señales de desaceleración en el comercio exterior español. La segunda mitad del año pasado ha confirmado estas tendencias. Para el conjunto del año las exportaciones han crecido un 2,9%, una tasa sensiblemente inferior a la de 2017 (7,7%), que fue un año extraordinariamente bueno.
Pero, además, los últimos meses del año muestran una mayor desaceleración. De hecho, en noviembre y diciembre se pasó a registrar tasas negativas de crecimiento en relación con 2017 (en diciembre las exportaciones han bajado un 3,7% en relación con diciembre de 2017).
Debilitamiento del comercio internacional
Se podría argumentar que esta tendencia está en línea con un debilitamiento del comercio internacional en general, tal como ha señalado recientemente la Organización Mundial de Comercio, cuyo último Indicador de las Perspectivas del Comercio Mundial (que estima su evolución futura) es el más débil desde marzo de 2010.
Ahora bien, frente a este argumento podría señalarse que las exportaciones de otros países europeos están evolucionando de manera más favorable que las exportaciones españolas. Así, frente al 2,9% de crecimiento de éstas, las exportaciones de la Unión Europea han crecido en 2018 un 4,4%, y las de la UE-28 un 4,5%. Existe una clara divergencia con la evolución de años anteriores, en los que las exportaciones españolas han crecido a tasas superiores a las de nuestros vecinos europeos.
Por su parte, las importaciones, reflejando el alto dinamismo del crecimiento económico, han aumentado un 5,6% (aunque ello representa una sensible disminución respecto al 10,5% de crecimiento en 2017).
Dos son las consecuencias inmediatas de esta evolución de exportaciones e importaciones. Por un lado, el déficit comercial ha crecido con fuerza, un 36,8%. La tasa de cobertura ha bajado 2,4 puntos, situándose en el 89,4%. Existe pues un creciente riesgo de que el desequilibrio exterior de la economía española se agrave y se convierta, de nuevo, en un problema serio.
Por otro lado, el mayor crecimiento en cifras absolutas de las importaciones sobre las exportaciones significa que el comercio exterior ha tenido una contribución negativa al crecimiento. Según algunas estimaciones, en 2018 el comercio exterior podría haber detraído en torno a 4-5 décimas a la tasa de crecimiento de la economía. Esto también representa un cambio en relación con el pasado reciente: en la mayoría de los años siguientes al estallido de la Gran Recesión, el comercio exterior tuvo una contribución positiva al crecimiento económico, compensando buena parte de la contribución negativa de la demanda interna. Hay que tener en cuenta que las exportaciones españolas han crecido un 80% desde 2009.
El sector empresarial ha manifestado su inquietud por los datos del año pasado: “Nos preocupa que las exportaciones hayan dejado de ser el motor de crecimiento de la economía española. No podemos darnos por satisfechos con un aumento del 2,9%. Hacen falta nuevas medidas para impulsar la competitividad internacional de nuestras empresas, máxime en un contexto de desaceleración de la economía española y mundial”, ha señalado Antonio Bonet, presidente del Club de Exportadores, la principal organización empresarial vinculada de forma directa con la actividad internacional.
La exportación como actividad permanente
Es muy difícil conjeturar si estamos ante un cambio más o menos permanente de tendencia, o ante una alteración temporal de ésta.
Se considera que las exportaciones dependen fundamentalmente de tres factores: la demanda externa, la demanda interna y su competitividad precio (que depende del tipo de cambio y los precios).
Un rasgo positivo de nuestro sector exterior es que en estos últimos años las exportaciones habían crecido con fuerza a pesar de la recuperación de la demanda interna. En épocas pasadas, muchas empresas salían a los mercados exteriores cuando el mercado doméstico se contraía. Y se replegaban cuando éste se recuperaba.
Se creía, tras los duros años de crisis, que las empresas han asumido que la actividad internacional debe ser una actividad permanente, regular, y que hay que seguir operando en los mercados internacionales aunque el mercado nacional tenga un comportamiento expansivo. Es de esperar que esta actitud se mantenga, y la exportación recupere su dinamismo, a pesar de que las perspectivas de la economía y el comercio internacionales están empeorando.
Un dato positivo en las cifras del año pasado es que nuevamente aumentó el número de exportadores regulares (es decir, aquellos que han exportado durante los últimos cuatro años). En 2018 hubo 51.768 exportadores regulares, con un aumento del 2,4% en relación con 2017 (en los últimos cinco años los exportadores regulares han crecido un 25%).