El domingo 25 de mayo se celebraban las elecciones al Parlamento Europeo en España, unas elecciones marcadas por una serie de novedades (primeras elecciones tras la crisis, primeras elecciones tras la firma del Tratado de Lisboa – que da más poderes al Parlamento Europeo-, existencia de Spitzenkandidaten) que han pasado ciertamente desapercibidas por el conjunto de la opinión pública española. La lectura que predomina de estas elecciones es en clave nacional, y más cuando se produce –como ha sido el caso- la concurrencia de dos fenómenos: por una parte, en Europa se ha producido el “desembarco” de los euroescépticos (ya estaban pero ahora hay muchos más, aunque dos tercios de la cámara siguen siendo europeístas), inexistentes hasta la fecha en nuestro país; por otra, la aparición en escena en España de Podemos, un nuevo partido que se ha llevado más de 1.200.000 votos y que se ha colocado en la cuarta posición, por delante de UPyD. Veremos si éste es un proyecto efímero o logra canalizar el manifiesto descontento existente.
Apenas unos días antes, el jueves 22, se presentaba la 35ª oleada del Barómetro del Real Instituto Elcano (BRIE), cuyo trabajo de campo se llevó acabo entre el 1 y el 11 de abril (más de un mes antes de las elecciones) y que trataba temas de política exterior de España, con especial énfasis en la Unión Europea; las amenazas a las que se ve sometido nuestro país; una valoración de países y líderes; y el prestigio de ciertas instituciones internacionales.
El BRIE arroja algunos más que interesantes datos en relación a la UE, fácilmente cotejables con otros que hemos tratado en anteriores análisis. En primer lugar, la valoración que los españoles dan al Parlamento Europeo es muy baja, no llegando al aprobado. Si lo comparamos con datos de 2006, ha descendido cerca de dos puntos. Estos datos son perfectamente homologables con los del Eurobarómetro, donde veíamos que más del 60% desconfiaba del Parlamento Europeo y de otras instituciones comunitarias, como el Banco Central Europeo o la Comisión, aunque no olvidemos que la desconfianza respecto de las instituciones nacionales era aún más baja.
Ante las cifras que encontrábamos en el último Eurobarómetro, decidimos hablar a las claras del terrible eurodesconocimiento existente. ¿Qué sucede en el último Barómetro del Real Instituto Elcano? Que, como cabía esperar, se confirma que la opinión pública de nuestro país está tremendamente desconectada de los asuntos europeos. Así, a pesar de que el 56% de los encuestados señalaba que las elecciones al Parlamento Europeo eran “muy o bastante importantes”, el 72% de los mismos reconocía estar “poco o nada informado respecto a los asuntos europeos”. Este último dato está por debajo del 81% que manifestaba lo propio en el último Eurobarómetro, pero el porcentaje sigue siendo altísimo.
No es el único dato que da una idea de dicho desconocimiento. Hasta el 69% de los españoles no tiene idea alguna de quién es el Presidente de la Comisión Europea (no parece probable que un porcentaje mayor sepa las novedades en el proceso de elección del mismo). La desconexión no acaba ni mucho menos aquí: el 81% de los encuestados ignora una política tan importante para España como la Política Agraria Común (PAC). Y solo el 19% contesta afirmativamente ante la pregunta de si entiende el funcionamiento de la UE.
Como en el Eurobarómetro, los españoles creen que la Unión Europea tiene más capacidad que España para resolver la crisis, pero no creen que esté adoptando las políticas económicas adecuadas, que tendrían que cambiar. Los ciudadanos creen que la pertenencia a la Unión ha sido beneficiosa para España (hasta un 61%) pero tienen dudas de que ahora mismo lo sea. En cualquier caso, siguen siendo favorables a la permanencia en el euro (65%), datos que coinciden con los que nos mostraba Federico Steinberg en su último post, sacados directamente del Pew Research Center (68% favorable a permanecer en el euro).
Otra cuestión a destacar es que lo más valorado por parte de los ciudadanos es la posibilidad de vivir y trabajar en otro país de la UE, así como poder viajar libremente por su territorio. Esto vuelve a ajustarse perfectamente con los resultados del Eurobarómetro, en el que los españoles valoraban en primer lugar la “libre circulación de personas, bienes y servicios en el seno de la UE”, lo que demuestra de nuevo que en nuestro país los discursos de cierre de fronteras que triunfan en otros Estados de la Unión no tienen mercado alguno.
Los datos de desconocimiento de los asuntos europeos en nuestro país vuelven a ser dramáticos. No hay perspectivas de que a corto-medio plazo vayan a mejorar, cuestión que en último término necesitaría de una concienciación muy grande por parte de medios de comunicación y poderes públicos. Lamentablemente y como hemos sido testigos en los últimos días, ni tan siquiera la campaña electoral ha servido para hacer pedagogía con respecto al funcionamiento de la UE. En último término, si no se logra acercar al ciudadano al proyecto común, se acabará por producir un rechazo frontal al mismo.