El acuerdo Mercosur-UE como modelo de descarbonización abierta

Planta de producción de etanol de segunda generación en el Parque de Bioenergía Bonfim, Guariba, São Paulo, con maquinaria pesada en el frente. acuerdo Mercosur-UE
Planta de producción de etanol de segunda generación en el Parque de Bioenergía Bonfim (Guariba, São Paulo). Foto: Ricardo Stuckert / PR - Palácio do Planalto (CC BY-ND 2.0).

A la espera de su ratificación y aplicación, el cierre del acuerdo entre el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Europea (UE) ofrece grandes oportunidades económicas por su potencial de creación de comercio. Ese potencial comercial se extiende a la dimensión energética, incluyendo la apertura de mercados como las materias primas necesarias para la transición y los biocombustibles, pero también una mayor integración birregional de las cadenas de valor industriales descarbonizadas y de las energías renovables. El acuerdo incorpora estrictos criterios de sostenibilidad socioambiental y considera el respeto al Acuerdo de París, un elemento esencial del mismo. Al tiempo, los países del Mercosur consiguen un mecanismo de reequilibrio que los proteja de medidas como el Mecanismo de Ajuste de Carbono en Frontera (CBAM, por sus siglas en inglés) de la UE. Además, la Unión apoyará las transiciones verde y digital de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay con 1.800 millones de euros de la iniciativa Global Gateway. En conjunto, el acuerdo busca proporcionar un modelo de descarbonización competitiva abierta que tiende a equilibrar los valores e intereses climáticos, energéticos e industriales de las partes.

“El acuerdo incorpora estrictos criterios de sostenibilidad socioambiental y considera el respeto al Acuerdo de París, un elemento esencial del mismo“.

Empezando por las materias primas, los países del Mercosur cuentan con recursos importantes de minerales de transición. Brasil y Argentina son ya suministradores clave para la UE de litio, cobre, platino, níquel, manganeso y otros materiales, y pueden ayudar a la diversificación de muchas de las importaciones chinas y rusas de las que depende la UE. Según la Comisión Europea, el acuerdo con el Mercosur ayudará a asegurar un flujo “eficiente, seguro y sostenible” de minerales de transición al reducir o eliminar impuestos, restricciones y monopolios de exportación. En concreto, no habrá impuestos a las exportaciones brasileñas a la UE de níquel, cobre, aluminio, acero, germanio y galio. Si Brasil decidiera imponerlos, las exportaciones a la UE deberían beneficiarse de una preferencia arancelaria mínima del 50%. Argentina tampoco aplicará impuestos a la exportación de sus materias primas a cambio de recibir derechos de exportación para algunos productos agrícolas.

Respecto al acceso de los biocombustibles del Mercosur al mercado europeo, las negociaciones previas contemplaban una cuota total de importación de etanol de 650.000 toneladas: 450.000 toneladas libres de arancel para uso en la industria química; y una cuota arancelaria de 200.000 toneladas para los demás usos, básicamente combustibles, sujeta a un arancel reducido (un tercio del de la nación más favorecida-NMF). No está claro si estas cuotas y aranceles cambiarán en el nuevo acuerdo, pero si se mantuvieran sus efectos serían limitados y graduales. Se espera que los productos clave sigan sometidos a cuotas arancelarias con períodos de eliminación de hasta 15 años. Brasil tendría la mayor participación en las cuotas asignadas y Argentina y Paraguay cuotas menores. En cualquier caso, la liberalización por parte europea es pausada y relativamente modesta, lo que no ha evitado la oposición del sector europeo y los grupos ecologistas.

Siendo la liberalización de las exportaciones primarias del Mercosur significativa, como ya se ha avanzado la mayor oportunidad estratégica del acuerdo en clave energética consiste en facilitar la integración productiva de los sectores industriales asociados a la transición. Este elemento es importante porque las resistencias sectoriales de Estados miembros como Francia no sólo se refieren al sector agrícola, sino también a la competitividad del sector industrial frente a las ventajas comparativas del Mercosur en el proceso de descarbonización. Uruguay y Paraguay tienen matrices eléctricas totalmente verdes, mientras que más del 80% de la brasileña está descarbonizada; Argentina está más retrasada, con un tercio de su generación eléctrica descarbonizada, pero tiene gran potencial eólico y solar. Las mayores oportunidades estratégicas energéticas birregionales residen en aprovechar esas ventajas comparativas para mejorar la competitividad sostenible de las industrias descarbonizadas del Mercosur y la UE.

Junto a las sendas del nearshoring y el friendshoring, en América Latina se ha abogado por un proceso de powershoring: la relocalización industrial en países de la región con energía renovable abundante y barata. Hablamos además de greenshoring como senda de descarbonización competitiva abierta cuando a los criterios de coste y descarbonización se añaden otros elementos clave para la sostenibilidad socioambiental y la lucha contra el cambio climático: políticas avanzadas, instituciones dedicadas y estándares elevados. El CBAM sería su plasmación práctica por parte de la UE, pues penaliza la huella de carbono de las importaciones. El greenshoring se ha propuesto como guion para la acción exterior española y de la UE, resultando especialmente aplicable al Mercosur. Sus miembros están presentes o tienen potencial en la mayoría de las cadenas industriales descarbonizadas y en todas las energías renovables, y varios de ellos tienden a converger con las preferencias climáticas y de sostenibilidad de la UE. La conjunción de recursos minerales y renovables de los países del Mercosur ofrece oportunidades para una descarbonización social y ambientalmente sostenible en la minería, el refino, los fertilizantes y el acero verdes, entre otros sectores intensivos en energía que pueden sustituir las fuentes fósiles por las renovables.

Buena parte del despliegue de energías renovables en el Mercosur lo han realizado empresas europeas, que han contribuido a desarrollar la industria renovable local en mayor medida que sus competidoras chinas o estadounidenses. El acuerdo garantiza preferencias arancelarias para las tecnologías renovables que ayudarán a los desarrolladores a impulsar su penetración, especialmente considerando el elevado nivel actual de los aranceles del Mercosur a equipamientos (20%) y bienes intermedios (18%), y el lento proceso de desarme arancelario alcanzado. Por ejemplo, en automoción sostenible el acuerdo plantea reducciones más rápidas por parte del Mercosur a los elevados aranceles sobre automóviles (35%) para los vehículos eléctricos y híbridos, con una reducción inmediata del arancel al 25% a la entrada en vigor del acuerdo. Simplificará también los procesos de importación y exportación, y se espera que atraiga nuevas inversiones europeas hacia su sector energético y la modernización del industrial. Todas estas medidas liberalizadoras ayudarán al despliegue renovable y a la mitigación del cambio climático, pero también a construir cadenas de valor más seguras, resilientes, competitivas y sostenibles.

Estos patrones de integración productiva son más prometedores que la mera exportación de materias primas críticas o unas inciertas exportaciones de hidrógeno verde a la UE. Siguiendo con este último ejemplo, aunque las exportaciones de amoníaco verde (producido a partir de hidrógeno renovable) sean más realistas, parece preferible emplear los recursos renovables locales en la descarbonización de los fertilizantes del propio Mercosur. Sus miembros son potencias agrícolas muy afectadas por la crisis de los fertilizantes ocasionada por la guerra en Ucrania que quieren desarrollar su propia industria para ganar autonomía estratégica y seguridad alimentaria. Se propiciaría así una integración económica e industrial más simétrica en términos de valor añadido y mejor conectada sectorialmente con las necesidades de desarrollo económico, social y humano de los países del Mercosur. La misma argumentación puede aplicarse a la descarbonización de la minería y su procesado, a la del transporte (incluyendo el marítimo y aéreo), a la sustitución del hidrógeno con emisiones por hidrógeno verde en los sectores del refino y el acero, y a la cadena de valor del coche eléctrico.

El acuerdo incorpora criterios de sostenibilidad muy elevados, con capítulos y anexos dedicados de Comercio y Desarrollo Sostenible y respeto al Acuerdo de París. Uno de los nuevos textos del acuerdo se titula “El Acuerdo de París como elemento esencial” y no por casualidad. Otra de las novedades permite suspender el acuerdo comercial, parcial o totalmente, si una de las partes determina que la otra ha violado obligaciones esenciales, incluyendo explícitamente como tal el respeto al Acuerdo de París y estableciendo que las partes lo seguirán siendo también del Acuerdo de París “de buena fe” y respetarán sus obligaciones climáticas. Esto podría desincentivar la retirada de Argentina del acuerdo climático tras retirar a su equipo negociador de la COP29 y en ciernes de la COP de Belém, en Brasil. Por parte del Mercosur había dos preocupaciones previas: la aplicación del CBAM y las normas europeas contra la deforestación importada (EUDR), que permite restringir las importaciones de productos cultivados en tierras deforestadas. Ambas forman parte de lo que los críticos de estas medidas califican de nuevo proteccionismo verde. Precisamente, otra de las mayores novedades del acuerdo es un “mecanismo de reequilibrio” que permite una compensación si una de las partes determina que nuevas medidas anulan o perjudican los beneficios del propio acuerdo. Aunque no queda claro cómo podría usarse este mecanismo frente al CBAM o el EUDR, su inclusión ha sido considerada una victoria del Mercosur.

Desde la perspectiva energética y climática, el nuevo acuerdo resulta bastante equilibrado y completo, satisfaciendo las necesidades estratégicas mínimas de las partes en casi todos los temas clave. La UE mejora su acceso a los minerales de transición y el Mercosur el suyo a los mercados de biocombustibles europeos. El Mercosur consigue un mecanismo de reequilibrio para prevenir o paliar el efecto del CBAM y el EUDR, y la UE introduce el Acuerdo de París como elemento esencial. Quizá más importante, favorece un nuevo patrón de interdependencia comercial y energética birregional que incorpora criterios de sostenibilidad socioambiental y de lucha contra el cambio climático. Con base en estos valores, el Mercosur y la UE disfrutan de claras complementariedades para ganar en competitividad compartida mediante la integración industrial de sus cadenas de valor descarbonizadas. Si el acuerdo fuera ratificado, podría suponer además un modelo de competitividad abierta y sostenible para futuras negociaciones con otros socios comerciales.