Mucho se ha hablado en las últimas semanas del impacto negativo que podría suponer la salida británica de la UE para un país como España, al que le unen unos lazos tan estrechos con el Reino Unido, tanto en términos económicos como interpersonales. Con la victoria en el referéndum de los partidarios del Brexit, conviene intentar hacer de la necesidad virtud e identificar las posibles oportunidades que se abren para España.
La salida del Reino Unido supone la pérdida de un socio que es la tercera potencia económica europea (tras sufrir el sorpasso de Francia por la caída de la libra) y sexta mundial. España automáticamente adelanta un puesto y se coloca apenas por detrás de Alemania, Francia e Italia, con lo que será difícil de justificar en adelante una ausencia española (si es que se produce) en la toma de decisiones al más alto nivel, más aún si se tiene en cuenta que es muy posible que España pase a ser contribuyente neto al presupuesto comunitario. Asimismo, el Brexit lleva consigo que la visión atlántica y liberal de la UE se va a resentir. España perderá en ese sentido un aliado fundamental por sus intereses geopolíticos (EEUU, América Latina) y económicos que no será fácil de reemplazar y que le obligará a reflexionar acerca de su política de alianzas.
“En un momento de reflexión colectiva […], es más necesario que nunca que España recupere la ambición y la proactividad de épocas pasadas”
Unas alianzas que son clave en el Consejo, donde el Reino Unido dejará de estar presente. Así, tanto si es por el nuevo procedimiento de “doble mayoría” o por el procedimiento anterior, según el cual se asignaban una serie de votos a cada Estado y cuya utilización se verá prohibida ya en abril de 2017, las coaliciones tendrán que repensarse. El papel de España, si juega bien sus cartas, se puede ver fortalecido y, por ende, sus prioridades más tenidas en cuenta al ser uno de los Estados grandes, en un escenario cuyas mayorías cualificadas, según el nuevo procedimiento, requieren del 55% de los Estados miembros, representando asimismo el 65% de la población total de la UE. Ni que decir queda que el Reino Unido también perderá su cartera en la Comisión y sus 73 diputados en el Parlamento Europeo, con lo que al reducirse la competición se abren oportunidades de ocupar mejores puestos si se envían buenos candidatos a Bruselas, al tiempo que la destacable presencia de los partidos españoles en los principales grupos parlamentarios no euroescépticos supone un valor añadido en este contexto.
En un momento de reflexión colectiva de hacia dónde se dirige proyecto europeo, tal y como ha expresado recientemente el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, es más necesario que nunca que España recupere la ambición y la proactividad de épocas pasadas, cuando fue capaz de liderar una agenda europea, con propuestas como el establecimiento de los fondos de cohesión o la ciudadanía europea. En los últimos años, lo cierto es que a pesar de la retórica federalista (la Estrategia Española de Acción Exterior habla incluso de los “Estados Unidos de Europa”, al igual que lo hacen varios partidos políticos estatales), pocas iniciativas se han llevado a cabo; entre ellas destaca el informe de 2015 sobre cómo mejorar la gobernanza económica.
Como consecuencia de una pérdida de peso e influencia de los últimos años (muy ligada a la crisis económica) y de la falta de ambición (además de la coincidencia coyuntural con las elecciones generales), es cierto que España se ha visto apartada de la respuesta inicial europea que se le ha dado al Brexit. Así, no ha estado ni en la reunión de los ministros de Asuntos Exteriores de los países fundadores, que buscaba lanzar un cierto mensaje de continuidad histórica, ni en la reciente reunión de Merkel, Hollande y Renzi, que pretendía mostrar la unión de los “grandes”.
La situación de gobierno en funciones ciertamente penaliza a la hora de participar en este momento tan importante. Sería un grave error prolongar la incertidumbre sobre quién va a gobernar y el apoyo que va a tener. Un gobierno sólido y estable generaría la capacidad de tener un mayor peso para aportar ideas, ser escuchado más detenidamente y volver a un papel de rule-maker y no ya de rule-taker. No faltan dosieres en la actualidad donde España puede aportar ideas dado su conocimiento y experiencia, tales como en lo relativo a la inmigración y en el ámbito de la lucha contra el terrorismo.
“Nos encontramos en un momento de la integración en el que las fuerzas eurófobas cuestionan el sentido de caminar de la mano. […] No es el caso en España”
Pero más allá de eso existe un elemento absolutamente central y esencial en la actualidad: la legitimidad ciudadana. Nos encontramos en un momento de la integración en el que las fuerzas eurófobas cuestionan la mera existencia y el sentido de caminar de la mano, prometiendo la vuelta a las fronteras nacionales y referendos en los que consultar a la ciudadanía por la permanencia en la moneda común o en la propia UE, aprovechando la ventana de oportunidad que ha supuesto el Brexit.
No es el caso en España, donde a pesar de un cierto descenso del apoyo a la UE que ha cristalizado políticamente en una coalición “eurocrítica” como Unidos Podemos, que desafía el consenso permisivo en torno a la idea europea y rechaza la austeridad y las negociaciones por la firma del TTIP con EEUU, el apoyo a la Unión sigue siendo mayoritario. Así, no existe, según los datos del Eurobarómetro de otoño de 2015 otro país de la UE donde se dé la combinación de sentimiento europeo (75%), posición a favor del euro (67%), a favor de un política migratoria común (81%) y de una política energética común (78%). Datos del Pew Research Center apoyan la idea de que los españoles entienden que su futuro está en la Unión, y que esta debe tener más proyección global. Así, los españoles son los que más consideran que su país debe ayudar a otros países (55% a favor) y que la UE debe tener un papel más importante en el mundo (90%).
El camino de la reflexión colectiva sobre el futuro de la Unión propuesto por Tusk no puede ser al margen del resto de países, y mucho menos, al margen de uno tan importante para la UE como España, se utilice la variable que se quiera. España dispone de una opinión pública todavía europeísta (a diferencia de muchos otros Estados miembros) que entiende la necesidad de profundizar en el proyecto europeo en ámbitos fundamentales como son la política económica y monetaria, la política energética o la política migratoria. En todos estos ámbitos, España puede y debe jugar un papel más importante, al igual que en el juego de alianzas con los distintos países, aunque para ello, el nivel de ambición ha de aumentar considerablemente. Sí, el Brexit puede suponer una oportunidad para España.